Migdalia y el secreto de la longevidad

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Migdalia y el secreto de la longevidad
Fecha de publicación: 
31 Julio 2025
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Amiga de mi familia de toda la vida, Migdalia es una señora de 94 años que me vio nacer. Literalmente, junto a su esposo René Peña, fue la primera persona que me conoció, después de los médicos y mis padres porque vive muy cerca del hospital donde me tocó llegar a este mundo: Enrique Cabrera, en Altahabana.

No obstante de su edad, Migdalia no aparenta ser una viejita casi centenaria. De hecho, parece no envejecer, como si estuviera congelada en el tiempo. No muestra los signos propios de la ancianidad porque su piel no está demasiado arrugada, ni su postura es encorvada, ni su mente desvaría. Es digna de estudio porque, a pesar de su cardiopatía isquémica tratada desde sus 40 años, no padece ni se queja de dolores.

Su apariencia es la misma de siempre, presumida, perfumada, alegre. Así la veo desde mi niñez, cuando las visitas eran más recurrentes, sobre todo los domingos, pero nunca faltaba en fin de año, incluso en mi cumpleaños aún viviendo ya lejos de mis padres. De esa época también recuerdo los pronósticos pesimistas por sus constantes ingresos en terapia intensiva. 

Para mis ojos Migdalia es una persona pausada, pero dinámica y multifacética al mismo tiempo. Licenciada en Ciencias, metodóloga, maestra de matemáticas; ágil en su casa, y andariega porque no se puede ser de otra forma en esta ciudad para abastecer el hogar y resolver los asuntos cotidianos.

Esa me parece que es la clave de su longevidad, y así lo refiere también la experiencia científica. Mantener la mente y el cuerpo activos es la manera de llegar con mejor salud a cierta edad. Claro, siempre que no se padezcan —o descontrolen— enfermedades complejas que, como es lógico, deterioran el organismo y la psiquis.

Estoy segura de que esa conjunción de carácter con hábitos le permite a mi amiga vivir sola, sola viajar a Europa por temporadas para acompañar a su hijo David, avanzar con los tiempos y manejarse muy bien con la tecnología como si fuera nativa digital. Prueba de ello es su habilidad con las redes sociales, su permanente comunicación a través de Facebook y WhatsApp, donde no está presente de manera pasiva sino que usa sus herramientas de escritura, fotografía, audio y video, como cualquier milenial, sin titubear.

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Fotografía de Migdalia González en mayo de 2025

Estudiando su caso compruebo que el simple ejercicio de caminar puede reducir el riesgo de enfermedad crónica y deterioro cognitivo. Es lo que leí hace poco y me motivó a escribir. Por eso apoyo la recomendación de andar, siempre que se pueda, porque es una actividad completa.

Esto no es nuevo, ya la filosofía antigua mencionaba sus beneficios para estimular el pensamiento. Y recuerdo también a mi abuelito, quien vivió 97 años y era "caminante" e inquieto y, además de ello, le atribuyo su longevidad a una alimentación saludable, orgánica, y a su carácter jovial. 

Sin embargo, todo esto mermó cuando enviudó y la depresión le quitó hasta las ganas de caminar y reír. Si su estado mental no se hubiera desequilibrado y forzado al reposo, probablemente hubiera llegado al siglo de vida o hasta que algún órgano enfermara por viejo y no porque así lo deseaba.

Por eso estoy convencida de que detener la marcha es de los principales factores para la atrofia psíquica, el deterioro cognitivo y la vitalidad del cuerpo; y que de igual manera cuando no estamos bien anímicamente tendemos a quedarnos quietos, y eso, prolongado en el tiempo, tiene perjuicios porque es real la conexión entre cuerpo y mente.

Lo dice la ciencia y también los ejemplos como Migdalia y mi abuelito: el secreto de la longevidad es mantenerse en movimiento (mental también), encontrar esa armonía entre fortaleza emocional, deseos de vivir e inquietud por saber y hacer.
 

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