Juegos Olímpicos de Tokio: Pandemia y entramado clasificatorio de rankings
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Coronavirus, Juegos Olímpicos de Tokio, horizonte competitivo, sistemas de clasificación, rankings… Cuba.
Pudiera parecer un tanto complejo conjugar o hilvanar de forma consecuente todos esos vocablos, pero la realidad impuesta por 4el Sars Cov-2 nos impone reflexionar al respecto, máxime cuando se aproxima cada vez más el inicio de los juegos y el panorama aún permanece gris en no pocas disciplinas, si de completar los cupos de inscripción y agraciados se trata.
No le podemos volver la espalda a varios fenómenos: el primero de ellos la inactividad competitiva que durante meses golpeó como contundente gancho a todo el entramado deportivo universal.
El arranque fue tenue, y progresivamente, a medida que nos vamos acercando a la hora cero se han ido incrementando los escenarios de confrontación y posible cualificación, con un matiz tenue, forzado en no pocos casos, e inmersos en una especie de crucigrama donde sedes y fechas han hecho las horizontales y verticales.
Lógicamente para las naciones tercermundistas, entre ellas La Mayor de las Antillas el escenario se torna aún más complejo.
No es secreto que la infraestructura de preparación de nuestros preseleccionados olímpicos (unos 184 atletas la componen), en muchas disciplinas carece de la calidad óptima. A eso debemos sumarle en en no pocas ocasiones un horizonte limitado de exigencia para aquellos que tienen la gracia de pertenecer o coquetear con la élite en sus respectivos deportes.
Cuarentena, reordenamiento de planes de entrenamiento, interrupciones en la preparación por uno u otro motivo, también se han convertido en enemigos poderosos para los nuestros, quiénes han hallado en las bases de preparación o sistemas de burbuja, ya sea en casa o extra fronteras, una suerte de bálsamo con el cual intentar alcanzar su nivel, notoriamente disminuido igualmente ante las muy escasas o nulas opciones de fogueo de nivel que han existido.
En este primer disparo nos acercaremos al sistema de clasificación por ranking que poseen no pocas disciplinas.
Acumulan en varias de ellas para dicho escalafón el performance progresivo de los atletas en diferentes eventos de nivel durante el ciclo olímpico, o los dos últimos años en otras.
Judo, esgrima, atletismo, levantamiento de pesas, taekwondo, triatlón, ciclismo… entre otras se rigen por este sistema para otorgar sus pasaportes. Otras como el boxeo, la lucha, el canotaje, pentatlón moderno, tiro deportivo y con arco, la gimnasia artística, la natación y el clavados emplean un sistema híbrido en el cual planifican certámenes clasificatorios que a su vez otorgan puntuación y ese aval en un momento determinado pudiera ser tenido en cuenta.
Otras, sencillamente se valen por lo que los deportistas sean capaces de rendir en la arena.
De vuelta a los nuestros, pienso en varios deportistas que ciertamente cuentan con la calidad suficiente para haber concursado en Tokio y que no lo harán, así como otros que a estas alturas están en la delgada línea roja de la duda.
Recientemente el vicepresidente del Inder Ariel Saínz ratificó a Radio Rebelde que Cuba pretendía asistir a Tokio con una delegación cercana a los 80 atletas, o superior si en definitiva el voleibol de playa y el béisbol lograsen hacer el grado.
Por solo citar algunos pudiéramos volver la mirada a los Taekwondocas José Ángel Cobas o Yamitsi Carbonell, ya privados de poder medirse; lo difícil que lo tienen el badmintonista Osleni Guerrero; los esgrimistas Yunior Reytor y Yamilka Rodríguez (a pesar del Campeonato panamericano con calidad de preolímpico continental); la triatleta Leslie Amat, los halteristas Ludia Montero, Marina Rodríguez, Olfídes Sáenz y Arley Calderón; y más recientemente, ante el nuevo aplazamiento de la Copa del mundo y clasificatorio de clavados, la duda acecha a Anisley García y Jeinkler Aguirre.
Lógicamente, para los nuestros el hecho de tener muchas menores oportunidades de comparecer en lides punteables de categoría, que por demás casi siempre se efectúan en naciones europeas o asiáticas, con mayor desarrollo e infraestructura más idónea para cumplir con los estrictos protocolos sanitarios en este caso, las posiciones en dichos rankings de inicio son desfavorables y no siempre reflejan 100% su calidad real.
Los exponentes del judo lo sufrieron recientemente en su gira por el Viejo Continente, imposibilitados de competir por causa del Coronavirus y otros agentes externos, y en consonancia, sin la opción de agenciarse valiosísimas unidades para sus respectivos escalafones divisionales. Principalmente Arnaes Odelín (57 kg), y Andy Granda (+100).
De hecho, Magdiel Estrada (73) y Orlando Polanco (66), pugnan en busca de entrar vía directa luego del Panamericano, o aferrarse al denominado pasaporte bajo la nomenclatura de cuota continental.
Realmente es desigual el panorama de los rankings, no solo para los antillanos, sino también para muchos otros deportistas de países pobres o tercermundistas que igualmente sueñan con desfilar en el estadio olímpico de Tokio, con representar a su nación, darlo todo por su bandera en la meca universal del músculo.
Otra pincelada: esta desventaja de huella ranking arrastrará para los que logren inscribirse un sedimento en no pocos deportes a la hora de establecer los denominados sorteos o pareos, que dictarán el punto de partida competitivo para muchos.
Ni Jeinkler ni Anisley, quienes no compiten en un torneo internacional de calibre prácticamente desde los Panamericanos de Lima están en igualdad de condiciones que muchos de sus tentativos oponentes, tampoco Leslie, ni Osleni, ni siquiera los judocas, que poseen una ruta crítica competitiva anual un tanto más estable.
Esa es la realidad que ha impuesto el Coronavirus. Una pandemia con expresión en todas las esferas sociales, que ha impuesto un nuevo orden global y que aún se resiste a perder su combate, más que extendido a regla de oro.
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