Trump, como siempre, “de palo pa´rumba”

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Trump, como siempre, “de palo pa´rumba”
Fecha de publicación: 
13 Noviembre 2025
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No hace mucho comentamos que no se puede confiar en Donald Trump ni en lo que dice, promete o hace, porque de repente cambia “de palo pa´rumba”, granjeándose enemistades de hasta quienes fueron fieles seguidores, porque creyeron en él.

La “chaqueta” más connotada en los primeros tiempos de su segundo mandato fue con el destacado periodista Tucker Carlson, una fractura que expone las contradicciones internas del movimiento MAGA (Make America Great Again).

Todo comenzó cuando Israel ejecutó ataques contra objetivos iraníes. En circunstancias normales, esto habría generado el apoyo automático del ala conservadora estadounidense. Sin embargo, Tucker Carlson decidió romper filas de manera espectacular, advirtió que Trump se convertiría en “cómplice” si respaldaba acciones drásticas contra Irán, alertando que esto “dañaría de forma permanente su reputación”. La crítica iba directo al corazón de la promesa electoral más importante de Donald Trump: mantener a Estados Unidos fuera de conflictos extranjeros.

La respuesta de Trump no se hizo esperar. Calificó a su antiguo aliado como kooky Carlson («Carlson el raro») y reafirmó categóricamente que “Irán nunca podrá tener armas nucleares”. Esta escalada verbal marcó el fin de una de las alianzas mediático-políticas más influyentes de la derecha estadounidense. Carlson fue despedido de Fox News, lo cual hizo recordar a aquella conductora cubana cesanteada de la emisora miamense La Poderosa, porque respaldó abiertamente las razones de Rusia para iniciar su operación militar especial en Ucrania. “En este país no se puede decir la verdad”, dijo, y repitió posteriormente.

Lo que inicialmente podría parecer una disputa entre egos se revela como algo mucho más complejo al analizar las voces que se han sumado al coro crítico. Figuras prominentes del movimiento MAGA como Marjorie Taylor Greene y Charlie Kirk (posteriormente asesinado), expresaron reservas similares sobre la postura de Trump frente al conflicto en el Medio Oriente.

En el influyente pódcast War Room (de Steve Bannon), Carlson articuló su posición con una frase que resume la tensión ideológica: “No vas a convencerme de que el pueblo iraní es mi enemigo”. Esta declaración no solo cuestiona la política exterior de Trump, sino que apela directamente a los votantes que lo eligieron precisamente por su promesa de priorizar los problemas domésticos por encima de las aventuras militares extranjeras.

La crítica de Carlson toca una fibra sensible en la base electoral trumpista: la percepción de que su líder está adoptando posturas indistinguibles de las del establishment republicano tradicional, el mismo que Trump prometió desmantelar.

La ruptura Trump-Carlson trasciende el espectáculo político para convertirse en un caso de estudio sobre las tensiones inherentes a los movimientos populistas. Cuando las promesas de campaña chocan con las realidades del poder, cuando la retórica antiestablishment debe enfrentarse a las presiones del establishment, las contradicciones se vuelven inevitables.

No mucho después de esta situación siguió la ruptura de Elon Musk con Trump, también por incumplimientos de promesas, embadurnada con la “chaqueta” del casi bimillonario con el camaleónico y ambicioso canciller trumpista, Marco Rubio. Empero el mandatario no ha querido alejar totalmente al emprendedor de Tesla, recordando que este fue el mayor contribuyente a su campaña electoral, con 259 millones de dólares, y aún se le puede sacar mucho más.

SISTEMA MÁS QUE DAÑADO

“El sistema está amañado”, es una de las frases que, según Microsoft News, más repite Donald Trump desde que iniciara el meteórico ascenso de su carrera política en el 2016. Con los años, su denuncia ha ido apuntando a actores específicos: el deep state (el Estado profundo), las élites liberales, los jueces, los periodistas, la “izquierda radical”… Crea una narrativa de persecución, según la cual Estados Unidos debe ser salvado de la perdición y de la traición, y él y su movimiento son los únicos que pueden hacerlo.

Esta estrategia comunicacional es fundamental para la legitimación de su liderazgo. Como escribía el sociólogo Robert Tucker en la década de los setenta, la construcción del “carisma situacional” depende de la posibilidad de ofrecer un medio de salvación ante un momento de profunda desgracia. Por eso, las críticas y señalamientos no se detienen, aunque buena parte de las instituciones ya estén bajo su control. Hay que seguir identificando enemigos y malas prácticas porque son los que confirman la necesidad de su liderazgo.

El Presidente y su Administración, principalmente su Secretario de Estado, se dedican entonces a sembrar desconfianza. Esto también les sirve para debilitar y señalar a enemigos políticos que les resultan incómodos para su consolidación en el poder y despertar dudas sobre las noticias y datos que no les son favorables. Si todas las instituciones y sus líderes están cuestionados, si no existen la verdad ni los hechos, sino solo las versiones y opiniones, entonces cualquier denuncia en su contra queda debilitada.

Cita Mark Schiefelbein, de The Associated Press, que la caída de la confianza en las instituciones  no parece ser problema para Trump, que más bien lo alimenta. Aunque el declive de credibilidad no empezó con él, sí se ha acelerado en los últimos años. Según un estudio del 2025 de Gallup, en promedio solo un 28% de los ciudadanos expresa confianza en nueve instituciones clave que van desde la presidencia hasta la Corte Suprema y los medios de comunicación. En el 2022, el porcentaje cayó por primera vez por debajo del 30% y no ha vuelto a recuperar ese nivel.

Desde que volvió a la Casa Blanca, Trump ha publicado en su Instagram al menos 15 vídeos o imágenes hechas con inteligencia artificial en los que muestra versiones falsas de sí mismo o de otros personajes, incluyendo a rivales de una manera negativa. En Truth, también comparte continuamente piezas que le envían seguidores, como en la que se le ve pilotando un F-16 y bombardeando con excrementos las protestas bajo el lema No Kings del mes de octubre. No es solo un recurso para captar la atención en redes sociales, es también una forma de difuminar la frontera entre la verdad y la mentira. Casi nadie se cree el video que muestra a los líderes demócratas en el Senado y en el Congreso con un sombrero de mariachi mientras declaran que ya nadie apoya a su partido, pero la publicación sirve para alimentar y aumentar la duda sobre qué es real y qué no.

 CADA VEZ PEOR

En septiembre, el presidente causó estupor entre la comunidad científica cuando alertó que las mujeres embarazadas no deberían tomar acetaminofén o paracetamol, porque podría causar autismo a sus bebés. Con contenidos de redes y teorías de la conspiración, han fortalecido el sentimiento antivacunas y, en estados como Florida, han conseguido que se elimine el mandato de suministrar algunas inyecciones. Con un ejército de influencers y en cuentas oficiales, dan consejos tan poco científicos como evitar tomar medicamentos o alimentos difíciles de pronunciar, alimentando la desconfianza en el sistema de salud.

Miles de funcionarios independientes que llevaban años trabajando para diversas instituciones federales han sido blanco del presidente, que pone en tela de juicio el trabajo que hacen o la información que recopilan, cuando no la considera del todo positiva. Diferentes áreas han estado en el ojo del huracán, desde la científica y la económica hasta los servicios de Inteligencia. Se ha tendido a repetir el mismo patrón: críticas públicas para presionar dimisiones o cambios de decisiones, despidos o incluso amenazas usando los registros hipotecarios para forzar salidas. El objetivo es que las instituciones se plieguen a él o que, al menos, su credibilidad quede seriamente comprometida.

Hace unas horas se terminó el cierre del gobierno, al lograr el trumpismo que cinco senadores demócratas retrocedieran en sus demandas. Lo llamativo es que durante su duración se han dejado de recopilar datos de gran importancia, como la evolución del mercado laboral, infecciones por gripe o covid-19, importación y exportación de productos agroalimentarios e información imprescindible para calcular el tamaño de la economía y la inflación. Pero más allá de esta situación puntual, la Administración Trump viene tomando desde hace meses medidas que amenazan la recopilación de datos oficiales. Veamos:

Primero, cesó la publicación de información sobre programas de salud mental y protección de violencia, así como sobre la situación climática y ambiental. En agosto, dio un paso más al cuestionar directamente la información de la Oficina de Estadísticas Laborales. Tras despedir a su responsable, en una declaración a medios en el Despacho Oval, mostró varios gráficos en formato XL que supuestamente probaban que se estaban subestimando las cifras para perjudicarlo mientras que se habían inflado durante la presidencia de Joe Biden.

En fin, las consecuencias del discurso y de las acciones de Trump son ya visibles en los estudios de opinión. En lo que va de su segunda Presidencia, ha caído de manera importante la valoración ciudadana de instituciones independientes que normalmente estaban alejadas de la disputa política. Además, se ha profundizado el sesgo partidista por la colonización de algunas instancias del Estado para la obtención de fines políticos particulares o con alto nivel de rechazo, como ocurre con los cuerpos de seguridad y defensa.

Y esto es sólo una parte del problema que pienso se agudizará si intenta presentarse para un nuevo mandato, que está prohibido constitucionalmente. Pero con Trump nunca se sabe, Así es él, quien se presenta como pacificador, con guerras que dice que solucionó, pero no todo fue así, mientras enciende el mundo con el apoyo al régimen genocida de Israel y amenaza con agresiones a naciones más pequeñas de América Latina y Nigeria, sin contar con el papel que mantiene en el conflicto ruso-ucraniano, totalmente hipócrita y nada creíble, mientras alimenta los tesoros de los magnates de la guerra.

 

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