DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Marion Jones, ¡cuánto me dueles!

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Marion Jones, ¡cuánto me dueles!
Fecha de publicación: 
3 Enero 2022
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No es la única estrella deportiva que ha perdido su luz. Sin embargo, la atleta norteamericana Marion Jones es la que más me duele. Me golpeó demasiado su imagen desde periódicos y noticieros de la televisión. Trémula; los ojos, lagunas perdidas, situadas, quizás, en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 cuando era una de las mujeres más felices del mundo. Rayo dorado en 100 y 200 metros planos. Enlaza también dos premios de bronce: en salto largo y el relevo corto. Le cantaba al futuro desde la gloria.

La pequeña pantalla la sitúa en la sala de millones de hogares. Hay casas donde la conocen mejor que a un familiar lejano. Palpita en el pecho de muchísimas personas. Es espejo, sobre todo, para niñas y niños, adolescentes y jóvenes de todo el orbe. Sus fotografías miran desde las publicaciones con cierta altivez y ocupan más espacio que las de políticos, artistas o científicos.

Los textos sobre la campeona van mucho más allá de lo periodístico: navegan en ellos frases de novela o cercanas al verso; abundan los escritos de fondo, cualquier paso suyo provoca informaciones. Es la dicha misma hasta que la atrapan otros escritos bastante alejados de la poesía y la profundidad: La Jones se dopó… La velocista hizo trampa…Marion no merece sus preseas. Más que observarla, la siento devolver sus medallas. ¡Mucho de su vida se le escapa junto a ellas! Herida por la prensa amarilla y gris, por voces insensibles y superficiales: la abofetean como hicieron con el jamaiquino disfrazado de canadiense Ben Johnson, devorado por similar ilegalidad; como han hecho, hacen y harán con una enorme lista de pecadores.

Cierto, el dopaje es un pecado, mancha la deportividad y el olimpismo, que ya andan  muy lesionados por la comercialización, los negociantes, el robo de músculos, la politiquería, los amaños en encuentros, tanto quehacer antihumano. Y el doping es una rama de esas enfermedades contraídas desde un régimen que parte de bases económicas sintetizadas en el burdo tanto tienes, tanto vales.

Las lides del músculo no escapan de la maldad. El dopaje  nació, se hincha, gana en fertilización, vibra en este mundo enfangado. El caso Marion Jones no ha sido el primero ni el último desgraciadamente. Seamos justos. Ella ni Johnson ni tantos otros son los victimarios, aunque los maltraten así la inmensa mayoría de los funcionarios y periodistas: tienen parte de la culpa, merecen ser sancionados pero son víctimas de una sociedad prostíbulo de la que no sale incólume la cultura física, sociedad donde se trata de imponer conceptual y prácticamente que el fin justifica los medios.

Cosecha principal entre los de abajo, la gente de los  bolsillos vacíos, habitantes del llamado tercer mundo, negros, aborígenes y mestizos…; no encuentran ni transitan con facilidad el sendero que los conduzca a ser personas y los salve de la explotación  y el hambre, la enajenación y la incultura, la mediocridad y la miseria.

Quieren dejar de vegetar, desean vivir, algo tan simple y tan complejo donde quiera. En el deporte y el arte observan puentes hacia la dicha, sin negar el amor sentido por ambas actividades. Cuando ascienden, con el pasado y el presente que vendría de allí al olvido, no quieren retornar a lo grisáceo.

Están los titiriteros. Ellos se quedan con la gran rebanada sin arriesgar un pelo: atraen, engañan, corrompen, todo lo que tocan lo convierten en deyección. Los contendientes atléticos batallan por llegar, y si arriban, luchan por no perder la cúspide. No solo es el dinero: pesan también los reconocimientos, las primeras planas, la fama, no siempre juntada a la gloria. Recuerde la cínica frase ya citada: el fin justifica los medios, llevada a vía de hechos.   El olvido fustiga la fundamental función de la cultura física y de los ideales más puros de Pierre de Coubertin: la forja de un hombre y una mujer mejores en cuerpo y alma por encima de medallas, trofeos, récords y hasta el alto rendimiento.

Los negociantes del sector pagan a sus ¿científicos? para encontrar las drogas, los trucos propicios con el fin de desarrollar o alargar la carrera de sus mercancías musculosas. Una industria. Innegable que esta ignominia la han utilizado sistemas que no debieron siquiera pensarla con equivocados objetivos propagandísticos. Cuba siempre ha estado en contra y enfrentado dicho azote, sin negar alguna falla cometida por alguien a espaldas de las autoridades y del movimiento deportivo.

Sor Juana Inés de la Cruz lo esclareció: el peor pecador es el que paga por pecar y no el que peca por la paga. Necios son los que acusan con saña a Marion Jones y a quienes fallaron, sin verlos víctimas en medio del error, y no envían la ofensiva cardinal contra la raíz del mal citado y diversas infecciones antideportivas, propios de: una sociedad indigna, capaz de destruir incluso a los que creyeron disfrutar de la felicidad.

 

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