TEMPORADA DE DANZA: La alegría de la vida (+FOTOS)

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TEMPORADA DE DANZA: La alegría de la vida (+FOTOS)
Fecha de publicación: 
17 Mayo 2025
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Imagen principal: 

Fotos: Yuris Nórido 

El Ballet de Montecarlo regresó a la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba con Core Meu, una obra del prestigioso coreógrafo Jean-Christophe Maillot que marca un punto de giro con respecto a la propuesta que hace diez años cautivó al público habanero: Cenicienta. Aquella era una pieza mucho más compleja en lo coreográfico, rica en matices narrativos y estructurales. Quienes la recuerdan quizá hayan sentido en Core Meu una menor intensidad dramática, pero probablemente también una energía diferente: pirotécnica, catártica, capaz de convocar otras emociones desde el goce y la visceralidad del movimiento.

En Core Meu, Maillot no busca recrear una historia aristotélica (aunque aquí y allá la sugiere) ni exponer una narrativa cerrada. Se trata más bien de una celebración que funde la técnica académica del ballet, incluidas las puntas, con la energía de las danzas populares del sur de Italia, particularmente la tarantela. La estilización que propone no niega su raíz, sino que la transforma con respeto y audacia, hasta hacerla dialogar con los códigos de la danza contemporánea. Es un ejercicio de apropiación y renovación cultural, una simbiosis feliz entre lo ancestral y lo moderno.

El resultado escénico es un entramado dinámico de formaciones y alternancias: el cuerpo de baile lleva el pulso general, mientras los solistas se suman o se desprenden, marcando acentos, abriendo espacios, creando texturas. Aunque no hay una narrativa tradicional, sí se sugieren momentos de tensión, de expansión o recogimiento emocional, en un flujo que se acerca a lo ritual. La danza se despliega como celebración y como impulso vital, sin necesidad de anclarse a un argumento explícito.

El clímax de la obra es un canto a la alegría colectiva, al espíritu primigenio de la danza como ritual de pertenencia y exorcismo. En esos pasajes finales, dominan las formaciones en círculo, símbolo universal de comunión y continuidad. Es un gesto coreográfico que remite a la danza tribal, a las romerías, a las fiestas populares que cruzan culturas y tiempos. Y sin embargo, bajo la guía de Maillot, todo adquiere una medida escénica, un lenguaje escénico que no deja de ser sofisticado, aunque no recurra a la complejidad narrativa del ballet tradicional.

La música en vivo del grupo de Antonio Castrignanò aporta un componente esencial al espectáculo. Su riqueza rítmica y melódica, profundamente enraizada en la tradición mediterránea, amplifica el sentido celebratorio de la obra. No se trata solo de acompañamiento, sino de un diálogo permanente entre sonido y cuerpo, entre lo que vibra en el aire y lo que se expresa en la escena. Esa presencia musical eleva la pieza a una experiencia total.

Core Meu es una propuesta que contagia. Desde el primer momento, se percibe una energía vibrante que traspasa la cuarta pared e invita al espectador a sumarse a la fiesta, al rito, al júbilo compartido. No es una obra para la reflexión introspectiva, sino para dejarse llevar, para permitir que el cuerpo también sienta el impulso de moverse. Esa es, sin dudas, una de sus mayores virtudes.

La presencia del Ballet de Montecarlo en La Habana confirma, una vez más, la relevancia de esta ciudad como plaza esencial para la danza escénica a nivel internacional. La oportunidad de asistir a una función de este calibre, con intérpretes de primer nivel y una propuesta artística que conjuga virtuosismo, tradición y contemporaneidad, es un lujo para los amantes del arte. 

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