EE.UU., siempre lobo: Latente amenaza imperial

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EE.UU., siempre lobo: Latente amenaza imperial
Fecha de publicación: 
30 Mayo 2024
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Cada vez que un gobierno norteamericano dicta alguna medida respecto a Cuba, puede ponerle el cuño que será perjudicial en un 99% y el restante contendrá alguna que otra variante para tratar de escindir la valiosa arma moral de la unidad, que mantiene viva a la Revolución pese al criminal bloqueo de más de seis décadas.

Incluso la más reciente decisión del gobierno de Joe Biden de facilitar el desarrollo de los comerciantes privados en Cuba tiene como objetivo la escisión de la ciudadanía e incrementar las diferencias actuales que, a pesar de ello, serán aceptadas.

Medidas de ese estilo, para beneficiar a la fuerza comercial privada, estuvo entre los planes de Barack Obama cuando decidió cambiar el fracasado y cruel estilo de la confrontación por la persuasión, estableciendo relaciones diplomáticas, aunque el aplastante bloqueo siguió en vigor en desafío a todo el muino (excepto Israel) y el turismo norteamericano siguió prohibido.

Luego llegó Trump, y aunque mantuvo las relaciones diplomáticas, fortaleció el bloque con centenares de medidas que Biden mantuvo, a pesar de prometer tres veces en su campaña de candidatura que las iba a eliminar, toda una complacencia con la gusanera miamense, constantemente halagada por su vicepresidenta -mezcla de negra y asiática.

DESDE EL PRINCIPIO

En Cuba, Kennedy heredó la política de Eisenhower de bloqueo y planes formales de derrocar al gobierno cubano, y, con rapidez, los intensificó con la invasión de la Bahía de Cochinos o Plata Girón. 

El fracaso de la agresión causó histeria en Washington, que aprovechó a los liberados por compotas para darles tareas de sabotajes, ataques a pescadores y sus familiares, asesinatos de brigadistas alfabetizadores y sus alumnos campesinos y mantener bandas armadas en el Escambray y Matanzas, además de secuestrar barcos y aviones civiles y lanzar desde avionetas octavillas contrarrevolucionarias.

Kennedy admitió en privado, no sin razón, que los aliados de Estados Unidos pensaban que la cuestión de Cuba había llevado a la histeria al gobierno estadounidense.

Lanzó una campaña terrorista para llevar los horrores de la Tierra a Cuba, según la frase de su consejero, el historiador Arthur Schlesinger, en referencia al proyecto asignado por el Presidente a su hermano Robert.

Así se llegó a poner al mundo al borde de la destrucción y, después que la crisis de los misiles pasó fueron reanudados los ataques terroristas y los intentos de la CIA por asesinar a Fidel.

LISTA MANTENIDA

Cuba se mantuvo en una lista de países terroristas y luego que Kennedy hizo esbozos para cambiar en algo la situación, con protestas de la gusanera y malestar de las agencias de espionaje, fue asesinado.

Su sucesor, Johnson, relajó en algo el terrorismo que, sin embargo, continuo durante la década de los ’90. Pero no permitió que Cuba viviera en paz.

Mucho más se requiere escribir sobre este tema, nada nuevo en la política norteamericana contra Cuba, como cuando Theodore Roosevelt la calificó de “infernal pequeña república cubana”, al desahogar su furia por la resistencia de Cuba a aceptar la invasión de 1898 para bloquear su liberación ante España y convertirla en una virtual colonia.
 

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