Adiós a un maestro de la danza cubana
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En aulas y salones, O’Farrill se consolidó como referente de la enseñanza de la danza escénica nacional. Foto: Cortesía del Conjunto Folklórico Nacional.
Alfredo O’Farrill, fallecido este lunes en La Habana, fue una de las figuras más destacadas de la danza escénica de inspiración folclórica en Cuba.
Su presencia marcó época dentro del Conjunto Folklórico Nacional. Su interpretación de Shangó (y es solo un ejemplo entre muchos), llena de distinción y poder simbólico, trascendió como una pieza icónica del repertorio nacional.
Su arte combinaba una técnica depurada (adquirida por su aprendizaje con grandes maestros) con un profundo respeto por las raíces culturales que lo inspiraban.
No era simplemente un bailarín, sino un intérprete que daba vida al espíritu de lo ancestral con una fuerza expresiva inigualable.
Su legado no se limita a los escenarios. O’Farrill asumió con total entrega el papel de maestro, entendiendo la enseñanza como una extensión natural de su arte.
Desde su labor en la Universidad de las Artes (ISA), donde formó a generaciones de bailarines, impulsó una pedagogía que equilibraba la exigencia técnica con una profunda conciencia ética y cultural.
Creía que la danza folklórica debía mantenerse viva, en transformación constante, sin perder su esencia ni volverse estática. Su aula se convirtió en un espacio de exploración y transmisión del patrimonio desde la creatividad.
Muchos lo llamaban Papá Shangó: tal era su ascendencia.
O'Farrill se consolidó como líder académico y figura clave en el desarrollo institucional de la danza en Cuba.
Fue fundador de la Facultad de Arte Danzario del ISA y durante más de una década dirigió el Departamento de Danza Folklórica, aportando visión y estructura a la formación profesional.
Además, participó activamente en organizaciones como la UNEAC y el Consejo Internacional de la Danza, y fue merecedor de múltiples reconocimientos, entre ellos la Medalla Raúl Gómez García y el Premio Nacional de Danza 2024.
Su trayectoria fue ejemplo de rigor, pasión y compromiso con la cultura.
La obra de O’Farrill sigue viva más allá de su fallecimiento. Su influencia se multiplica en cada coreografía, clase o montaje donde su espíritu permanece como guía.
Más que enseñar pasos, transmitía una forma de entender la danza como expresión de identidad, memoria y futuro.
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