DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Racismo y tongo en el Oriental Park marianense
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Los magnates del boxeo profesional cumplen con los reaccionarios políticos estadounidenses: un negro y más si está casado con una blanca -y escupen al decirlo- no puede ser el campeón mundial de peso máximo. El destino de Jack Johnson está decidido. Hay una orden de persecución y captura contra él, la cárcel lo espera, le cuesta mucho trabajo poder ganarse la vida. Y de noche y de día, la policía, ¡la maldita policía!
Escapó recientemente al disfrazarse de pelotero en un equipo de las Ligas Negras: gracias a la ayuda de sus integrantes llegó a México. No puede más. Entregará el título por su libertad y diez mil dólares. El tongo frente al blanco Jesse Willard se realiza el cinco de abril de 1915 en un ring ubicado en el hipódromo Oriental Park de Marianao. El retador, coronado de antemano, mide 6 pies y 6 pulgadas, pesa más de 230 libras, aunque es tan buen púgil como el que esto escribe fue short stop del histórico equipo Almendares. El rival le saca mil libras y mil pulgadas de calidad. Y tiene que perder…
La esposa del as está sentada en una de las sillas cercanas al ring. Ella le dará la señal cuando le den la plata. En la misma fila, un individuo bien trajeado y con pistola en una funda que es más que adorno en el pecho. Golpes débiles del aspirante. El contrincante echa hacia atrás, sin iniciar contraofensivas. Trastrabilla. Finge algún mareo. Se le escapa la sonrisa. Así hasta el capítulo 15. ¡Cuidado, Jack: tu instinto de peleador magnífico aparece! Por poco lo noqueas. El matón frunce el ceño, la diestra en la cacha del arma. El atleta-actor sobrelleva a Jesse. La comedia continúa.
Episodio 26. El dinero ha llegado a manos de la mujer del obligado a venderse. La señal... A tirarse. Abre la guardia. Un par de trompadas inofensivas sobre el titular. En la lona. ¡Ese sol, carajo...! El caído se tapa el sol con un brazo mientras espera la cuenta. El trono ha cambiado de dueño. Aunque los verdaderos vencedores han sido -lo siguen siendo- los negociantes del jolgorio de los puñetazos pagados.
Ambos boxeadores perdieron la vida en sendos accidentes de tránsito, según el historiador Mario Torres. Willard a los 60 años de edad. Jack Johnson a los 68. El gran campeón cuando se dirigía desde Carolina del Norte a presenciar la primera pelea Joe Louis-Billy Coon, efectuada en Nueva York el 18 de junio de 1941.
No hay que asombrarse. Si el deporte es manchado por el comercialismo ocurren casos como el narrado. Existen peores. Y desde su inicio, aun el sagrado olimpismo resultó víctima de dichas máculas. En San Luis 1904 se llevaron a cabo las llamadas jornadas antropológicos: una juerga extraoficial de carreras, saltos, escaladas peligrosas, saltos, luchas en el fango..., entre aborígenes de diversos territorios, nacidos en USA, nacionalizados o migrantes, muchos dañados en el físico y la mente. Para los más reaccionarios de ese país eran (son) gente inferior: africanos, moros, turcos, indios, asiáticos, latinoamericanos, sin que faltaran los norteamericanos Sioux.
En Londres 1908, el sportmanship británico, papalote a bolina, con los árbitros al frente de las trampas: se aceptaron solo los de la sede. En Estocolmo 1915, su propio entrenador secuestra y encierra en una habitación al velocista Drew y lo notifica enfermo: fuerte candidato al oro, porque es negro no desea su victoria. Con posterioridad declara que prefería de vencedor a un extranjero si era blanco.
En esa cita, el gran dolor fue la injusticia cometida con uno de los mejores deportistas de todos los tiempos, Jim Thorpe, el más completo del certamen al ganar el decatlón y el pentatlón: sus dos medallas doradas les fueron arrebatadas al calificarlo profesional. No le perdonaban ser un aborigen estadounidense y su matrimonio con una blanca. Dirigentes del Comité Olímpico Internacional (COI), en acto efectuado en 1984, reconocieron el error y devolvieron a sus familiares las preseas por las que clamó Jim hasta su fallecimiento en 1953.
Injusticias de este tipo siguen desgarrando el olimpismo, encadenado a los negocios de distintas formas, en detrimento de la pureza de la restauración conseguida por Pierre de Coubertin. Es criticable la falsa neutralidad: casi siempre se inclina a la derecha y tiene tanto de antihumano. El COI se enfangó al conceder la sede a Berlín en 1936, usada por los hitlerianos para la propaganda de su nefasta ideología en lo nacional y en el extranjero. Fustazos: lo espectacular por encima de lo deportivo, el robo de músculos. rejuegos con la sede, repartida entre las potencias… Hay demasiada suciedad.
Como cubano, como un hombre del deporte, no puedo dejar de quejarme por el uso de la concepción feliz de los refugiados, de una manera falaz y derechista en París 2024, al dar esa categoría a unos coterráneos que prefirieron residir en otras naciones, de espaldas al batallar de su país, sin que acá se les persiguiera. Es más, en la patria que han dejado atrás, se les intentó formar como ciudadanos y atletas desde pequeños.
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