Paraguas: el recordado solo cuando truena

Paraguas: el recordado solo cuando truena
Fecha de publicación: 
26 Junio 2023
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En los días que fueron de lluvias sin parar, además de mucha agua, las calles, trillos y avenidas se vieron también salpicados por recurrentes gotas de color entre tanta grisura: los paraguas.

Claro que en medio de inundaciones, desbordes y otras calamidades, ¿quién repara en ese asunto de segundo orden? Pero ahora que ya empieza a recomponerse, al menos momentáneamente, el tiempo, vale hacerle un poco de justicia a ese adminículo, del que solo nos acordamos cuando empieza a tronar.


Foto: @JorgeLuisTapiaF

Como paraguas y sombrillas son parientes muy cercanos, vale recordar que la surgida primero fue la sombrilla. Y lo hizo hace más de tres mil años. 

Así indican algunos, pero no hay coincidencia entre todos los que se han dedicado a este tema. Incluso, una parte sitúa en China la aparición de la sombrilla, mientras otra la ubica en Egipto.

Lo cierto es que, en pinturas jeroglíficas descubiertas en el antiguo Egipto, se representa a la realeza y a los dioses cubiertos todos con sombrillas. Parecen haberse usado primero como diseños muy sencillos de hojas de palma unidas por un palo, pero pronto la sombrilla fue asumida como símbolo de poder, enlazado a la noción de pieles no quemadas por el sol, como sí les sucedía a los esclavos.


Parasol egipcio en un relieve del templo de Hatshepsut. Foto: tomada de lavanguardia.com

Entre los primeros ejemplos de los usos de sombrillas en Egipto, data el situado en la dinastía V, alrededor de 2450 a.C., según John Gardner Wilkinson, padre de la egiptología británica, quien acotaba que entonces estos accesorios tenían un uso tanto funcional como ceremonial. 

Por ello, en las paredes de algunos templos aparecen pinturas donde se observan sombrillas protegiendo la cabeza de cierta divinidad.  

Debido al clima desértico del norte de África y Medio Oriente, los egipcios y asirios nunca tuvieron necesidad de impermeabilizar sus sombrillas y crear paraguas, invención ocurrida en China en el siglo XI a.C. 

Allí, la realeza usó los primeros paraguas de seda e impermeables. Como indicador de poder, la nobleza llevaba paraguas de varios niveles. 

El propio emperador chino estaba protegido con cuatro niveles de sombrillas muy elaboradas, tradición que se extendió por la región, los gobernantes de Siam y Birmania usaban sombrillas de ocho a 24 capas.


Guerrero de terracota conduciendo su carro bajo un parasol, en el mausoleo del emperador chino Qin Shi Huang, del siglo III a.C. Foto: tomada de eltiempo.com

Gracias a la conocida Ruta de la Seda, los paraguas, sombrillas o parasoles se extendieron a otras latitudes, donde normas específicas y hasta prejuicios marcaron su uso. Tanto fue así, que hasta mediados del siglo XVIII, en Europa, esos accesorios eran vistos solo para el uso femenino.


Foto: Getty Images

Esa tradición la rompió Jonas Hanway, conocido como el primer hombre en atreverse a salir a la calle con un paraguas en Londres, a pesar de las burlas y críticas que ello le acarreaba, en particular por los conductores de carruajes, quienes veían peligrar su negocio porque quizás bajo un paraguas no se necesitaría apelar a un coche.

El irreverente Hanway, quien era, además, un reconocido filántropo, persistió, a pesar de todo, y tanta fue su perseverancia que, cuando falleció, en 1786, ya el uso de esos útiles objetos se había generalizado en la lluviosa Londres, paradójicamente hoy también conocida como ciudad de los paraguas. 


Cuando Jonas Hanway era considerado ridículo por pasearse con un paraguas en el Londres del siglo XVIII. Imagen tomada de infobae.com

Y si de hitos en la historia del paraguas se trata, tampoco puede olvidarse el aporte de Hans Haupt, en 1928, con la introducción de los paraguas de bolsillo; así como la contribución de Bradford E. Phillips, en 1969, del mecanismo de plegado moderno.

También vale recordar que es relativamente reciente el uso del nailon y el poliéster en la fabricación de esos protectores de lluvia y sol; en tiempos pasados se empleaba la seda, el algodón y hasta el cuero.

Tan importantes han llegado a ser esos objetos, que existe un museo a ellos dedicado. Es el Museo dell’Ombrello e del Parasole, en Italia.

Muchas representaciones y símbolos se les asocian, de ahí que en el budismo tibetano, por ejemplo, el paraguas se asuma como símbolo de protección y refugio, también de sabiduría y compasión. No es casual que a Buda se le represente a menudo con una gran sombrilla o paraguas sobre su cabeza. 


Foto: Internet

En la India, el paraguas es un símbolo tradicional de riqueza, estatus, y también de la posibilidad de cada cual de protegerse a sí mismo ante el mal tiempo.

Artes y paraguas

Si los paraguas tienen su museo italiano, en el quehacer artístico y literario igual han ganado espacio reservado.

Quién que haya leído Rayuela, de Julio Cortázar, puede olvidar el maravilloso pasaje en que Oliveira y La Maga deciden sacrificar un viejo paraguas en el barranco de un parque porque «un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda».

Y qué decir de aquellas «señoras, como flores, debajo de las sombrillas» que Martí retratara en su poema Los zapaticos de rosa

La cinematografía igual ha justipreciado a estos accesorios, baste recordar los clásicos Cantando bajo la lluvia (Singin' in the Rain, 1952), o Los paraguas de Cherburgo (1964), con música de Michel Legrand.


Imagen tomada de lavanguardia.com

Igual en las artes plásticas, Goya, Monet, Renoir, Sorolla, así como muchos otros, incluyendo también a escultores, han encontrado motivo de inspiración en sombrillas y paraguas, tradicionalmente enlazados a cierto sentido poético.


Mujer con sombrilla, de Pierre-Auguste Renoir. Imagen tomada de laminas-y-posters.es

Interrogado sobre su sistema poético, Lezama Lima aseguraba en las entrevistas que luego derivaran en el libro Para leer debajo de un sicomoro:

«Es necesario tener un sistema y un paraguas: sabemos que esta agua moja. Sabemos que el paraguas es perecedero y que los aguaceros se repiten. La lluvia de mañana no la podré parar con el paraguas que murió. Pero sin dudas todo paraguas tiene su loable y doble utilidad: la de mantenernos a flote mientras lo deseamos y podemos. La inutilidad de la camisa ante el flujo de los tiempos, solo nos tienta a la desnudez del baño». 

Y concluía asegurando que contar con su sistema poético podía equivaler a «la soberana guarnición de la sombrilla primigenia y magistral que se adorna con todo el estampado de los sueños». 


Foto: Departamento de Comunicación Poder Popular Provincial Santiago de Cuba, 2019

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