Bolivia vuelve a la democracia: Para poner fin al miedo
especiales
Con vítores por la unidad, finalizó en La Paz el acto de retorno de la democracia en Bolivia, con la asunción del presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca, con sendos discursos en los que aseguraron que se rectificará lo mal hecho y se avanzará en todos los sectores, con el fin de enmendar la destrucción que los golpistas dejaron a su paso durante un año, tras deponer con el apoyo del ejército y la policía y la complicidad de la proimperialista Organización de Estados Americanos al legítimo mandatario Evo Morales, luego de birlarle la victoria en comicios que se caracterizaron por su transparencia.
Todo lo reconquistado por el pueblo fue destruido por un régimen de facto, cuyos remanentes se alzan en zonas del oriente del país, con el fin de dividir a la nación, en tanto llaman a las fuerzas armadas a protagonizar otro golpe de Estado contra un gobierno del Movimiento al Socialismo que obtuvo más del 55% de los votos y de nuevo la mayoría parlamentaria.
No es casual que cerca de 5 000 mineros estuvieron en la multitud que acompañó al mandatario a su toma de posesión, con la presencia de representantes de alto nivel de España, Paraguay, Argentina, Perú y Colombia, y cancilleres de varias naciones, entre ellos Jorge Arreaza, de Venezuela.
Arce llamó a eliminar todos los males que entronizó el gobierno de facto, como el racismo, la intolerancia religiosa, el desprecio a los pobres, y exhorto a la necesaria unidad para enfrentar la pandemia de la COVID-19, cuyas primeras disposiciones al respecto fueron hechas cuatro meses después de detectada en Bolivia.
Luego de expresar que hay que luchar para erradicar el miedo que engendra los actos de la ultraderecha, subrayó que será un gobierno para todos los bolivianos, que no cejará en la lucha contra la corrupción y enfrentará la crisis dejada por el régimen de facto, que contrajo la economía de la nación en un 19% y triplicó el desempleo.
LECCIÓN
En Bolivia, el pueblo demostró por primera vez como se puede vencer electoralmente a usurpadores que se sustentaron en la fuerza de las armas, la corrupta oligarquía nacional y el imperialismo norteamericano.
Ahora tiene la difícil tarea de lograr la unidad para poder enfrentar una reconstrucción económica y social.
Era tanto lo que se ha destruido en Bolivia y tanto el repudio de un pueblo mayoritariamente indígena, que la racista gobernante tuvo que reconocer la aplastante victoria popular en primera vuelta.
Pocos meses le bastó al impopular gobierno para hacer retroceder la economía de una nación que durante la gobernanza de Evo Morales había crecido mucho más que cualquier otra nación de la región, además de haberla endeudado sobremanera por acceder a préstamos del Fondo Monetario Internacional y otros entes que colaboran repetidamente con elementos ligados a los “fondos buitres”.
El desempleo, la extrema pobreza, el llevar a la penuria a un millón de bolivianos, en su mayoría indígenas, apunta el colega Habana Radio, no bastó a un régimen cómplice de robos descarados que han permanecido impunes, así como culpable de más de 8 000 muertes por la epidemia de la COVID-19, acerca de la cual la mandataria autorizó, subrayo, la compra de insumos cuatro meses después de haber brotado el mal, y eso cuando fue víctima de la enfermedad, junto a otros ministros y asesores.
Se habla de que el país debe ser reconstruido con ayuda de todos los bolivianos, pero, realmente, hay que ver si se acepta la de quienes ordenaron o participaron en las masacres de indígenas, encerraron a simpatizantes de Evo, persiguieron e incendiaron casas de sus familiares, al igual que les ocurrió a sus ministros, mientras en las calles elementos paramilitares golpeaban a diestro y siniestra e incluso arrastraron por las calles a mujeres indígenas conocidas como polleras, por su vestimenta.
El ultraderechista Camacho, quien obtuvo el tercer lugar en la votación presidencial, muy alejado de Mesa y aún más de Arce, ahora llama a la insubordinación y no aceptar los resultados, y para ello promueve desórdenes en tres departamentos.
Camacho, creo, debe haber tenido estrechos contactos con la gusanera de origen cubano en Miami, porque cuando se produjo el golpe contra Evo pidió que le dejaran tres días de libertad para eliminar a quienes le estorbaban, tal como hicieron algunos que otros anticubanos que pensaban que la invasión por Playa Girón derribaría al Gobierno Revolucionario encabezado por Fidel Castro.
Y es bueno traer estas cuestiones a colación, porque se afirma que hay un pacto para que durante tres meses los involucrados en el gobierno golpista derrotado en las urnas no abandonen Bolivia.
El capítulo relevante sería con los jefes del Ejército y la Policía que actuaron en complicidad con el Imperio para obligar a Evo a abandonar Bolivia, con la amenaza implícita de que ocurriría un baño de sangre.
Añadir nuevo comentario