La Otra Historia: El horno no estaba para galleticas autonómicas
La primera vez que vi la película Baraguá fue en el cuarto de mis abuelos en unas vacaciones de mi infancia. Recuerdo el encuentro con esta película con añoranza y a la vez cercanía. Fue un día aburrido, yo me senté en el sillón de mi abuelo, la brisa entraba por la ventana grande de atrás, descubrí ese filme histórico cubano y el tiempo se me fue volando. Al comienzo de la cinta, yo conocía el tema, tenía entonces algo más de 10 años y el hecho histórico de la Protesta de Baraguá ya me lo habían impartido en Historia de Cuba de quinto grado. Desde luego, te conmueve más ver un filme con la representación del hecho a una clase impartida en la que te explican los acontecimientos.
Baraguá es una insigne película histórica cubana dirigida por José Massip. El filme recrea el contexto histórico, antecedente de la Protesta de Baraguá, donde se aprecia a un Arsenio Martínez Campos interpretado por Nelson Villagra y un regio Mario Balmaseda que actúa del General Antonio Maceo.
En la escena de esta película sobre la Protesta de Baraguá -muy popular entre los cubanos- se observa a un Martínez Campos sentado en una hamaca en medio de la manigua. Desde su exposición, narra el contexto de ese momento, como cuando se refiere a la actitud de Vicente García. Destaca el sacrificio de los mambises y la muestra de tenacidad de los cubanos por su independencia. Su propuesta es que unidos españoles y cubanos levanten al país, sumido en la destrucción por la larga guerra y marchen juntos por el progreso. Pide presurosamente que le entreguen las bases del Pacto del Zanjón para mostrárselas al General Maceo.
En respuesta, Antonio Maceo de pie e intransigente explica que sus fuerzas están en total desacuerdo con el Pacto del Zanjón por no contemplar los dos propósitos de la lucha cubana: la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud, por las que han luchado por diez años. Ante la insistencia del general español responde: “Guarde usted ese documento, no queremos saber nada de él”.
Los dos contrincantes de la gesta, la metrópoli española en la figura de Martínez Campos y la colonia cubana en el general mambí Antonio Maceo, se enfrentan de pie, frontalmente, demostrando las vigentes contradicciones colonia-metrópoli, que para el año 1878 continuaban intactas e iguales al año 1868. Para finalizar, ante la pregunta del general español ¿Entonces, no nos entendemos?
responde firmemente Maceo: No, nos entendemos. Así, manifiesta la parte más heroica de los mambises, que sin independencia, ni abolición de la esclavitud no nos entendemos con la metrópoli. Ello demuestra la intransigencia revolucionaria de algunos mambises, que procedían de capas más humildes, tropas que alcanzaron una radicalización revolucionaria durante la guerra.
Entonces, un enfurecido Martínez Campos se marcha a caballo sin convencer a Maceo. El final es magnífico, con la magia de la banda sonora que se escucha cada vez más fuerte, transmitiendo patriotismo y ansias de lucha por la independencia. Esta escena refleja como el hecho se conoce en el imaginario popular cubano, basado en los datos que registra el testimoniante Coronel Fernando Figueredo en su libro La Revolución de Yara.
En cuanto a la trama histórica refleja el año de 1878, donde las tropas mambisas llevaban diez largos años enfrentándose al ejército español con más recursos de impedimenta, mejor organización militar y mayor poder político. El largo período de lucha y las duras adversidades ante un enemigo más fuerte originaron un resquebrajamiento en la moral combativa de los soldados mambises, los cuales comenzaron a desear la paz. También, se sumó la falta de una dirección consolidada, con la muerte de sus dos principales líderes Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte. Los errores cometidos durante la gesta guiados por las discrepancias personales como: la preponderancia de un aparato civil inoperante en medio de una guerra; las indisciplinas militares; los dañinos caudillismo y regionalismo. En su conjunto, todos estos elementos causaron la desunión y la desorganización de las tropas mambisas.
Este escenario se vislumbra en la actitud del polémico Vicente García, que para el año de 1878 lo nombran presidente de la República en Armas. Él fue el primer sorprendido, dado sus pésimas relaciones con la cámara de representantes. Solo se explicó la elección en sus propias palabras, para que “la República muriera en sus propias manos”. La asamblea constituyente se ocupó de las primeras gestiones para la firma del pacto de paz. Cuando llega García al Camagüey se entrevista con Martínez Campos y le expone a las tropas –en ese momento reconocido como pueblo- que la propuesta del general español no incluía la independencia. Las tropas agotadas decidieron como mejor opción cesar la guerra. De esta manera, el 10 de febrero de 1878 se firma en San Agustín del Brazo el conocido Pacto del Zanjón.
Al día siguiente, el caudillo Vicente García regresó a Las Tunas, donde se reorganizaban las tropas para reiniciar otra campaña militar contra las tropas españolas. En cambio, el León de Las Tunas no impidió los sucesos en el Camagüey. Para mí, fue una muestra de su carácter caudillista, al no avizorar que si se firmaba un pacto de paz en Camagüey y se acababa la guerra en Cuba, no podría continuar su lucha en su patria chica, las Tunas.
El marcado carácter regional singulariza a la primera gesta independentista, ejemplificada en las diferencias entre las regiones de Camagüey y Santiago-Guantánamo. En la región de Santiago- Guantánamo, dirigidas por Antonio Maceo no había resquebrajamiento de la moral, ni indisciplina en las tropas, ni factores de desunión, pues se había mantenido alejados de los conflictos de la guerra.
Por la geografía del terreno de operaciones lograban una agricultura de subsistencia, existían comunicaciones con el exterior mediante Jamaica y se mantenían combatiendo en toda la región.
En el imaginario popular queda la idea de que los orientales tuvieron una actitud de estoicismo. Ciertamente, por las características de su región, les asombró la decisión del resto de los territorios de rendirse ante las adversidades. Por ello, Antonio Maceo acordó una tregua para entrevistarse con los oficiales del resto de las regiones y saber quiénes mantenían la decisión de continuar en combate. Además, concilió una entrevista con Martínez Campos para el 15 de marzo, que trascendió como la Protesta de Baraguá ante la firma del pacto de paz y le dio empuje político al movimiento revolucionario para continuar. En esta entrevista se comunicó que dentro de 8 días, el 23 de marzo se rompía el corojo y continuaba la lucha en la zona. Con el objetivo de reavivar la lucha anticolonial, se reorganizan las tropas mambisas, se redacta la Constitución de Baraguá, aunque este intento duro muy poco tiempo.
El hábil político Martínez Campos utilizó el panorama desfavorable de la gesta para los mambises para la conformación de su campaña de pacificación, la cual provocó más resquebrajamiento y .firmó el pacto de paz en el enclave más débil de la República en Armas, donde existían mayores adversidades materiales, rencillas y desorganización. Además, uso a su favor la incomunicación entre las regiones, al plasmar en las bases del Pacto que se extendía lo pactado a todo el país. Cuando era de su conocimiento que todas las regiones no tenían la misma situación de lucha. Pero, que proponía expresamente el Pacto del Zanjón. Según el historiador Oscar Loyola, se sintetizan en estas ideas:
Concesión a Cuba de las mismas ventajas de que gozaba Puerto Rico. Las ventajas consistieron en mejoras en la administración interna y el sistema electoral, las cuales fueron derogadas antes del pacto.
Olvido de lo pasado entre cubanos y españoles.
Los esclavos y colonos chinos, miembros del ejército mambí quedaban libres. Primer paso hacia el largo camino de la abolición de la esclavitud en la Isla.
Lo pactado se consideró válido para las tres regiones en lucha.
En la historia conocida de la firma del Pacto del Zanjón y la Protesta de Baraguá falta un matiz poco conocido. Cuando Martínez Campos estaba frente a Maceo y demás patriotas, no engañaba a los mambises, más bien lo engañaron a él. Cuando Arsenio Martínez Campos defendió las ideas del pacto de paz ante el Titán de Bronce – también ante Ramón Leocadio Bonachea en la Protesta de Jarao en el centro del país- creía sinceramente que se cumplirían.
Martínez Campos no consideraba a Cuba lista para su independencia, pero en cambio sí apostaba por su autonomía como una provincia española. Al culminar la gesta, desde la conformación de su nuevo gobierno en España se lanzó en su campaña para cumplir las promesas del pacto. Sus reformas coloniales tuvieron la fuerte oposición de Francisco Romero Robledo y un grupo significativo, que no quería ningún tipo de transformación en el sistema colonial. Para agravar su situación, durante su gobierno estalla la guerra chiquita y lo único que pudo lograr fue una moderada “ley de vientres libres”.
Tras bambalinas, Antonio Cánovas del Castillo, anterior jefe de gobierno en España, le propuso al rey que formara gobierno con el entonces popular Martínez Campos. Cánovas sabía de antemano que en la metrópoli “el horno no estaba para galleticas autonómicas”. Esta frase de la investigadora Áurea Matilde Fernández, explica que Cánovas encaminó al general Martínez Campos a la derrota y lo dejó fracasar. Ello motivó fuertes discrepancias entre ambos, que culminaron con la dimisión de Martínez Campos en diciembre de 1879, su renuncia al Partido Conservador y el regreso de Cánovas a su anterior cargo.
Este dato no convierte al General Martínez Campos en un héroe de Cuba, ni defensor de nuestra autodeterminación, para nada. Él es un político y militar español, que defendió ante todo los intereses de su patria hispana. Él consideraba a la autonomía como el mejor camino. Indiscutiblemente, él pensó engañar al pueblo cubano con la autonomía o concebir su independencia de manera más pausada. Esta estrategia de Martínez Campos era, sin dudas, un golpe inteligente.
Lo muy cierto es que Martínez Campos es de las figuras más inteligentes en la historia de España. Su astucia y sagacidad la demostró en varios conflictos como: los alzamientos cantonalistas, la guerra carlista y la gesta independentista en Cuba. Por lo cual, fue reconocido en su país como gran estratega militar, político y pacificador.
Si las promesas del Zanjón se hubieran cumplido, si se le hubiera dado autonomía a la isla en ese momento y no en fecha tan tardía como en 1898, la historia de Cuba y su relación con su metrópoli ibérica hubieran sido diferentes. Sin embargo, no cabe especular, al final sucedió lo que ya ocurrió.
Cuando no se pudieron hacer realidad las promesas de autonomía para Cuba, defendió que era un error político de España, pues Cuba no iba a dejar de lanzarse a la guerra hasta que no obtuviera su independencia. Este análisis nos lleva a otro cuestionamiento, qué ocurre con el desoído General Martínez Campos cuando –como él avizoró- estalla nuevamente la guerra en Cuba en 1895. Pero esa es otra historia…
Pd. Recomiendo la lectura de estas fuentes pata profundizar en el tema, varias las emplee en esta columna:
- Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales (1868-1898) de María del Carmen Barcía, Gloria García y Eduardo Torres Cuevas.
- Historia de Cuba 1492-1898 de Eduardo Torres Cuevas y Oscar Loyola.
- Historia mínima de España de Aurea Matilde Fernández Muñiz
- La Revolución de Yara de Fernando Figueredo
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Carlos de New York City
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