El Club Antiglobalista: Cultura de la cancelación o cultura del terror

El Club Antiglobalista: Cultura de la cancelación o cultura del terror
Fecha de publicación: 
19 Marzo 2021
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Dos personajes que, de acuerdo a la "nueva cultura", también deberían ser cancelados: Pepe Le Pew, “que normalizó la cultura de la violación” y Speedy Gonzales “que ayudó a popularizar el corrosivo estereotipo de los mexicanos borrachos y aletargados”.

La razón le decía que habría excepciones, pero su corazón no lo creía.”

George Orwell (1984)

El film “Lo que el viento se llevó” es un clásico de todos los tiempos, se destaca por el reflejo de una época desde el logro de grandes actuaciones, guion, ambientes y banda sonora. Sin embargo, recién se supo que las plataformas que reproduzcan la cinta en internet deberán incluir un aviso donde se cataloga a la obra de “racista”. El fenómeno ocurre en la Norteamérica que se declara paradigma de libertades y que propone para el resto del mundo un modelo único de gobernanza y derechos. Se le llama cultura de la cancelación, pero en los medios que promueven este nuevo tribunal inquisitorio prefieren nombrarlo “enfoque inclusivo”.

Hace cuestión de varios años, en el primer mundo se impone una matriz de censura que afecta a toda la industria cultural y que, bajo el matiz de reivindicaciones, silencia grandes clásicos del cine, las artes y la literatura. La polémica más sonada en el campo de las letras la sufrió JK Rowling, autora de la saga de Harry Potter, quien criticó en twitter determinadas ideas sobre la transexualidad y recibió en pago una ola de boicot y cancelación en diferentes editoriales. Para sobrevivir este nuevo tribunal del Santo Oficio, los artistas han buscado la vía de versionar en tono inclusivo  sus obras, así ya tenemos un Agente 007 que es una mujer negra o las películas de Disney donde las princesas salvan a los príncipes, (un tema este último válido e interesante, si no obedeciera a un mecanismo de censura y si fuese espontáneo y por inspiración de los autores).

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Escena de la película Lo que el viento se llevó

¿A qué obedece la cultura de la cancelación?, en realidad este fenómeno está dejando al desnudo la industria del entretenimiento, pues pone de manifiesto las conexiones existentes entre los lobbies de poder y la producción simbólica y espiritual de una inmensa parte de la sociedad norteamericana y del mundo. Sin ser un reclamo de multitudes, sino una imposición hecha a partir de una minoría poderosa y con voz, la cultura de la cancelación terminará según su lógica con prácticamente toda la historia creativa del pasado, dejándonos sin un asidero. No solo se echa un estigma sobre aquellas obras, sino que incluso abogan por borrarlas o prohibir su estudio, lectura y exhibición.

Además del terrible daño antropológico que esto genera en la humanidad, está latente la cuestión de quién es quien decide qué cosa es censurable, ofensiva, digna de cancelarse. Porque la construcción de sentido no opera por consenso en un mundo donde el poder mediático es plenamente corporativo o sea privado. De tal manera, pensar que esta nueva cultura obedece a cánones democráticos e inclusivos deviene un despropósito lógico. De lo que se trata es del volumen de voz y de quién lo maneja. No hay multitudes indignadas detrás de la censura a una película o libro, sino poderes fácticos con mucho alcance, que determinan qué debe ser visible y qué no.

Falacia en retrospectiva versus pensamiento lógico

Cuando se opera desde el presente y hacia el pasado, con paradigmas morales, se comete un inmenso error y eso lo saben los managers de la cultura de la cancelación. No se puede juzgar exactamente de racista o sexista un hecho o un pensamiento de hace milenios sin tener en cuenta cual era el canon reinante en dicho momento, al igual que las condiciones materiales que lo propiciaban. Lo que la censura hace es obviar esas realidades de la historia, imponiendo la falacia en retrospectiva, que hace tábula rasa del enfoque dialéctico de los sucesos. De tal manera, los ofendiditos ni siquiera son consecuentes con un rigor mínimo.

La cancelación se basa en imponer una idea de lo políticamente correcto al mundo mediante la fuerza y el terror. Las personas saben, cuando acontecen estos sucesos de censura, que si no obedecen la moral reinante serán excluidas y sus carreras destrozadas. Se trata de eso, de que todo se paralice y vaya en una sola dirección, lo cual sin dudas es el fin de las libertades y el inicio de un totalitarismo del pensamiento y la acción. Sabido es que, como parte de la guerra fría cultural, Hollywood baja las líneas esenciales a la masa mediante mensajes abiertos o velados, así como por una política de producción que obedece los mandatos del Pentágono y de los círculos de poderes norteamericanos y mundiales. Los nuevos conceptos sobre qué se entiende como inclusivo no escapan a ese mecanismo.

En el film “La forma del agua” un pez y una muchacha se enamoran y eventualmente tienen relaciones, lo cual posee implícito el mensaje subliminal de la inclusividad. Dicha cinta, a pesar de que no nos presenta nada nuevo, ganó varios Oscar y gozó de la promoción de la gran masa de medios. Cada año existe un film bajo ese tono, a la vez que otra cinta se censura debido a que no es lo suficiente inclusiva o por actitudes de sus directores. Sucedió con Lars Von Trier, quien a pesar de ser una de las voces más geniales de la cinematografía actual, es sistemáticamente odiado y excluido por sus posturas catalogadas de racistas y neonazis.

Más allá de lo justo y necesario que pudiera ser un arte que reivindique la justicia y la verdad del mundo, preocupa la manera en que se silencia la imaginación, la verdadera diversidad. Máxime cuando esos mismos círculos de poder que bajan las líneas ideológicas de la cancelación, son quienes ordenan bombardeos sobre ciudades del Medio Oriente o miran hacia otro lado ante las calamidades del tercer mundo, mayormente negro y mestizo. ¿Entonces, de qué vale censurar “Lo que el viento se llevó”?, ¿cuántas vidas salvará el sacar de circulación a la cerdita Peggy porque supuestamente promueve la violencia doméstica? La efectividad de la cultura de la cancelación es más que cuestionable, en un mundo donde la clase política se comporta de forma depredadora, destrozando de verdad la vida de millones.

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Miss Piggy acusada de golpear a la rana René

La falacia en retrospectiva es solo un mecanismo efectivo y mentiroso, que sirve para que las masas acepten como moral un nuevo sistema de control y terror. Lo que esconde este capítulo del poder globalista es el traspaso hacia un nuevo orden que requiere una moral más estricta y bajo las líneas conductistas de una ideología que niega el valor de la libertad personal.

Una nueva moral impuesta

La corrección política buscará organizar índices de personas, países y organizaciones catalogadas como de cancelados, con el fin de silenciarlos. Ya de hecho, está ocurriendo en el campo de la alta diplomacia, además de las artes y la cultura en general. Con el tiempo, se impondrá un pensamiento único en torno a la verdad, lo cual es muy efectivo para la supervivencia de un sistema decadente y que busca reinventarse.

Quienes llevan adelante las campañas en las redes sociales, saben qué cosa es la falacia en retrospectiva, pero hacen caso omiso a toda forma de justicia real, porque lo que les interesa es utilizar a las minorías y sus causas a favor de una agenda oculta. De ahí el dinero a raudales por parte de fundaciones como la Ford (bajo el control de Rockefeller) hacia nuevas ideas y movimientos como el antirracismo crítico, que busca que las “personas blancas sean menos blancas”, para lo cual en compañías como Coca Cola se imparten cursos de “deconstrucción”. Un punto de vista que llevó en años recientes al vandalismo de monumentos, incluyendo muchos dedicados a luchadores blancos por la igualdad racial y otros a Miguel de Cervantes y otras figuras de las artes.

La segunda falacia utilizada por la cancelación se refiere a la de la falsa equivalencia y opera más o menos así: ¿qué importancia tiene una estatua (piedra) ante una mujer o un ser de la raza negra muertos? Y es que no existe una relación factual ni lógica entre el vandalismo y salvar personas. Bajo este punto de vista, se ofendió la estatua de José Martí en las más recientes jornadas del 8 M en México. El peligro de operar mediante falacias en la política es que, con el tiempo, se cae en la post verdad. La cultura de la cancelación, a su vez, va generando una mayoría silenciosa que es como una válvula de presión y que tiende a radicalizarse por lo general hacia la derecha dura, en plena y franca reacción ante enfoques tóxicos que se hagan desde la izquierda desmovilizada y mercenaria.

¿Volver a la libertad?

Hasta hace unos años, era posible escuchar en las películas casi cualquier tipo de chistes, algunos incluso de mal gusto. Ya no, pues todo ofende, genera una resonancia, despidos, silenciamientos, carreras que terminan. El cine de un tiempo acá resulta bastante aburrido, sin la chispa de antaño, pues se nota el miedo de los libretistas a meter la pata.

La cultura de la cancelación ha mostrado qué cosa es la industria del entretenimiento a manos de las ingenierías sociales y los grupos de poder que la manejan. No se trató jamás de algo ilusorio e ingenuo, sino planificado y con un impacto real en la percepción cotidiana de la vida. ¿Cómo volver a una libertad más o menos real como la de hace unos cinco o seis años? El propósito se hace difícil, debido a que los nuevos enfoques inclusivos han sembrado el divisionismo, el odio y la fragmentación y eso se refleja en el consumo cultural. Las masas están más atomizadas que nunca y ello les impide hacer reclamos fehacientes y poderosos a las elites. La gente vive enfrentada entre sí y en medio de un sistema que actúa como un todo, controlando, imponiendo matrices.

Pocas personas ganan conciencia de qué cosa esconde la cultura de la cancelación y otras muchas creen en la mentira del llamado enfoque inclusivo que niega la posibilidad de una diversidad real. El pensamiento único orwelliano se traga cada resquicio, dejando sin oxígeno a la vida.

 

 

 

Comentarios

Es ciertamente aterrador que las élites políticas de la derecha instrumenten la cancelación cultural, como medio para afianzar su hegemonía; debemos revisar que se hace desde la Izquierda en nuestro país, que pudiera conducir a semejante resultado.
Si dices negro; eres racista. Si no eres Gay; eres homófobo. Hay que pensar como el hegemon; de hecho cuando escribes en las plataformas ponen las palabras que ellos entiendan correctas. Es una suerte de colonialismo espiritual.
Chavo61 @nauta.cu

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