El otro mundo de Iván Duque

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El otro mundo de Iván Duque
Fecha de publicación: 
22 Diciembre 2020
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No fue hasta la masacre número 85 del 2020 en Colombia, a mediados de este mes de diciembre, que la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, expresara tardíamente su “preocupación” por la violencia en el país suramericano, llamando a las autoridades a impedir su continuación.

Entre estos occisos hay numerosos indígenas -etnia a la cual la ex presidenta chilena abandonó durante sus dos mandatos-, sin que se hiciese mención a los asesinatos de 295 líderes sociales y 245 ex combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que depusieron las armas en cumplimientos de los acuerdos de paz firmados hace cuatro años en La Habana entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, devenidas en partido político.

Pero Bachelet es hasta ahora un asunto insípido en el drama colombiano, que se asienta principalmente en grandes zonas rurales, lejos de la parafernalia citadina, que es la única donde se mueve el actual mandatario.

Para él, el mundo rural sólo le sirve para tomar grandes sumas de dinero de los terratenientes que utilizan ejércitos mercenarios, con el fin de impedir la realización de la reforma agraria contemplada en el convenio, así como respaldar a los narcotraficantes que mueven miles de millones de dólares producto de intocables extensos sembrados de coca, que, como muchos conocen, ha convertido a la nación suramericana en el principal productor y exportador de cocaína en el mundo.

Así, se muestra el fracaso del denominado Plan Colombia, en el que el Imperio hizo grandes inversiones e introdujo centenares de soldados en nueve bases militares, muchos de los cuales se convirtieron en celosos guardianes de los extensos sembrados de coca.

Mientras se burla de sendas caravanas de indígenas y ex combatientes que llegaron a Bogotá para exigir atención y solución de los graves problemas por los que atraviesa la nación, el atildado mandatario prefiere como compañía a quienes están envueltos en el mundo de los negocios, lo cual le ha beneficiado sobremanera, al ser respaldado por todo el empresariado, un hecho sin precedentes.

El empresariado estuvo muy atento desde la primera reunión con Duque, con la presencia de al menos 24 directivos gremiales de la Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones, del gremio que agrupa a las compañías que distribuyen gas y petróleo, el avícola; y el gremio de la salud, entre otros.

La despolitización (como relato) y la selección de perfiles tecnocráticos –especialmente vinculados con empresas privadas, ONG’s y gremiales– son los dos factores definitorios del equipo de jefes de carteras ministeriales que le han estado acompañando.

Desde el principio de su mandato, Duque ha desarrollado una estrategia de shock para reducir al mínimo las protestas sociales, mientras superó las líneas establecidas por anteriores mandatos, al establecer una férrea adhesión a las políticas de Estados Unidos, afianzar su membresía en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, oponerse a cualquier gobierno que desista de la agenda neoliberal del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, o que promueva procesos de integración distintos a la doctrina pronorteamericana condensada en la Organización de Estados Americanos.

Con esos lineamientos heredados y con el pensamiento de extrema derecha del partido del presidente, aumentan las tensiones con Venezuela, contra la cual ha conspirado abiertamente, incluso con el patrocinio de grupos mercenarios y adhesión a los planes para asesinar al presidente Nicolás Maduro.

Un asunto que pone a Colombia a la cabeza del llamado Grupo de Lima, que pretende imponer un gobierno desde afuera como “transición” hacia la normalización neoliberal en Venezuela.

En ese mismo camino, Duque anunció el retiro de Colombia de UNASUR, un proceso de integración regional mal recibido por los sectores de extrema derecha colombianos que, aprovechando el contexto regional, ratificaron su obediencia a EE.UU.

Todo un mundo en el que sí está presente un mandatario que trata de ignorar el otro en que millones de personas son víctimas de la mal tratada pandemia de la COVID-19, prima la expulsión de los indígenas de sus tierras ancestrales y la muerte a quienes tengan inconformidad con el paramilitarismo, el latifundismo, el narcotráfico y la continuación de la ola de crímenes inherentes a ello, todo envuelto en el velo de la impunidad.

 

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