La hipocresía como oferta de paz
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La guerra finalmente se desató. Los Estados Unidos, la OTAN, la vieja Europa imperialista, los países renegados del socialismo y la derecha mundial lograron sus objetivos: convertir a Ucrania en la ficha de cambio, en la carne de cañón, la que pondrá más muertos y más heridos, la que deberá luego ser reconstruida por los mismos emporios que ya antes le vendieron las armas de su autodestrucción.
Rusia fue siempre el verdadero objetivo. Llegó la hora de la venganza contra el gran país euroasiático que tuvo la osadía de convertirse nuevamente en potencia mundial. Dejemos que la guerra avance, que Ucrania muera y Rusia se desgaste hasta su implosión. Acosemos al oso para que siga cometiendo errores, tirando zarpazos desesperados, que nos ayuden a adelantar su inevitable final. ¿Es que no hay nadie sensato en este mundo pensando en el verdadero final de todo y de todos?
Hace decenas de años que las fuerzas de la derecha más reaccionaria del planeta no habían estado tan unidas en un objetivo común. Ni los más grandes pensadores de la historia moderna, nadie, había previsto que así sería el happy end de la crisis mundial del capitalismo. ¿O Rusia es un país socialista y sus principales dirigentes unos comunistas solapados? Putin mismo despejó claramente cualquier duda al respecto unas horas antes de dar la orden de fuego.
¿Y las fuerzas de izquierda? Desunidas como siempre, desde que –salvo honrosas excepciones- no hubo cómo llenar con ideas revolucionarias el vacío dejado por la caída como naipes de los países del socialismo real, y finalmente el colapso de la URSS. El socialismo del siglo XXI sigue siendo una asignatura pendiente del proletariado mundial, y la centuria tiene ya 22 años.
¿Y los amigos y los aliados de Rusia? La mayoría dubitativos, perdidos en el campo de lechugas del caos informativo y de las “reglas del juego” pacientemente diseñadas y firmemente impuestas por el “nuevo orden mundial”, ese que lograron establecer los supuestos vencedores de lo que ya ha comenzado a llamarse “la primera guerra fría”.
Pero el tiempo pasa demasiado rápido desde hace menos de una semana. Y cada segundo de guerra en Ucrania fortalece la tormenta de destrucción perfecta.
Quienes piensan pescar en el río que ellos mismos han revuelto, deben recordar que las minas submarinas hunden buques de guerra, pero también destruyen toda la fauna acuática a su alrededor.
Globalización de la estupidez
Ya no importa convencer a nadie de nada. La cortina de humo informativa, diseñada por los yanquis desde su derrota militar y también mediática en Vietnam, es una maquinaria casi perfecta, que ha demostrado su eficacia en todas las guerras, en los cientos de guerras e invasiones armadas que ha desatado la maquinaria imperial norteamericana desde los acuerdos de paz en París en 1973.
Han pasado casi 50 años y desde entonces han seguido cayendo las bombas made in USA, prácticamente cada día, en algún oscuro rincón del planeta. Eso a nadie le importa. La ONU, su Consejo de Seguridad, la UE y la mayoría de las organizaciones de cuello y corbata de la “comunidad internacional” se han lavado literalmente las posaderas con la sangre de millones de muertos y heridos por estas guerras.
¿Son personas o no los miles y decenas de miles de muertos, heridos, asesinados y desplazados de Lugansk y Donetsk durante los últimos ocho años, y los últimos ocho minutos, por el único delito de no querer ser ucranianos? Tampoco a nadie le importa.
Las fuerzas armadas rusas, si finalmente pueden ganar a su manera la “Operación especial militar” contra el ejército ucraniano, ya hace rato que perdieron la guerra mediática en ésta.
Los ataques cibernéticos y de todo tipo contra los medios de información originados en Moscú y en algunos países aliados ya están diseñados y en marcha.
Pero a casi nadie le interesa leer ni conocer la historia reciente, mucho menos la más vieja de cómo se llegó a la actual situación entre Ucrania y Rusia; y si las fuentes vienen desde “los agresores, los imperialistas, los fascistas, y los comunistas rusos”… Mucho menos.
Demasiado video-juegos, demasiado Hollywood, demasiados canales de televisión y no hay quien logre seguir ésta ni ninguna guerra por su celular. Mejor reír con los memes que enredarse buscando alguna otra verdad.
Demasiadas preocupaciones de cómo anda el auto, la moda, el pago de los impuestos, el rechazo a las vacunas, la comida de esta noche y el día de mañana. Y nadie piensa si habrá un día de mañana.
La COVID-19 es finalmente una simple gripe, Trump y Bolsonaro tenían razón. Como si no importaran las cifras de muertos que pudieron salvarse, los miles que mueren hoy, y cada día, por una terrible pandemia que se nos vuelve casi graciosa y familiar… mientras no se lleve a los nuestros.
El mundo ha sido robotizado. La Tierra puede ser cuadrada. Los marcianos se esconden en nuestras casas. Ganó la globalización de la estupidez.
¿Y los amigos? ¿Pasó también de moda la amistad en las relaciones internacionales? ¿Triunfó el pragmatismo yanqui de no tener amigos, solo intereses?
Dejar hoy sola a Rusia, condenarla directa o indirectamente, o con el silencio cómplice de quienes hasta ayer se llamaron sus amigos y aliados, es alinearse con los intereses de sus enemigos, y ponerse del lado de las peores fuerzas del odio y la venganza a nivel mundial.
No se trata de permitir o de aceptar de brazos cruzados una acción que viola principios fundamentales de la comunidad internacional, y que por cierto tiene precedentes con nombres propios como Vietnam, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, Afganistán y muchos otros etcéteras…
Pero cerrar el paso a la verdadera diplomacia, alentar con dádivas inciertas al gobierno ucraniano para que se aleje de la mesa de negociaciones tantas veces propuesta por el Kremlin. Y en su lugar, sin importar cuánto se prolongue el sufrimiento humano de rusos y ucranianos; llenar la propia mesa con un montón de sanciones que pretenden golpear al pueblo ruso, incluidos a sus oligarcas, para crear el caos en el gigante euroasiático, y que su gente se vire contra el gobierno de Moscú, es de una hipocresía tan criminal que solo puede compararse con lo peor de la guerra misma.
Acorralar más al oso… Y el oso –ya lo dijo alguien- tiene garras nucleares... ¿Es esa la paz que se pretende? ¿De verdad?
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Osmel
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Pucha
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