CRÓNICA: Primero de Enero, cien años (+ FOTOS)

CRÓNICA: Primero de Enero, cien años (+ FOTOS)
Fecha de publicación: 
7 Julio 2016
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No son tiempos buenos para el azúcar en Cuba, eso lo sabe todo el mundo. La que por muchas décadas fuera la principal fuente de riqueza del país languidece hoy. No hay suficiente materia prima, no se aprovecha bien la que existe, persisten serios problemas tecnológicos, la sequía ha hecho de las suyas… Hay vocación de rescatar una industria emblemática, pero en la concreta son más los desafíos que las realizaciones.

En medio de ese panorama, resulta una noticia excelente que un central azucarero, un auténtico coloso (entre los más grandes del país), haya cumplido cien años de existencia en plena capacidad productiva, con excelentes resultados e indicadores. Visitamos el central Primero de Enero, antiguo Violeta, en el norte de la provincia de Ciego de Ávila.

 

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Lo primero que llama la atención es la renovación de las cubiertas, los techos y paredes nuevas, la pintura y la limpieza. Parece un central nuevo. Desde las gradas más altas del Estadio Municipal se disfruta de una vista hermosa: las grandes palmas reales del batey, el patio de ferrocarriles, las calles aledañas.

La zafra acabó hace algunas semanas, pero aquí no puede hablarse de tiempo muerto. Las locomotoras arrastran vagones, la gente entra y sale de la fábrica, no se siente ese silencio asociado a la inactividad… Esta es la dinámica de los bateyes azucareros en activo: cuando acaba una zafra, comienzan los preparativos de la próxima.

De esta etapa, en buena medida, dependen los resultados de la campaña por venir. Aunque a veces el clima no ayuda. Pero si depende de los trabajadores, todo saldrá bien. En Primero de Enero casi todo el mundo está relacionado con el central, directa o indirectamente. Lo cierto es que para nadie pasa inadvertido.

Ese compromiso, esa identificación, ese cariño resultan vitales. La gente se siente privilegiada por conservar su ingenio. Otros no tuvieron esa suerte. Y hay que vivir en un batey azucarero para comprender la estrecha relación que establece la población con su fábrica.

Es como si el central estuviera vivo, muchas veces se ha usado la metáfora.

 

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Se han escrito muchas crónicas sobre los centrales muertos. Es un drama palpable en decenas de comunidades. El azúcar no es un producto más en Cuba: a su alrededor, a lo largo de los siglos, se ha creado una cultura que va más allá de las rutinas de la industria. El descalabro de un central no es solo un problema económico.

Por eso, el relativo éxito de centrales como Primero de Enero (y decimos relativo pues lo cierto es que la producción todavía no llega a los niveles de antaño) es una circunstancia esperanzadora. Quizás el azúcar nunca recupere un lugar de privilegio, pero mientras muelan centrales como este, estará salvada esa cultura.

Y el antiguo central Violeta, a la vuelta de cien años, sigue moliendo para satisfacción de miles de vecinos, acostumbrados a que de sus máquinas surja el latido que identifica a toda una comunidad.

 

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