Copa América: Luz en el corredor de Messi y la encrucijada de mi alma (+Fotos)
Desde el cielo hay un diez que sonríe. Maradona, entre los ángeles, ha encontrado sosiego en la noche del sábado, cuando Messi besó la Copa América una y otra vez, cuando ahogó un grito de Campeones AARGENTINA!!!! Cuando se abrazó con “el fideo” Di María, Lautaro o el propio Neymar Jr.
El fútbol tiene que ser agradecido, por la pujanza, por la bendición de habernos puesto a vivir en la era Lionel Messi, por su sonrisa después de tantos cuestionamientos y sendero tortuoso, por su imagen de romance con la Copa, y por el hecho de que sus botines lo han intentado hasta la saciedad.
Dicen que Messi se lo debía, pero un jugador que prácticamente lo ha ganado todo, rey del Olimpo, recordista en una temporada con 90 goles, conductor de una argentina dispersa y desconectada a la final del Mundial de Brasil 2014.
Sí, puede que se lo debiera, pero en el fondo de sus entrañas, por saborear ese éxtasis del triunfo, por ver sus lágrimas de redención desandar su chamarreta albiceleste… me gustaría creer que el fútbol se lo debía a Leo.
Quiso el destino que no pudiera disfrutar del partido, bueno, el destino y el fluido eléctrico. Mi agonía celular en mano crecía a medida que corrían los minutos. Confieso que tuerzo por Brasil, pero también soy culé hasta la médula y simpatizo con Messi, con esa afición pura, que emana de los latidos del fútbol.
Podrán comprender la agonizante crisis existencial vivida cuando me senté delante del televisor. Podrán entender entonces mi mezcla de furia y aprobación cuando Di María marcó el gol tras un error imberbe de la saga auriverde.
Podrán entender mi soberbia cuando la corriente desapareció y con ella el goce pleno de un partido como ese en el mítico Maracaná… otra historia gris para Brasil, luego de la de 1950 y 2014, otro intento de celebración fallido luego de 90 minutos albergando un atisbo de esperanza y siguiendo el porcentaje de batería y los segundos como si en ello me fuese la vida.
No vi en definitiva el partido, más allá del minuto 21. Lo hubiese deseado, como todo el que sangra balompié. Hablábamos de uno de los duelos soñados de este deporte, de botines cruzados y alma sobre el pasto, de matanza en la cancha y respeto y hasta celebración luego.
No hizo falta hasta cierto punto. Mi sufrimiento anda ahogado, vagando por las calles de una Argentina pletórica, de un Buenos aires que sabe a Tango y Gol, de un Rosario que arrolla al compás de Leo, de la gratitud del fútbol, con un eterno haciéndole un guiño a Maradona, uno que desde 1993 no podían darse el placer de hacer.
Messi, por esa reciprocidad y por mérito coño, se erigió como el mejor jugador de esta Copa América, con mucha mayor alegría que cuando lo fuera en 2014. La inmortalidad da otro paso a su encuentro. Cuatro goles y cinco asistencias fueron su cuño en la competición.
Argentina sueña de la mano de Messi. Por un momento se olvida de la marca indeleble del Coronavirus, de la deuda con el Club de París, de fondos Buitres que desgarraron a la nación y de esa huella hiriente que no los deja despegar del todo en la reconstrucción de un país.
Argentina toda 3es Messi, Di María, Lautaro y Maradona. El fútbol es grande, Messi enorme, Neymar que dejó las bilis en cancha, otro SEÑOR JUGADOR. La vida agradecida, Maradona feliz en el cielo… y la corriente, no sabría explicarles cuán inoportuna.
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Alina
Alina
Janorys Valido Peñate
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