El fútbol pudiera ser más verde

Tampoco dispondrán de las certificaciones LEED que garantizarían el uso de fuentes de energías renovables en una alta proporción. El transporte sostenible cubrirá una muy pequeña fracción de los 3,7 millones de turistas que visitarán el país y la gestión integrada de los recursos hídricos quedará como caso de estudio en muchas bibliotecas.

En total serán 12 las sedes, la mayoría de las cuales se encuentran en la costa atlántica, distribución que no sólo incrementará las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también las toneladas de residuos y desechos que se unirán a las 150 mil toneladas producidas cada día por los 144 millones de habitantes del gigante de Sudamérica.

Para tener una idea, un partido de fútbol con una audiencia de alrededor de 50 mil espectadores, pudiera generar alrededor de 10 toneladas de basura, cantidad equivalente a lo producido por 12 mil venezolanos en un día. Por su parte, en materia de energía eléctrica, el consumo puede llegar a 3 millones de Kw/hora, equivalente a la demanda doméstica de 700 viviendas en Europa.

A pesar de las imposiciones ambientales de la FIFA, quien ha venido impulsando diversas prácticas ambientales, el gigante del sur con mayor superficie en el Amazonas, perdió la oportunidad de organizar un mundial completamente verde. Las dificultades financieras y los retrasos en las obras, seguramente distrajeron la atención en torno a este aspecto tan importante, que aportará la mayor huella ambiental de la historia.

Ojalá el gobierno de Dilma Rousseff evalúe y mitigue los impactos ambientales al final del mundial, y haga todo lo necesario para compensar su huella de carbono. De esta forma Brasil pudiera demostrar al mundo lo eficiente que puede ser la especie humana en la administración de sus bienes y servicios ambientales, dejando de lado los discursos plenos de buenas intenciones que no se acompañan con logros.

El fútbol puede ser más verde, mucho más allá del color de la grama de sus estadios.