Varias maneras de pulsar el amor

Varias maneras de pulsar el amor
Fecha de publicación: 
14 Febrero 2019
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Desde ese preciso instante, así hayas sido hijo pródigo de San Valentín, o todas las flechas de Cupido hayan hecho diana en tu pecho descubierto, las mayores manifestaciones de amor serán dadas a tu pequeño.

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Escribir del 14 de febrero puede en ocasiones resultar complicado. La tierra rota y a la vuelta de 365 días te encuentras nuevamente sentado frente al ordenador, invocando a todas las musas, tratando de establecer un puente entre tus palabras y los lectores. Buscando sencillamente conectar.

Hoy, poseído por el espíritu inspirador de mi pequeño Enzo Samuel, me deslizo por el teclado, buscando expresiones de amor, al menos esas que han marcado mi vida, que pueden ser volcadas al papel, y que retribuyen un sentimiento recíproco, capaz de llenarte de fuerzas, sacarte de un letargo o vacío, sencillamente levantarte a diario con ganas de enfrentar la vida.

No estableceré un orden, tengo el privilegio de albergarlas a todas en mi ser, con mayor o menor protagonismo, pero latentes.

La paternidad y la familia

Me he descubierto mirando en la madrugada a mi pequeño, cuando duerme e incluso ronca placenteramente. He querido que sea Rodolfo Falcón, Mijaín López, Miguel Angá o César López a la vez. Me siento a jugar con total placer, como si estuviese de vuelta a la infancia a su lado. Me invento cuentos y canciones infantiles, miramos muñequitos a dúo…

Dibujo dinosaurios sin tener la menor habilidad para las artes plásticas, y por si eso no bastara, hago trucos de magia cada mañana para los niños de su salón cuando lo dejo temprano.

Ese es el amor más grande e infinito que he podido sentir.

Bajo el prisma de padre he comprendido mucho mejor a su madre, en su interminable carrera de fondo lidiando conmigo. La amo infinitamente y estoy en su piel.

Piel, amor infinito, complicidad y la felicidad que la vida puso en mi camino vestida de mujer y con nombre Madelaine. Me rehúso a describirlo con más palabras, pudiera incluso pecar, pero tenerla y compartir cada momento de nuestras vidas es sencillamente eso: felicidad.

Algo que heredé de mi abuela Sara faro y guía, recta en su condición de cabeza de familia; mi abuelo “pipito”, mi tío Eugenio y el resto de mi familia es precisamente eso: entregar amor, y que la unión prime por encima de cualquier discrepancia o criterio encontrado. Aprovechar cada momento juntos, hacerlo perdurable. No es nada sobrenatural, simplemente son las cosas que van llenando espacios en nuestros corazones, las que invitan a ser contadas luego a la descendencia, las que inciden a la hora de convertirnos en hombres de bien.

De mi niñez

Hay pasajes de mi niñez, y personas que recuerdo con muchísimo cariño. Por esas cosas del destino mis tías Lourdes e Ivón ejercen el magisterio y ambas dejaron su huella en Celso Stakemann, la primaria de mis camisas “grises” de ser el primero en llegar y el último en abandonar el seminternado, de no querer dormir mediodía en el catre, de haberme iniciado en los caminos de la lectura en prescolar con mi tío Emilio…

De esa época marcaron mi vida las profes Iraida, Zunilda y Niurka. Aún hoy día las tengo en un sitio especial y las quiero mucho.
Luego está el ping-pong, en esa relación sólida y magnética con el deporte, al punto de convertirlo en parte esencial de mi vida posterior, especialización profesional mediante.

Amé despiadadamente la literatura. Solo así se explica el hecho de haber sorteado hepatitis y sinovitis de cadera en vacaciones consecutivas, nada más y nada menos que de séptimo y octavo grado.

Fueron los tiempos de devorar libros de la más diversa índole. Gas de Nevada, Adiós para Siempre Preciosidad, Faraón, El Perfume, Cuentos de la Historia Rusa, Salgari, Verne y compañía… Ese amor me hizo decantarme por el periodismo como escenario y ruta de realización.

En esta etapa los paseos con mi madre se convirtieron en días soñados todos, como también el Palacio de los Capitanes Generales en mi refugio o destino predilecto. Guardo asimismo con profundo regocijo, aquella experiencia irrepetible del II Congreso de los Pioneros. Mi colega Giusette León, Tamarys y Adelaida, entre otras muchas amistades perdurables, no me dejarán mentir ni borrar ese pasaje...

De la Lenin a la Universidad

No quiero ser poseído por el tedio, ni permitirme que en un día tan especial les suceda algo parecido a ustedes. La Lenin se convirtió en mi credo, como el de tantos otros. Los primeros amores, esos serios que marcaron el baloncesto, el CASINO, todo lo que ese “hábitat” significó en la formación de mi carácter y personalidad, en el amor proferido a grandes amistades como Felipe y Yuniel, Roberto, Heydel, Freddy, “mi hermana” Yaneisy, Tamarys, Lena y Miriel, Daimis…

Así, llegué a no querer salir de pase más de un fin de semana, como también me costó desprenderme de ese velo azul al tocar puerto en la Universidad.

Cuestión de adultos, de tiempos de la casa de la Feu, del magnetismo del dominó y las matinées, del saber y conocimiento como premisas, de enamorarme de mi profesión. De catapultar a un nivel superior el amor por mi patria, ese sentimiento inmenso de ser cubano...

Así llegamos a este 14 de febrero del 2019. Confieso que me he saltado disímiles momentos, pero no por ausencia o carencia de amor, más bien por la necesidad de no atiborrar el papel. De dejar expresiones para continuar dando. En definitiva, casi seguro dentro de 365 días nos volveremos a citar.

Con fortuna Enzo Samuel, Madelaine, mi madre y la familia seguirán siendo los leit motives principales de mis futuras líneas, de esta necesidad de vivir enamorado.

A todos los que me acompañaron en este pequeño recorrido… ¡FELICIDADES!

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