Eurovisión 2025 entre la censura y el doble rasero europeo

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Eurovisión 2025 entre la censura y el doble rasero europeo
Fecha de publicación: 
14 Octubre 2025
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La UER pospone su decisión sobre la participación de Israel en Eurovisión 2025, reflejando el doble rasero europeo ante el genocidio en Gaza.

La Unión Europea de Radiodifusión (UER) decidió aplazar la reunión que debía celebrarse en noviembre para votar una posible expulsión de Israel del festival de Eurovisión 2026.

El encuentro, presionado por varios miembros tras la condena internacional por el genocidio contra Gaza, ha sido pospuesto hasta la asamblea general de diciembre, donde, según el comunicado oficial, solo se desarrollará “un debate abierto”, sin previsión de votación.

La medida llega justo después del alto al fuego permanente alcanzado en Palestina, un contexto que reabre la discusión sobre el papel político de los organismos culturales europeos ante violaciones graves de derechos humanos.

Pese a las denuncias de la ONU, organismos humanitarios y una parte importante de la opinión pública europea, la UER parece inclinarse por la cautela y el cálculo diplomático antes que por una postura ética firme.

Eurovisión y la política del silencio

El caso de Eurovisión no puede separarse de la realidad geopolítica actual. Mientras ciudades europeas fueron escenario de masivas manifestaciones contra el genocidio en Gaza, la UER mantiene a Israel dentro de la competencia, amparándose en la supuesta “neutralidad artística” del certamen.

Sin embargo, esta neutralidad resulta selectiva: en 2022, la organización actuó con rapidez para expulsar a Rusia tras la invasión de Ucrania.

La pregunta es inevitable: ¿por qué un estándar tan distinto cuando se trata de Israel? ¿Por qué la UER, que se define como defensora de los valores europeos de paz y cooperación, tolera la presencia de un Estado acusado de crímenes de guerra en un evento cultural que se presenta como símbolo de unidad?

El debate interno y las grietas en Europa

Dentro de la UER, varios países —entre ellos España, Irlanda, Islandia y Noruega— han mostrado su rechazo a la participación israelí. En cambio, Alemania, Polonia y Austria presionan para mantener el vínculo, advirtiendo que podrían retirarse del concurso si Israel es excluido.

Según el diario Der Standard, incluso se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de cancelar la organización de Eurovisión si el tema se convierte en un conflicto político abierto.

Este dilema revela no solo la fractura moral del continente, sino también la contradicción entre el discurso y la práctica de la llamada Europa de los derechos humanos. En los últimos meses, la Eurovisión ha pasado de ser un festival musical a un campo de batalla simbólico donde se mide el compromiso real de Europa con la justicia internacional.

El doble rasero cultural europeo

El aplazamiento de la votación hasta diciembre no es un simple gesto burocrático: es una declaración política. La UER, al retrasar su decisión, protege a Israel de una sanción inmediata mientras proclama “debate y reflexión”. Pero el silencio, en este caso, tiene peso moral.

Europa, que enarbola la bandera de los derechos humanos cuando se trata de enemigos geopolíticos, calla o dilata decisiones cuando el implicado es un aliado estratégico. Este es el verdadero fondo del debate sobre Eurovisión 2025: no se trata de una canción ni de un escenario, sino de la coherencia ética de las instituciones culturales europeas.

El festival, que nació como símbolo de reconciliación tras la Segunda Guerra Mundial, corre el riesgo de convertirse en el espejo de una Europa dividida, incapaz de sostener su propio discurso humanista.

Mientras Gaza intenta sobrevivir al desastre humanitario, Eurovisión se debate entre la indiferencia y la complicidad.

La decisión de la UER será mucho más que un trámite administrativo: marcará la credibilidad moral de Europa ante el mundo.

Si el arte no puede posicionarse frente a la injusticia, ¿qué valor tiene su libertad? En tiempos donde la música se usa para suavizar el ruido de las bombas, la verdadera nota disonante será el silencio de la conciencia europea.

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