Recordar a Joseíto Fernández, el habanero más guajiro

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Recordar a Joseíto Fernández, el habanero más guajiro
Fecha de publicación: 
4 Septiembre 2025
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El 5 de septiembre de 1908 nació en el corazón de La Habana, en el humilde barrio de Los Sitios, Joseíto Fernández, figura cardinal de la música cubana y creador de una de las melodías más universales en lengua española: “Guajira Guantanamera”.

Desde entonces, la cultura nacional encontró en su voz y en su pluma una síntesis perfecta entre lo popular y lo identitario.

Conocido por todos como “El Rey de la Melodía”, Joseíto no solo fue un intérprete destacado, sino un cronista sonoro del sentir popular ya que su nombre se inscribió en una época de profundas contradicciones sociales y políticas, en la cual la música popular emergía desde los estratos más humildes para configurar un espacio legítimo de resistencia cultural frente a las tensiones de la importada modernidad y la influencia de géneros y ritmos casi siempre venidos de los Estados Unidos.

Fernández creció entre calles cargadas de sonoridades mestizas, donde el son, la guaracha y la guajira se entrelazaban con la cotidianidad de los barrios habaneros.

Quizás por ello, desde muy joven, su inclinación por la música lo llevó a interpretar temas en los cafés y emisoras radiales, espacios que, en las primeras décadas del siglo XX, se convirtieron en verdaderas plataformas de difusión para los nuevos talentos.

Una voz cálida, arropada por un timbre aterciopelado, le permitió conquistar no solo a la audiencia citadina, sino también al campesinado, que muy pronto se identificó con sus versos.

La guajira-son, género que fusiona la lírica rural con la cadencia rítmica del son oriental, encontró en él a uno de sus exponentes más refinados; por eso hablar de Joseíto es referir, inevitablemente, a la “Guajira Guantanamera”, obra que lo catapultó a la inmortalidad.

Polémicas aparte, originalmente la pieza fue concebida para un espacio dentro de su programa radial en la emisora CMQ en la década de 1930: "El suceso del día", donde la crónica social tenía en las cualidades de improvisación —décimas o espinelas— suyas y de La Calandria (Nela Cruz), una nota melódica y rítmica de actualidad. Verdadero periodismo cantado.

La melodía, sencilla, pero profundamente evocadora, trascendió fronteras con la posterior incorporación de los versos del Héroe Nacional José Martí, gracias al cantautor estadounidense Pete Seeger y aunque no es del todo cierto que la canción adquirió una dimensión ética y patriótica desde entonces, sí se convirtió en bandera de identidad cultural.

Cuando el 8 de enero de 1963, Seeger cerró su recordado concierto en el Carnegie Hall de Nueva York entonando la célebre canción con aquello de "Yo soy un hombre sincero, de donde crece la palma...", ya Joseíto junto a Benny Moré habían evocado a la Reforma Agraria con la música de la "Guajira Guantanamera" dos años antes.

Cierto es que la escalada de difusión tras el boom Seeger, expandió la obra a lugares insospechados: Madrid, París, Tokio... y en agradecimiento, el folclorista fue invitado por el entonces Consejo Nacional de Cultura; Joseíto estaba entre los anfitriones de aquel 24 de enero de 1971.

Así, “El Rey de la Melodía” seguía construyendo una historia que no se limitó nunca a la pieza que lo inmortalizó, sino a la acrisolada desde décadas atrás con el trío que formó con los hermanos Gerardo y Juan Llorente, así como su labor en varios sextetos soneros como Los Dioses del Amor, Juventud Habanera, Boloña, Jiguaní y Amate, además de las charangas danzoneras de Raimundo Pía, Antonio María Bustamante, Los Caciques, y la de Alejandro Riveiro, que después pasó a denominarse Orquesta de Joseíto Fernández.

Lo de "El Rey", no fue un recurso publicitario tan de moda en su tiempo, sino el reconocimiento espontáneo del público y la crítica, ya que en una época en que el bolero y el son competían por el protagonismo, el cantor logró imponer una estética singular: la melodía clara, directa y cargada de lirismo.

Cada interpretación suya estaba impregnada de autenticidad, un valor que lo distanció del efectismo comercial o dicho de otra forma, más que un intérprete, fue un arquitecto sonoro que entendió la música como vehículo de identidad: en su obra, lo cubano no es un artificio, sino un latido natural.

Por eso, el triunfo revolucionario de 1959 lo encontró consolidado como figura nacional y más meritorio aún, lejos de replegarse como algunos de su generación y fama, se sumó activamente a los procesos culturales impulsados por el naciente gobierno.

Continuó su bregar en emisoras, festivales y giras que buscaban democratizar el acceso a la música, llevando su voz a fábricas, escuelas y unidades militares; vínculo que vino a confirmar lo que su nombre representaba desde hacía décadas atrás en sintonía con la sensibilidad popular que la Revolución pretendía dignificar: la voz del campesino, la esperanza del humilde, la reafirmación de lo propio frente a la injerencia extranjera.

La figura de Joseíto Fernández, 117 años después de su natalicio, se mantiene viva en la memoria cultural cubana y universal: su obra es objeto de estudios musicológicos, su imagen integra antologías, y su influencia se evidencia en intérpretes de todos los géneros.

En el contexto actual, en el cual las identidades culturales enfrentan el reto de la globalización, el natalicio de Joseíto Fernández constituye una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de preservar lo autóctono sin renunciar al diálogo con el mundo.

La música, como lenguaje universal, encuentra en obras como la suya un puente entre la tradición y la modernidad y por tanto, la celebración de su nacimiento no es un acto nostálgico, sino una reafirmación de valores: la autenticidad, la raíz campesina, la ética martiana, la creatividad sin fronteras.

Recordar a Joseíto es recordar que Cuba canta, y que en su canto late la historia de un pueblo que supo convertir la sencillez en grandeza, la melodía en identidad, la canción en bandera.

Ese es, y seguirá siendo, el legado inmortal del "Rey de la Melodía", quien en verso hizo su propia biografía mínima y definitiva: "Yo soy nacido y criado / con infinita pobreza / pero jamás mi cabeza / por deshonor he inclinado / Fui noblemente guiado / por un humilde sendero / y mi ambiente pordiosero / muchas veces hasta hambriento / luchaba por mi pan contento / no me subyugaba el dinero".

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