Archivos Parlanchines: Titina, la primera mujer que sorprendió pedaleando en La Habana
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Durante años creí que había sido la actriz y cantante María de los Ángeles Santana, ya fallecida, la primera mujer que montó una bicicleta en La Habana, pero, no hace mucho, revisando unos contenidos para mi nuevo libro, descubrí que estaba cometiendo una injusticia.
En realidad, este mérito le correspondió a la bella gallega Antonia Martínez, conocida como Titina, quien fue la primera que se paseó en dos ruedas delante de los hombres envidiosos y sus mujeres mojigatas con un descaro que la sociedad capitalina tardó años en olvidar. ¨
Como parte de las transformaciones tecnológicas y sociales que se vivieron en Cuba durante la llamada Tregua Fecunda, sobre todo, en la industria azucarera y los ferrocarriles, el comerciante español Claudio Graña introdujo en la Isla la bicicleta, una novedad que alrededor de 1880 fue adoptada por los hombres enamorados del progreso y la modernidad.
Aunque, no hay que engañarse, aquel artefacto metía miedo por pesado, feo e incómodo: tenía una rueda motriz delantera, a la altura de una persona, y otra pequeña trasera que le hacía la contraparte.
El ejemplo de los tarzanes habaneros fue seguido a partir de 1893 por algunas doncellas matanceras que, sin el menor recato, se dedicaron a pasear en ese vehículo para pasar el rato, divertirse y exhibir sus encantos prohibidos.
De estas precursoras solo ha trascendido el nombre de Julia Bosch, la primera mujer cubana en posar para un fotógrafo en bicicleta. La revista El Fígaro les dedicó un emotivo reportaje y el asuntó no pasó de ahí; sin embargo, en La Habana las cosas funcionaban diferente.
El 12 de noviembre de 1894, Antonia Martínez, “Titina”, una jovencita gallega, se convirtió en la primera mujer en montar bicicleta en capital y, sin proponérselo, protagonizó un escándalo de leyenda que incluyó a la prensa y a casi toda la sociedad culta de la época.
Lo cierto es que los habaneros quedaron estupefactos ante aquel espectáculo extraordinario, y de la noche a la mañana, la muchacha pasó a encabezar la comidilla de la gente, sobre todo, en los salones más refinados, barberías y cafés de la capital.
Para algunos el audaz acto fue una manifestación de libertad de las mujeres, mientras que otros lo percibieron como una amenaza al orden conservador y machista que imperaba en Cuba colonial.
Lo cierto es a lo largo de su recorrido Titina Martínez recibió todo tipo de burlas, insultos, agresiones y groserías (y probablemente hasta piropos burdos). Incluso, algunos la acusaron de libertinaje y exhibicionismo.
El asunto llegó a tales proporciones que algún jodedor le sacó una cancioncita, la cual no tardó en hacerse famosa. Decía así:
Titinia, oh Titina
montando bicicleta
al doblar una esquina
se le ponchó una teta…
En poco tiempo, todos tarareaban esta letrilla profundamente discriminadora y, cuando alguien intentaba aprender montar bicicleta, los amigos se la cantaran con risas pícaras.
El 29 de diciembre de 1894, el semanario La Carta del Sábado publica esta advertencia:
“La señorita que ose irrumpir con desparpajo en ciertos espacios que le están vedados, “no será una mujer, será un fenómeno”.
A continuación, la publicación amplia:
“La misión (de la mujer) es dentro del hogar doméstico, en el cual ha de ser el ángel custodio de todas las felicidades. No podéis creer ilustre señorita que la emancipación de la mujer exija saber manejar el florete, dominar la bicicleta, arriesgar su pudor en la mesa de un café o vociferar en un club”.
¿Adelantada o visionaria? La historia ha sido rotunda sobre esto y las fuerzas retrógrada de aquella sociedad tuvieron que tragarse su bilis.
En una carta fechada el 15 de noviembre de 1908, dedicada a la sufragista y feminista María Collado, la gallega explicó que sus peripecias no fueron festinadas o casuales.
“Sí, todos quedaron sorprendidos al ver una mujer usando una bicicleta en La Habana, esta acción me hizo una precursora y causó un gran malestar en los hombres, pero no pudo ser detenido”.
A partir 1895 se crean los primeros clubes ciclístico, en Cienfuegos, Cárdenas, Sagua la Grande, Güines, Matanzas y La Habana y las mujeres más subversivas empezaron, poco a poco, a cortarse el cabello, lucir blusas sin mangas o enseñar los tobillos, para el sofoco de ciertos don juanes.
Este proceso, condenado por las mujeres más picúas agarró aún más fuerza con la primera intervención de Estados Unidos en Cuba, debido a que las damas norteamericanas eran mucho más liberales y modernas que las cubanas y españolas.
En el artículo “Titina Martínez: rompiendo barreras en bicicleta por la habana”, hecho público por la revista literaria El Candelabro se indica:
“La historia de Titina Martínez es un recordatorio de cómo los actos individuales de desafío pueden tener un impacto profundo en las normas sociales y culturales. Titina allanó el camino a futuras generaciones”.
Históricamente, han proliferado las diferencias entre lo que está establecido “para hombres” y “para mujeres”; no obstante, nuestra primera ciclista borró de un plumazo todas estas convenciones. Por ello, merece un lugar en ese cofre rocambolesco que atesora las memorias más amables de nuestro país.
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