EE.UU.: Pobres, como invisibles

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EE.UU.: Pobres, como invisibles
Fecha de publicación: 
24 Febrero 2021
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Ni esta pandemia del nuevo coronavirus, ni las crisis económicas, ni las amenazas de una hecatombe nuclear, que matarían a todos por igual, han impedido que siga creciendo la brecha entre ricos y pobres, resumida en esta frase del segundo hombre más rico de Estados Unidos, Warren Buffett: “De hecho, ha habido una lucha de clases … y mi clase ha ganado”.

También es válida una manida pregunta del economista francés Maurice Allais acerca de cuántos pobres se necesitan para fabricar un rico.

Recordemos que cuando la crisis económica de l929, muchos banqueros llegaron a suicidarse, pero en la del 2008 fueron compensadas sus pérdidas por el establishment con el dinero de los contribuyentes norteamericanos.

En fin, no les dejaron ser pobres –ni suicidas- de un Estados Unidos con un creciente número de familias viviendo en la miseria y en el resto del mundo con centenares de millones de personas amenazadas de morir de hambre, incluso en lugares donde hay desarrollo, abundantes alimentos y agua, y el deterioro del cambo climático aún no es tan evidente.

Ello resume bien la razón de ser de todos los sistemas  económicos basados en la explotación del trabajo humano y de la guerra de clases, en la que la oligarquía estadounidense va a la vanguardia desde la era de Ronald Reagan y alcanzó límites insospechados en la de Donald Trump.

Este le dio un golpe bajo al neoliberalismo, cuando renunció a tratados obamísticos con naciones del Pacífico y Europa, pero ello no entrañó el bien de las clases desposeídas, sino el disfrute de quienes ya tienen mucho y no están conformes, pero viven y explotan en y desde Estados Unidos.

Lo mío primero, dijo Trump, junto a sus frases que revivieron la dominadora y agresiva Doctrina Monroe, que hizo de América Latina su “patio trasero”, pero con abierto aditamento de empobrecer a los pueblos de este y demás continentes, lo cual ayuda a fabricar esos superricos que forman parte de la cúspide de la pirámide social, ese 1% que se apropia de la mayor parte de la riqueza del mundo.

Particularmente en EE.UU., con cifras conservadoras, el 1% son dueñas de más del 20% de la riqueza total de todos los hogares estadounidenses, o sea, casi el 90% de las familias más pobres, según los economistas Emmanuel Saez y Grabiel Zedman.

En Estados Unidos, ese 1% tiene una industria para satisfacerlo. Por ejemplo, The New York Times patrocinó la Conferencia Internacional del Lujo, que abordó “los retos más críticos del campo de batalla del lujo hoy”, y comentó que con” análisis riguroso y debate transfronterizo” entre ejecutivos en jefe, economistas e íconos del mundo del espectáculo y el deporte, se ofrecieron “cruciales ideas frescas y nuevas estrategias para ganar los corazones y las mentes de consumidores de lujo”.

A la “delicadeza” del Times se le agrega la “lástima” hacia algunos que padecen de culpa por su riqueza, se sienten aislados y hasta discriminados, afirman “terapeutas de ricos”, según un reportaje de “The Guardian”.

Mientras los ricos buscan terapia para abordar sus problemas, uno de cada seis estadounidenses batalla con el hambre, unos 50 millones viven en la pobreza, y las cifras crecen; millones laboran por un salario mínimo que no logra cubrir la canasta básica para una familia, y las deudas de todos se multiplican.

Mientras algunos ricos tienen que ocultarse, millones de pobres son obligados a vivir como invisibles en Estados Unidos.                                           

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