Como me lo contó Enrique Arredondo

Como me lo contó Enrique Arredondo
Fecha de publicación: 
16 Diciembre 2022
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Difícil olvidar el encuentro con Enrique Arredondo, una de las figuras más populares de nuestro teatro y la TV. Tenía una vis cómica muy especial y sus personajes del doctor Chapotín, Cheo Malanga y Bernabé viven en el recuerdo del público que tanto lo admiró. En la escena, caracterizó al negrito clásico del bufo cubano con el que también conquistó numerosos aplausos. Esta es parte de su historia vinculada al quehacer artístico y a sucesos que en distintas etapas conmovieron al país.

-Nací el 2 de abril de 1906. Como mi madre proclamaba que yo era el niño más lindo del mundo, al cumplir el año quisieron dejar testimonio de aquella afirmación y me retrataron, regalando a parientes y amigos de la barriada numerosas fotos. Cuando yo era mayor y vi aquel retrato llegué a convencerme de que mi madre tenía razón porque, en honor a la verdad, fue la única vez que me vi lindo.

-Al llegar a los once años la situación económica de mi familia me planteó una alternativa: trabajar. Me coloqué en el cine Variedades, donde me daban dos pesos y cincuenta centavos al mes. Luego, el dueño me mejoró y llegué a ganar cuatro pesos, pero me impuso como condición que cada vez que se acabara el rollo de la película -yo era el que lo cambiaba- vendiera pastillas de café con leche y almendras de Barcelona, que eran las chucherías que se consumían en todos los cines. En la capital existían varios, entre ellos, el Cerro Garden, el Habana, el Oriente y otros instalados en populosas barriadas. Yo estuve en el Variedades hasta que se acabó la Primera Guerra Mundial.

¡QUÉ CICLÓN EL DEL 26!

-En el 26 me incorporé a una pequeña compañía de teatro que auspiciaba un sirio llamado Víctor Saba. La primera plaza escogida para el debut fue Jibacoa, un pequeño pueblo cerca de San Antonio de Río Blanco. Nos alojamos en un hotel de madera de dos pisos, pensando actuar en horas de la noche. Sin embargo, el tiempo no nos acompañó. No hicimos más que llegar y se desencadenó algo así como una tormenta: vientos muy fuertes y una lluvia torrencial que no acababa.

-Nosotros decidimos acostarnos y al otro día ya estaba allí el famoso ciclón del 26.Solo nos dio tiempo a abandonar el hotel porque a los pocos minutos se caía completo al suelo. En Jibacoa no quedó nada en pie. Cuando pasó todo aquello, los de la compañía nos dirigimos a un lugar donde repartían pan con lechón, pero el dueño del hotel, que enseguida nos reconoció, empezó a gritar: “Váyanse, titiriteros. Ustedes han traído la desgracia al pueblo”. No nos quedó más remedio que irnos sin probar bocado. No quiero acordarme las vicisitudes que pasamos en esos días, sin tener donde hospedarnos y ni el pasaje de regreso.

Arredondo luego se incorporó a la compañía de Bolaños con la cual hizo varias giras por el interior de la República. Trabajaban además Gloria Wilson, Nena Díaz y el actor Frank Pacheco, a quien llamaban el “Valentino cubano”. Actuó desde 1923 hasta el 1927.

Para el artista una experiencia inolvidable fue su paso por el Teatro Shangai. Me explicó:

-El cuadro de comedias lo componían Ernesto Brillas, como característico, una mexicana que se llamaba Estrellita, La Bella Monterito, que ya por aquella época tenía muy poco de bella, pero bailaba la rumba que era un primor, Fabiola Márquez, Pedro Castany; mi hermano y yo.

-Los libretos los hacía Antonio López, quien fusilaba famosas obras del teatro cubano. En Shangai se estrenaban tres obras semanalmente. Yo trabajé en muchas, entre ellas Aluminio para los americanos (sátira política), La comparsa de Tino; El amante de mi mujer y muchas más. Este teatro derivó hacia el género picaresco y su público, como es de comprender, lo integraban únicamente hombres.

VIVIR EL MACHADATO

En su recuento, Arredondo se refiere a su debut en 1932 en la radio, donde representó con mucho carisma el papel del “negrito”, personaje siempre presente en las obras del vernáculo.

-Sucedió que por esa época los teatros estaban vacíos. Machado había implantado una feroz tiranía en el país. El desplome llegó hasta el famoso teatro Alhambra, que en sus tres décadas de vida nunca había tenido recaudaciones tan bajas. No había estreno ni novedad que despertara el interés de público.

-Por fin, la caída de Machado. Mi padre que estaba preso por participar en una huelga en el Ministerio de Comunicaciones, recobró su libertad, lo cual me devolvió la alegría que había perdido viviendo los horrores del Machadato. Así fue  como volví al Shangai, donde se estrenó la obra de Malgosa, Atarés o el Gólgota Cubano, que describía las torturas de la dictadura acabada de caer.

UN NEGRITO QUE HIZO ÉPOCA
 
-Federico Villoch, uno de los empresarios de Alhambra, me mandó a buscar para que sustituyera nada menos que a Sergio Acebal, quien se había impuesto en la escena durante 22 años como uno de los mejores negritos de la escena. Acepté la proposición de Villoch y debuté en junio en su obra El proceso de Carioca. Allí estrené, además, La República de Pin Pan Pun, En el país de los rascacielos, El león de Castilla, Ven, Chiquito y otras más.  

En la conversación se inserta la etapa en la que el Palmacristi, como dice Arredondo, entró en acción.

-En los años 34 y 35, Batista impuso el terror en el pueblo. Se cometieron muchos crímenes y también se estableció como castigo el palmacristi en acción, que no era tal palmacristi: lo que se hacía beber: era aceite de aeroplano. Varios artistas fueron víctimas del palmacristi. Entre ellos, José María Buigás, el famoso bailarín Julio Richard y mi hermano Rafael. Estaba yo haciendo la obra Cuba se va -sátira política– y me enteré que uno de los grillés lo ocupaba esa noche la alta oficialidad de Batista. Yo salía a la escena cantando una cuarteta que decía:

No me pidan ya más coplas
porque me encuentro muy triste
pues me han ofrecido
un litro de palmacristi.

-Villoch se me acercó y me dijo: “Hoy no van las cuartetas”, y yo le respondí: “Pues sí van”. Salí al escenario y canté las cuartetas. El público estaba tan entusiasmado que me hizo repetirlas seis veces. Yo en mis adentros, pensaba  “Hoy se terminan mis días”, pero cuando miré para el grillé, vi que los mismos oficiales se reían. Así pasé aquel mal momento.

-El l8 de febrero de 1935 salí de Alhambra y a los pocos segundos sentí un gran estruendo, cuando volví la cabeza vi en el suelo el pórtico del famoso teatro. Por su escenario pasaron numerosas obras y artistas de renombre. Allí, Anckermann musicalizó muchas de sus más inspiradas obras.

Durante su trayectoria Arredondo recorrió, a veces en humildes carpas, toda la Isla e hizo presentaciones en Tampa, Puerto Rico y en México donde compartió con los cómicos Tin Tan y Palillo. Para el cine rodó Qué suerte tiene el cubano, Nuestro hombre en La Habana, Son o no Son, Patakín y Adelante Robinson, coproducción con Hungría.

Enrique Arredondo no solo fue un cómico genial, sino que escribió sainetes y revistas. Una de sus grandes pasiones fue el beisbol y, aunque no jugó profesionalmente, resultó un pelotero estelar en los torneos en los que tomó parte.

Inolvidable por sus personajes del Dr. Chapotín, creado en la CMQ en 1947 y que después llevó a la pequeña pantalla y los de la TV como el guapo Cheo Malanga en San Nicolás del Peladero y su Bernabé de Detrás de la fachada. Este clásico negrito de nuestro teatro vernáculo falleció el l5 de noviembre de 1988, en La Habana.

Comentarios

Lo recuerdo mucho,un profesional del humorismo que no necesito el recurso de disfrazarse de mujer para hacer reír como los humoristas de hoy en día
Un verdadero humorista, que salio de las raices mas humildes de la sociedad cubana y que nos hizo deleitarnos con sus ocurrencias desde sus inicios hasta el final de su exitencia fisica. Jamas lo olvidaremos vivira eternamente en nuestra mente y corazones.
metauten54@yahoo.es

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