OPINIÓN: La fuerza y la “loca” razón divina
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Concentración en contra del enlace del magnate en Campo San Giacomo di Rialto, el pasado 13 de junio.Stefano Mazzola (Getty Images)
Resulta difícil no repetirse. Cada día sucede lo mismo que el día anterior. Todo está dicho, pero las palabras rebotan y no se interponen en la ruta de la muerte. Palabras contra bombas, disparos, arrestos, deportaciones, bloqueos. La razón desoída contra la fuerza actuante. Ya lo sabemos. No basta. Mientras escribo, mueren niños, mujeres y ancianos ametrallados o calcinados en Gaza. No son los de ayer, aunque sus rostros se parecen. Sus nombres árabes son rápidamente olvidados. Israel ataca Teherán y Europa calla. No el europeo común, no el estadounidense blanco, anglosajón, que ha visto descender su nivel de vida, y espera recuperarlo; ellos no saben, le han mentido de manera sistemática. Callan los que saben. ¿Representa Trump a los trabajadores empobrecidos de Norteamérica, frente a la codicia o la prepotencia de la élite intelectual y financiera de Hollywood y New York, como suelen decir? ¿Acaso Trump no es parte de esa élite?, ¿gobierna contra sus propios intereses?
En realidad la batalla es de intereses, élite versus élite, el pueblo es pedestal, los trabajadores justamente inconformes son manipulados y a la larga prescindibles. Se enfrentan, quizás, maneras diferentes de entender y rescatar con acciones desesperadas de fuerza, una hegemonía que se desmorona, entendida como mecanismo de explotación sin límites al estilo medieval. Pero la mentira sistemática y la desesperación pueden conducir al fascismo. ¿Podremos algún día disculpar a los judíos que viven en la Palestina ocupada, de haber deseado expulsar de su territorio a los palestinos?, ¿podremos perdonar a ese casi 50 por ciento de judíos que apoya el exterminio, y ríe jubiloso ante el sufrimiento de sus milenarios coterráneos?
Mientras el imperialismo ahoga al pueblo cubano, para incentivar una rebelión contra el poder revolucionario que le permita retomar las riendas de su antigua neocolonia; mientras los inmigrantes latinos son baleados y golpeados en las calles de Los Ángeles y los ucranianos mueren en defensa de intereses ajenos y desconocidos por ellos, para nada patrióticos; mientras el genocidio y la expansión israelitas se producen y Europa mira a otro lado y los grandes ladrones, impunes, encarcelan a sus opositores en juicios falsos, como el de Cristina en Argentina; mientras el medio ambiente colapsa, con fenómenos atmosféricos que pueden llegar a hacer inhabitable el planeta; hay una élite internacional que vive en una burbuja de bienestar, que no escucha, que no ve, que no siente. Una élite experta en producir noticias que desvían la atención de lo importante: una boda o un divorcio, una infidelidad, el nacimiento de un hijo o el apacible fallecimiento de un abuelo octogenario, en fin, todo lo que sucede a diario en mi vecindario, sin que a nadie más que a los familiares y a los vecinos importe. Pero es esa élite, sorda, muda, ciega, la que se nos vende como modelo de éxito. No nos tomemos demasiado en serio las disputas verbales entre los miembros de esa élite (de la nueva realeza), siempre habrá acuerdos en la mesa que salven sus respectivos intereses. Si se aleja Musk, y lo hará sin perder, se acerca Bezos.
Por cierto, Jeff Bezos se casa a finales de junio en Venecia, la ciudad flotante de Romeo y Julieta. Ha reservado cinco hoteles de lujo y una flota impresionante de góndolas. También un puerto para su gigantesco yate, valorado en 500 millones de dólares, donde probablemente transcurra la ceremonia nupcial. Aunque es un jugoso negocio para la ciudad, sus habitantes protestan: “Venecia es una ciudad viva, no un local que se alquila al mejor precio”, dicen los detractores. Pero ese es sólo un ángulo del problema. El más importante es de índole ética. El día de la boda, cuando se despliegue la alfombra roja en el muelle y los invitados del “jet set” mundial exhiban ante los fotógrafos, sus indumentarias y joyas indecentemente caras, ¿cesarán las matanzas en el mundo? Se habla ya de la posible asistencia de Ivanka Trump y Jared Kushner. El Poder se reencuentra, se mima. No es un mundo loco, es un mundo obsceno. “Locos”, en este mundo “racional” y ferozmente individualista, son los Quijotes que luchan por los demás. Suelo recordar a Miguel D’Escoto, el sacerdote guerrillero nicaragüense, que me dijo en su casa, al filo del nuevo siglo:
Ahorita Cuba con tantos problemas, está pensando en ayudar a otros y lo hace en unas dimensiones increíbles. (…) Recuerdo que hace poco un estudiante me preguntó: dígame, qué es lo más importante que falta en el mundo. Nos hace falta, le dije, una inyección de locura divina. La locura divina de la cruz. Eso es lo que se necesita: un mundo más loco, más gente que haga cosas así, locas, que los demás le digan estás loco, para que te estás preocupando del mundo, preocúpate de vos mismo, mirá que vos podrías ser un millonariazo. Ojalá que nos consideren a todos locos por estar pensando en cómo hacer un mundo mejor.
En el megayate de Bezos no cabe el mundo. Pero si el mundo se torna inhabitable, de poco le servirá. La fuerza parece imponerse a corto plazo pero, o vencen los “locos”, los que aman la paz y la justicia, los que defienden el derecho de los pueblos a la autodeterminación, o todos pierden. La Humanidad avanza distraída hacia la autodestrucción.
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