EE.UU.: Establishment en encrucijada

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EE.UU.: Establishment en encrucijada
Fecha de publicación: 
16 Agosto 2020
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Al margen del establishment que, con dudas, aprobó que llegara a ser Presidente de Estados Unidos en el 2016, ahora Donald Trump se enfrenta a una lógica caída de su aceptación en el cargo, todas las encuestas le son desfavorables para volver a reelegirse en noviembre próximo y el país se le sigue cayendo a pedazos por su desacertada política para manejar la pandemia del nuevo coronavirus, que ha contraído la economía en un 33%

Desesperado, ha estado intentando suspender los comicios, alegando situaciones pocas dignas de crédito y que ha encontrado la oposición legislativa, como eso de afirmar que la actual situación pudiera ser propicia para cometer maniobras fraudulentas en lo que concierne a los votos por correo.

Además, indicó que habría que cambiar el sistema respecto a votos populares y electorales, y admitió que no reflejaba el sentir de quienes sufragaban, cuando tal situación le favoreció hace cuatro años, al resultar electo por los votos electorales, a pesar de que su rival, Hillary Clinton, había obtenido cerca de tres millones de votos populares de ventaja.

Y aunque no lo pudo admitir públicamente, pienso que el mandatario también pretende aprovecharse de la extensión de la pandemia, como ha hecho recientemente el régimen golpista de Bolivia, para aplazar la fecha de las elecciones. No es descabellado aseverar que la mayoría de las víctimas fatales, negros, latinos y pobres en general, nunca le habría favorecido con el sufrago.

Ello no es traído por los pelos, porque Trump ha hecho lo indecible para evitar el necesario aislamiento y demoró la compra de insumos médicos, además de perjudicar al alcalde de Nueva York, Mario Cuomo, del Partido Demócrata, cuando solo compró 400 ventiladores de respiración, conociendo que hacían falta falta cerca de 30 000.

Además, el presidente ha sido acusado de hacer desaparecer unos 500 millones de dólares destinados a los diversos tratamientos de la COVID-19, que sigue teniendo a EE.UU: como el centro universal de la infección, con más de cinco millones de contagiados y 169 000 muertes, en ambos casos más de la mitad a nivel mundial. 

METAMORFOSIS

A veces se le endilga equivocadamente el epíteto de fascista a Trump, aunque no es desacertado apuntar que el movimiento que le apoya no está lejos del  tan maligno y criminal como el que llevó a Hitler al poder en Alemania.

Hay que subrayar las características que le diferencian del fascismo. Una es que Trump no creó un movimiento y partido, sino que fue al revés: el movimiento popular antiestablishment creó a Trump. La segunda característica que le aleja del fascismo es que está en contra del Estado (a la vez que lo instrumentaliza para optimizar sus intereses particulares y los intereses del mundo del capital), siendo su postura un liberalismo neoliberal extremo. En realidad, es la expresión máxima del neoliberalismo. 

Definir a tal movimiento como populista es no entender a EE.UU. En realidad, han existido partidos semejantes al Tea Party que tuvieron características parecidas al actual. Nada menos que el término populismo, utilizado por el establishment político mediático para definir cualquier movimiento contestatario, tiene escasísima capacidad analítica para entender lo que está pasando en EEUU (y en Europa). 

En EEUU es un movimiento libertario extremo con características totalitarias semejantes (pero no idénticas) al fascismo que votó unánimemente contra el establishment político-mediático -el Partido Demócrata-, representado por Hillary Clinton, apoyando en su lugar a Trump quien, astutamente utilizó una narrativa antiestablishment, presentándose como la alternativa. 
Definir este fenómeno como populismo tiene poco valor explicativo. Es lógico que el establishment político-mediático lo defina como tal, pues es la manera de caricaturizarle, dificultando su comprensión, pero no tiene ningún valor ni científico ni explicativo, pues dificulta la comprensión del fenómeno que se analiza.

En realidad, la evidencia apunta a que el establishment político-mediático estadounidense tampoco entiende lo que está pasando en aquel país. Su obsesión con la figura de Donald Trump, sin analizar y actuar sobre las causas de que casi la mitad del electorado le votase, es un indicador de ello. Y la respuesta del Partido Demócrata a este hecho es dramáticamente insuficiente: sus propuestas son continuadoras de las que propusieron las últimas administraciones de tal partido (Clinton y Obama), sin que haya incurrido en la más mínima autocrítica. 

De todas maneras, Trump hizo posteriormente todo lo que siempre quiso el establishment, para mantener el poder, sin importar el incumplimiento de las promesas a quienes le llevaron al poder, además de crear un sistema que propugna el racismo, pone en práctica métodos de asalto, arraiga el supremacismo blanco y utiliza a tropas federales para intimidar a gobernantes estaduales demócratas a quienes considera liberales, con el fin de frenar los masivos movimientos contra el racismo y hasta impedir, con la represión a periodistas, la divulgación de las informaciones al efecto.

De todas maneras, ello crea una situación que mantiene al establishment en una encrucijada, que tendría que eliminar a Trump por un candidato ya conocido del sistema Joe Biden, quien, no obstante, presenta en esta ocasión un programa acorde al momento y no favorable para los intereses de algunos entes integrantes del 1% que controla los intereses de la Unión.

 

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