Irma: ¡Viñetas de un suceso!

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Irma: ¡Viñetas de un suceso!
Fecha de publicación: 
14 Septiembre 2017
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Una vez más la idiosincrasia del cubano salió a flote. La ayuda y colaboración entre vecinos, los comentarios jocosos sobre un fenómeno atmosférico de los más temibles que han pasado por el país, y la disposición y perseverancia para entre todos vencer las dificultades han estado presentes. Ahora los dejo con algunas  anécdotas que —a modo de viñetas— les presento sobre mis vecinos, en un reparto de la periferia de La Habana. Solidaridad, obsesión, despreocupación, resumen algunas de las conductas.

Yusmaikel y su “plasma”

“A mí solo me llevó una teja, tengo un hueco en el techo, pero estoy preocupado por el plasma (televisor de pantalla plana) que me compré hace poco. Pregúntale a Irma (casualmente se llama así la  vecina). Ella lo vio, dile que te cuente el tamaño que tiene, es como esa ventana. Tengo miedo que coja humedad y que se rompa”.

¿Y el techo?, le pregunto.

“Por ahora ese no es mi tema. Veremos cuando llueva. El plasma es lo más importante. Yo lo utilizo como un atari, me encanta, y en eso me entretengo. Irma ya pasó, no me preocupa”.

Los cocinaditos de Mercedes…

“Como tengo a mi hermana y a mi cuñado en casa, compré varias cositas para pasar esos días. En el refrigerador tenía pollo, unos bistecitos de cerdo, picadillo. Y además como la cosecha de mango fue buena, pues también guardé.

“Así que la falta de fluido eléctrico me puso muy tensa, y me dio por cocinar. Herví las carnes, hice croquetas, cociné las frutas, pues también había guayaba. ¡Nada…, que me he pasado todo el ciclón en la cocina! Ojalá que no venga más ninguno por aquí, pero si ocurre no voy a guardar en el congelador tantas cosas. Si malo es no tener, en estas circunstancias mejor es aligerar el refrigerador. Es una experiencia para afrontar los venideros”.

Carlos, el camión y las viandas

Carlos maneja un camión que da servicio a la agricultura. Es un negro fornido, tan alto como una palma, y quizás por eso, los dolores en la columna siempre lo estén acechando. Así que cuando trae para su casa algunas viandas no deja nunca de compartir con quienes le rodean. “Tráigame un saco, una jaba”, me dice de vez en vez, y la rellena de boniato, yuca, o algún producto de estación.

Ya Irma se había alejado, pero el barrio entero estaba sin energía  eléctrica y agua. Los niños jugando, los mayores, esperando porque se hiciera la luz que en ese momento no llegó. Sin embargo, Carlos trajo las buenas nuevas. Algunos vecinos rodearon el camión y a todos les ofreció algo; como para aliviar las penas. ¡Y lo logró! Al poco rato, en medio de la oscuridad de la noche, la sabrosa sazón criolla delataba que más de una caldosa estaban haciendo los pobladores del reparto.

Raimundo: ¿electricista o albañil?

Trabaja en una empresa de mantenimiento a las centrales eléctricas, reparando equipos pesados, como los transformadores. Más en su tiempo libre se busca un dinerito extra realizando labores de albañilería. Poca gente conoce que es electricista, todos piensan que lo suyo es la arena y el cemento.

"Irma" aún no había llegado. Eran aproximadamente las dos de la tarde, y Margarita pensaba que ya no había electricidad. Sucedía que en un su casa había un corto circuito. Alguien se lo comentó a Raimundo, y él en un santiamén se presentó en el hogar de la anciana. Se subió en un banquito, en una silla, y efectivamente algunos cables estaban calcinados. Por poco se cae, el puntal era bastante alto.
 
Quitó la lámpara, despegó los cables, y cuando fue a probar, entonces ya sí no había corriente. “¡Cuente conmigo para lo que haga falta —le dijo a la señora—, pero no diga mucho por ahí que soy electricista, porque en realidad lo mío son los aparatos grandes. Nada de pequeñeces como esta!

La puerta de la cocina y Gloria

Desde hace meses, Gloria viene sufriendo por la puerta de la cocina de su apartamento, ubicado en un quinto piso. Ni por su mente le pasó que ya estaba a punto de comenzar la temporada ciclónica. La puerta se hinchaba cuando había humedad, y además tenía comején”. En fin, era un asunto a resolver.

Habló con las mil vírgenes, como dice el refrán, hasta que por fin logró conseguir una, pero muy lejos de su casa. El dilema estaba en cómo transportarla desde Guanabacoa hasta Arroyo Naranjo, dos municipios de la capital.

Esa noche, al paso del huracán, Gloria y su hijo estuvieron buena parte de la madrugada aguantando con maderas la puerta. "Lo que entraba por ahí era una ráfaga de viento". El temor se apoderó de ellos. Cambiarla resultaba inminente.

Luego del temible ciclón, el muchacho salió por el barrio en busca de un transporte. Pero como era de suponer la gestión fue infructuosa. Encontró un camión detenido frente a su edificio. “Compadre —le expresó— te doy cinco CUC (moneda convertible) si me llevas a buscar …”. El hombre se sonrió y le dijo: “ni tengo petróleo, ni dónde buscarlo. Los Cupet que tienen combustibles no tienen electricidad y viceversa”.  

Horas después, una llamada telefónica los hacía feliz. “Vístanse que voy para allá, creo que en mi carro puedo transportar la puerta”. Así fue, la solidaridad humana resolvió un problema que parecía no encontrar un final feliz.

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