La otra historia, que aquí comienza
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Cuenta la sabiduría popular que una mentira repetida varias veces puede convertirse en una verdad. La sapiencia explica de esta manera las dudosas fuentes de un rumor que al repetirse suele tomarse por verdadero. Tal como ocurre en la cotidianidad de nuestra existencia, en la historia de la humanidad también varios hechos que se dan por verídicos, no son completamente ciertos. La razón es lógica y puede parafrasearse de manera sencilla con una conceptualización primigenia de que es la historia: la historia no es más que el decursar del hombre en un espacio y tiempo determinado. El espacio y el tiempo son las principales categorías de la historia, pues sin ellas no se puede localizar, contextualizar, describir y explicar al principal objeto de estudio de la historia: el hombre. El mismo hombre que a lo largo de su vida da por sentado aquello que le relatan sus coterráneos y a su vez repite a otros lo que ya le contaron.
Esta repetición de lo ya acontecido nació cuando el hombre logró comunicarse tanto en la pintura rupestre, la tradición oral, los jeroglíficos egipcios o los tallados en piedra, por la necesidad humana de recordar y salvaguardar el pasado, de registrar la evolución y desarrollo de sí mismo y de su comunidad. En estas coordenadas con el decursar del tiempo surgió como necesidad social para la humanidad la ciencia histórica, para investigar, descubrir y dar a conocer la versión más justificada y verídica de lo que ocurrió. Por ello, los historiadores son tan negados a asumir rumores. A los hechos, las verdades de Perogrullo hay que cuestionarlas hasta encontrar la verdad, que nunca será absoluta, pero si puede acercarse a la realidad. Además, hay que triangular diversas fuentes para conciliar entre ellas lo que coincide y obtener de esta manera la versión más certera. Así mismo, los hechos en sí no dicen nada y se deben tener en cuenta las interpretaciones y valoraciones de sus protagonistas e investigadores porque cada autor le impregna su juicio a los sucesos, y su interpretación depende de su afiliación ideológica política y su condición socioeconómica.
A partir de estas razones, podemos cuestionarnos la franqueza de hechos concretos en la historia de Cuba que perviven en el imaginario popular como: ¿Perucho Figueredo compuso el himno nacional sentado en la montura de su caballo en medio de la algarabía del pueblo bayamés o realmente solo la recordó y escribió para los presentes? ¿El General Arsenio Martínez Campos engañó a Antonio Maceo al presentarle las promesas –posteriormente incumplidas- del Pacto del Zanjón el día de la Protesta de Baraguá o Martínez Campos también fue vilmente engañado por el gobierno metropolitano? ¿El Brigadier Julio Sanguily fue realmente secuestrado mientras se recuperaba de la convalecencia de una herida de guerra o serán ciertos los otros rumores, hasta de que pudo haber sido espía de los españoles? ¿Los presidentes títeres y entreguistas de la república neocolonial les regalaron los grados militares en la manigua o cómo llegaron a ser tan corruptos? ¿El pueblo cubano en su totalidad fue engañado por los americanos con la Resolución Conjunta o varios patriotas alertaron el peligro?
Pudiera continuar enunciando interrogantes, pues existen varios hechos que se narran de una manera y son de otra en la historia de nuestro país. Las anécdotas, leyendas y mitos sustituyen, en la imaginación popular, lo realmente acontecido por resultar más interesante, magnificente y extraordinario que la realidad. Sobreviven en la memoria de los pueblos porque destacan los valores de la valentía, astucia, intransigencia, independencia y tantos otros.
También, hay personajes históricos de los que no se abunda en la memoria histórica, por ejemplo por su lejanía temporal como el fray Bartolomé de las Casas y su obra Historia de las Indias. En el mismo sentido, otras personalidades son recordadas como José Antonio Saco por su postura contra la anexión y no se generaliza tanto su Memoria de la vagancia en Cuba, un estudio sobre la sociedad cubana con una asombrosa vigencia. Además, existen los casos de figuras controversiales valoradas por sus aspectos negativos y borradas sus virtudes y méritos, el caso más popular es Vicente García, pero hay en esta lista numerosa otros nombres como: José de Jesús Monteagudo o Tomás Estrada Palma. En cambio, es meritoria la cantidad de personajes que no trascienden en la historia nacional, recordados solo en sus regiones y localidades por la labor de algún historiador, que da a conocer lo poco o mucho sobre dicha figura.
Este escenario sobre las personalidades históricas, ocurre igual con hechos e instituciones a lo largo y ancho de nuestra Isla. En la historia contada se encuentran olvidos, omisiones, silencios, que resultan útiles ser completados o al menos comentados y profundizados. Tanto es así, que emergen otras interrogantes: ¿Qué ocurrió en La Mejorana y cómo se perdieron las páginas, sobre esos días, del diario de campaña de Martí? ¿Cómo Máximo Gómez supo que los soldados que enfrentaba en Mal Tiempo eran quintos, soldados sin experiencia? ¿A José Martí lo intentaron envenenar y cómo pudo salvar la vida? ….
Esta columna, llamada La otra historia, se centra en develar la versión más certera de los hechos ficcionados que perviven en el imaginario popular cubano. También, en revelar otros sucesos de nuestra historia patria de los cuales se conoce poco o casi nada. Además, en rescatar hombres y mujeres de nuestra historia olvidados, mal valorados e invisibilizados. La historia no descubierta, la mal contada, la no divulgada y tantas otras, que aquí comienzan.
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Carlos de New York City
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