Sueño y ejercicio: dos inesperados aliados
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Foto. tomada de xataka.com
Durante décadas, la solución para quienes padecen insomnio se ha repetido: una pastilla antes de dormir.
Esa ha sido la salida más rápida, aunque de dudosa eficacia a largo plazo. La ciencia, sin embargo, comienza a cuestionar este camino y ofrecer una alternativa que, paradójicamente, siempre estuvo al alcance de la mano: mover el cuerpo.
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Un reciente metaanálisis publicado en BMJ Evidence-Based Medicine confirma que el ejercicio físico no solo mejora la calidad del sueño, sino que puede ser más efectivo que los tratamientos farmacológicos para quienes sufren insomnio crónico.
El hallazgo es relevante porque no consiste en la simple recomendación genérica de “hacer deporte”, sino identifica cuáles prácticas resultan más eficaces y qué beneficios concretos aportan.
Yoga, caminar o trotar suavemente y el Tai Chi se perfilan como los tres grandes aliados del descanso nocturno.
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El caso del yoga es particularmente revelador. Más allá de la imagen estereotipada de relajación y flexibilidad, esta disciplina favorece procesos neuroquímicos medibles, como la liberación del neurotransmisor GABA, asociado a la calma y la reducción de la ansiedad.
Los sujetos analizados no solo duermen más tiempo —hasta casi dos horas adicionales por noche, según los estudios—, sino que lo hacen con un sueño más profundo y continuo.
En una sociedad marcada por el estrés y la hiperconectividad, no sorprende que el yoga emerja como una especie de medicina silenciosa también para el insomnio.
Caminar o trotar suavemente, por su parte, apunta a otra arista del insomnio: las secuelas diurnas. El mal humor, la falta de concentración y la fatiga que arrastran los insomnes encuentran alivio en esa sencilla actividad.
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La explicación tiene que ver con el gasto energético, la regulación del cortisol y el favorecimiento del sueño profundo.
El tercer ejercicio recomendado, el Tai Chi, introduce una dimensión distinta: la del largo plazo. Sus beneficios no se limitan a mejorar la calidad del descanso inmediato, sino persisten incluso uno o dos años después de iniciada la práctica.
La clave está en cómo esta práctica milenaria regula el sistema nervioso autónomo y reduce la inflamación, generando un terreno fértil para el sueño sostenido.
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Claro está que no se trata de sustituir a ciegas los tratamientos médicos, sino de repensar la forma en que es enfrentado un problema que afecta a millones y para el cual el ejercicio ofrece una respuesta integral, accesible y sin efectos secundarios.
Elegir entre yoga, caminar o practicar Tai Chi dependerá de las necesidades y posibilidades de cada quien.
En última instancia, este hallazgo recuerda que el cuerpo humano es un sistema capaz de autorregularse cuando se le da la oportunidad. Y, en este caso, movernos puede ser el primer paso para “pescar” el sueño.
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