PENSANDO Y PENSANDO: Cuestión de inteligencia

especiales

PENSANDO Y PENSANDO: Cuestión de inteligencia
Fecha de publicación: 
29 Septiembre 2025
0
Imagen principal: 

La Inteligencia Artificial (IA) se ha convertido en una herramienta de indudable utilidad para múltiples ámbitos del conocimiento.

Negarse a explorar sus posibilidades sería tan absurdo como haber rechazado en su momento la imprenta, la electricidad o internet.

La IA forma parte del curso natural de la evolución científica y técnica de la humanidad, y su integración en la vida cotidiana es, en muchos sentidos, inevitable.

No se trata de una moda pasajera, sino de un salto cualitativo en las formas de acceder, procesar y representar información.

Sin embargo, toda aceptación debe ir acompañada de una reflexión crítica sobre sus verdaderas capacidades.

La IA es un campo en constante transformación, y lo que hoy parece asombroso puede ser superado mañana. Por eso, el desafío no está solo en utilizar esta tecnología, sino en comprenderla, identificar sus alcances reales y sus limitaciones, sin endiosarla ni satanizarla.

Este es un debate que exige madurez intelectual y ética.

Es crucial entender que el desarrollo de la IA no implica necesariamente la suplantación de los procesos humanos de pensamiento o creación: la sensibilidad, la intuición, la experiencia vivida y la subjetividad son elementos constitutivos de la producción humana —en el arte, la ciencia o cualquier otra área— que la IA no puede replicar en su totalidad.

Puede imitarlos, puede generar aproximaciones, pero no experimenta ni crea desde la conciencia... porque carece de ella.

En este sentido, resulta preocupante la actitud de ciertos usuarios que asumen a la IA como un sustituto del pensamiento crítico.

Estas personas delegan en los algoritmos tareas que exigen comprensión, criterio y valoración.

Usar la IA como atajo para evitar el trabajo intelectual no solo empobrece la calidad del conocimiento producido, sino que genera una falsa idea de competencia: saber usar una herramienta no es lo mismo que saber pensar.

La IA puede ser muy eficaz para buscar información, contrastar fuentes, establecer relaciones entre conceptos o facilitar una redacción inicial.

Sin embargo, no puede asimilar ese conocimiento, ni dotarlo de sentido dentro de un contexto humano.

Solo el sujeto pensante —con sus preguntas, dudas y certezas— puede otorgar verdadero valor a los contenidos que maneja.

Sin ese componente, la IA no pasa de ser una máquina sofisticada.

Tampoco puede la IA experimentar la emoción de una lectura literaria, el estremecimiento ante una metáfora o la resonancia interior de un poema.

Como se ha dicho muchas veces: podríamos verla como una gran enciclopedia: útil, informativa, incluso sorprendente. Pero las enciclopedias no sienten, no interpretan, no sueñan.

Y habría que recordar que apropiarse de contenidos generados por otros —ya sea por humanos o por máquinas— sin reelaborarlos, es plagio.

No se trata solo de una cuestión legal, sino también ética.

En definitiva, asumir la IA como una herramienta poderosa no significa entregarle el timón del pensamiento. Como en toda evolución tecnológica, el reto no está en la máquina, sino en el uso que los humanos hacemos de ella.

La inteligencia sigue siendo un asunto esencialmente humano. El rol protagónico en la creación, la interpretación y la gestión del conocimiento es nuestro.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.