MIRAR(NOS): De haber sido hombre…
especiales
El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera.
Ernest Hemingway
Si yo tuviera un pene pequeño no lo tomaría tan a la tremenda. Aunque probablemente lo diga sustentada en el “don” a mí otorgado de “dormir con las palabras”… si de alguna manera ser “bonitillo” no me hubiera tocado, por lo menos conservaría intactas las ganas de leer de todo, para encantar con mi sabiduría sobre los temas más variados.
Y aclaro, no es que ahora sea una sabia. A los hombres les preocupa mucho la cuestión del tamaño no únicamente de su órgano reproductor, de su parte más visible quiero decir. También se agarran a clavos ardientes para esquivar cualquier crítica o comentario sobre su estatura. Les complace ser altos, adoran las cifras elevadas.
Contrario a la opinión popular, no defiendo criterios en contra de los hombres. Rotundamente, no. Siento, eso sí, sus rostros largos cuando la mujer no llega al clímax por mucho empeño que hayan puesto. Claro, no van contándolo por ahí, son más reservados en algunas cuestiones.
Es fácil notar cuando “no ha sucedido”. Ese día, en la oficina, hablan poco o casi nada y los ves lejos, como pensando en el gol 500 de Messi o en segunda la pasada contienda beisbolera.
Si yo fuera hombre estoy convencida de perder de vista los detalles que preservan para futuro cualquier relación. Me concentraría en el presente y en este minuto exacto enfocaría mis mejores energías hacia lo perdurable, lo que realmente importa… a fin de cuentas lo trascendente.
No es un mero asunto de mujeres preocuparse por mañana. Tengo amigos en la flor de la edad que temen quedarse solos aunque acto seguido remarcan: “un hombre nunca está solo”. Los asuntos espirituales de lejos no parecen lo suyo, por eso jamás reconocerían que se puede estar con alguien y, paradójicamente, estar completamente solo.
También sería complicado pronosticar el fin de una relación. Como hombre no sé si vería señales de humo dando cuenta de la forma en que llegó a apagarse nuestra llama. En todo caso, si me percatara, me quedaría de brazos cruzados y sufriría un poco, a escondidas para evitar curiosas miradas y críticas despiadadas.
Que si tu culpa, que si la mía. ¿Valdría la pena ponerme a pensar en ello? Ojo con escuchar canciones “arranca venas”, se ve poco serio un hombre metido en cuestiones de sentimentalismos o lloraderas.
Hay una lista interminable de lo que yo haría. Probablemente sería un ser humano más objetivo, menos idealista y más cuadrado a la hora de enfrentar incluso el más pequeño asunto.
Tendría a mano un radio para cuando me impusieran la telenovela. Para problemas los del alma y bastante adentro debo llevarlos… de modo que el culebrón es asunto de damas a mí déjenme fuera, supongo yo diría.
Lo más absoluto es que yo no mantendría esta columna de los viernes, tanto sentimentalismo me dejaría en evidencia delante de ustedes. Sabrían, a la larga, que en otra vida fui mujer y eso de que un hombre sea hombre y por lo menos en sueño otra cosa… aún en el siglo XXI no está bien visto por las mayorías.
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