La avenida de los rayos en Cienfuegos

La avenida de los rayos en Cienfuegos
Fecha de publicación: 
12 Junio 2012
1

El Paseo del Prado de Cienfuegos, considerado el más largo de Cuba, fue bautizado con disímiles nombres antes de ser reconocido como es hoy.

 

Con más de mil 600 metros de extensión, esa arteria principal dividió a la urbe en dos mitades en su momento de inaugurado, aunque ahora ha crecido la ciudad hacia el Sur con su desarrollo económico. Por sus valores, esa localidad fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
 
Aseguran que uno de los primeros nombramientos de esa calle en época lejana fue el Paseo de Vives, en honor al gobernador de la Isla; mientras  en otras etapas adoptó el apelativo de Avenida de la Independencia.
  
En cierta ocasión se le comenzó a llamar Avenida de los Rayos con toda la ironía popular ante la descabellada idea de un alcalde de ocasión.
  
Sucedió en el año 1900, cuando a la susodicha figura se le ocurrió un proyecto de construir un hermoso bulevar en esa vía con rígidos contenes preservados  por cintas de acero.
  
Como tal la inversión sería coronada por hileras de palmas reales sembradas a ambos lados de las calles, ello propició comentarios de la población sobre los efectos negativos de esos árboles dentro de la comarca.
  
Los adversarios políticos calificaron la propuesta de ridícula en una connotada campaña para desprestigiar el diseño y comenzaron a llamar al paseo la Avenida de los Rayos, todo porque las palmas son muy propensas a atraer las descargas eléctricas.
  
Pudo más la intransigencia de los contrarios que el amor al ornato público, de modo que las labores de embellecimiento quedaron paralizadas primero y abandonadas después al tiempo que se convertirían en terreno de batalla para una de las tantas riñas políticas tan frecuentes en la pseudorrepública.
  
Mucho tiempo después, la construcción del Prado fue retomada con otro sentido menos ostentoso; pero más atractivo.
   
Ahora, sin palmas reales, ni cintas de acero, es uno de los lugares más transitados por cienfuegueros y visitantes; y anfitrión entrañable para quienes esperan o descansan en cualquiera de sus bancos, y bajo la frondosa sombra del follaje de los árboles.

Comentarios

Muy interesante trabajo. Ya se lo había leído a la periodista Emma Sofía Morales, también de la AIN.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.