¿Demoler o no demoler?

¿Demoler o no demoler?
Fecha de publicación: 
28 Mayo 2015
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La Habana es una ciudad con una fuerte personalidad urbana y arquitectónica. Una ciudad que no tuvo otra opción que adaptarse a los espacios según las exigencias de la vida diaria. Para sobrevivir se vio obligada a lidiar con escaseces, limitaciones y también abandono. La consecuencia: dejamos que la arquitectura involucionara de arte a pura construcción, perdiendo prácticamente todo valor artístico y patrimonial.

Fue la crisis de los años 90 el empujón hacia el abismo. Ese sinlímite de penurias que signó el período llevó a que se reciclara y posteriormente edificara con materiales y visualidades insospechadas. Las familias crecían, escaseaban materias primas, los espacios se volvían insuficientes… Las personas no tuvieron otra alternativa que buscar por sí mismas soluciones, y tomaban la opción más cercana, aunque esta difiriera de estilos, no resultara funcional o fuera incoherente en su entorno.

Si unos años atrás se le achacaba lo decadente del diseño y su implementación a los conflictos financieros, la situación en la actualidad es diferente. No se obvia que en muchas barriadas continúen siendo las limitaciones el eje de prejuicios y descuido a lo estético; pero en otras, en el trasfondo de esas laceraciones al diseño, es visible que no son despreciables las sumas de dinero y recursos invertidos. Puede decirse entonces que gran parte de las violaciones urbanísticas no provienen de problemas económicos, sino de la falta de apreciación estética y el desconocimiento de la población.

Más allá del “buen gusto”

violaciones urbanísticas

Escuchar que “el mal gusto" se ha apropiado de la ciudad es un criterio usual. Bajo este concepto se condenan los bocetos sexistas de mujeres curvilíneas que aderezan las fachadas, el desengranaje de colores, los moldes de animales, la ostentación... Pero entonces ¿qué es “el buen gusto”?, ¿ quién lo dicta?, ¿ bajo cuáles referentes? Más allá de separar o imponer lo que es “el mal o buen gusto”, Mario Coyula, voz imprescindible de la creación arquitectónica, prefería denominarlo como marginalidad, la cual se ha vuelto dominante en los últimos tiempos.

Coyula apuntaba al respecto una serie de detonadores: la inmigración de habitantes del oriente del país hacia la capital y el consecuente traslado de sus costumbres y preferencias, la falta de apreciación,  “la  buena puntería para copiar lo malo que se hace afuera”, así como la necesidad de un grupo social de demostrar su superioridad económica y revestirse de suntuosidades y pompas. A ello se suman necesidades sociales de ciudadanos carentes de orientación y asesoría profesional.

Sobre esta falta de supervisión, Ivis Menéndez, subdirectora de urbanismo del Instituto de Planificación Física explica que en gran medida este caos urbanístico, desatado en los 90, partió del descontrol de la institución: “La falta de recursos nos llevó a ser flexibles y permitir el uso de materiales que no eran los idóneos, pero eran los únicos existentes. Esto produjo que apenas se inspeccionaran los cambios o construcciones. Ese libre albedrío trajo consigo un resquebrajamiento total de la disciplina que aún no se recupera.

“El error no fue solo del Instituto de Planificación Física. También hubo desatención por parte de los gobiernos al sistema, y fuimos desprovistos de autoridad para tomar decisiones legales. Luego, a partir del 2000 se traspasa el proceso de autorización de toda acción constructiva a las direcciones municipales de la Vivienda.  Durante más de una década muchas cuestiones quedaron medio sueltas y se decidió nuevamente traspasar esta función a nosotros. Pero ya los efectos negativos sobre las ciudades eran alarmantes”.                       

                                                                                 

Todos estos factores contribuyeron a la distribución nada armónica de una excesiva palestra de colores en la portada de las edificaciones, la apropiación de espacios colectivos; además de los“injertos” incoherentes en las fachadas que no logran conectarse con lo circundante y parecen un pedazo ajeno, impuesto brutalmente. Son estas, escenas cotidianas que lastran la estética de gran parte de la ciudad, volviéndola lastimosa.

Por otra parte en La Habana pasamos de tener una arquitectura “blanca” —dígase que desde su fundación la capital cubana apuntó hacia un modelo primeramente español, seguido por el francés y luego estadounidense—; ahora es común una tendencia hacia lo colorido y caribeño que puede ser aceptable en otros contextos, pero que nada tienen que ver con la arquitectura neoclásica de la urbe.

Entre las violaciones, Ivis Menéndez explica que en las áreas intermedias o periféricas la principal afectación radica en las fachadas. “En una zona determinada hay una estética bien delineada, preconcebida, pero aun así ocurre que sin autorización  alguien construye un garaje, un portal, introduce ornamentes impropios; y por tanto conduce a que pierda la armonía ese conjunto urbano. También es usual que ocupen jardines con fines que no les corresponden, hagan kioscos, ampliaciones, casetas. Todo amparado por una total falta de conciencia y disciplina”.

Si bien la labor de planificación física comienza a erguirse, esta aun es incipiente, y hasta minúscula, si la comparamos con la anarquía urbanística desatada durante las últimas décadas. Este sistema debe fungir como órgano rector en materia de ordenamiento territorial si se pretende limpiar de abrojos la arquitectura y, por consecuente, la imagen de la ciudad.

El primer paso es elevar la cultura urbanística de la población. Solo así, los ciudadanos, al elegir un proyecto de fachada o una modificación, además de tener en cuenta los gustos personales, interiorizarán que tanto la arquitectura como el diseño son hechos artísticos y creativos, y que su trasfondo requiere de un patrón, de visualidades armónicas con lo circundante.

 

desorden urbanístico
Agregar garajes en espacios no idóneos es una de las principales violaciones

 

 Y después de la violación… ¿La solución es demoler?

 

A pesar de la disposición del Instituto de Planificación Física de dar los primeros pasos en el ordenamiento territorial y urbanístico, a efectos prácticos es cuestionable la concreción de las medidas. Nada parece cambiar en las fachadas de las ciudades; podría decirse que todas las violaciones descritas resurgen una y otra vez.

Sobre las medidas tomadas contra los infractores refiere la especialista: “El Decreto 272 regula el ordenamiento territorial y urbanístico. En el cuerpo de este texto son claras qué modificaciones requieren autorizo de la institución antes de iniciarlas, así como cuáles son viables o no. A pesar de eso, el desconocimiento o despreocupación de las personas lleva a que sea violado el decreto con regularidad. Algunas veces la ilegalidad se detecta cuando aun está en curso; otras, cuando ya está terminada.

 

“La violación puede radicar en que se construyó sin permiso pero procede desde el punto de vista urbanístico y entonces se legaliza esta acción. En  otros casos es una doble infracción por la documentación y el daño a  la fachada. Ahí lo que procede es demolición parcial o total. Medida que está siendo implementada a nivel nacional”.

violaciones urbanísticas
Es usual la privatización de jardines en edificios multifamiliares

 

desastres-urbanisticos-habaConstruyen muros y entradas más alto que lo permitido y al borde de la acera violentando toda simetría

 

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Al límite de los jardines de las casas y edificios de la cuadra comienza el portal de esta casa. Sobresale del resto, cogiendo incluso parte de la acera y violando todas las leyes urbanísticas posibles.

 

Es cierto que el caos urbanístico necesita que de una vez se le instaure un orden, pero la demolición no debería ser la única  respuesta. Todos sabemos que no es sencillo llevar a término ninguna labor constructiva por los recursos, la mano de obra, el financiamiento. Demoler es también desconocer esfuerzo, ahorro, trabajo, tiempo... Antes de desmantelar debería encaminarse la labor hacia la prevención y el aumento de una cultura y disciplina urbanísticas.  Una primera acción podría ser la divulgación a mayor escala de las regulaciones urbanísticas y que el arquitecto de la comunidad tome la autoridad que le corresponde.

Por otra parte no es solo orientar el gusto y el respeto por las formas ya establecidas, y fomentar la coherencia de las nuevas con la estética colectiva del paisaje urbano; es importante además no entorpecer, ni lacerar los espacios públicos usurpándolos o causándoles prejuicios.

Las denuncias sobre irregularidades en los procesos constructivos que afectan propiedades colectivas llegan con frecuencia a las redacciones de algunos medios de prensa.

Los vecinos, principalmente de edificios multifamiliares, denuncian continuamente la usurpación de zonas comunes para uso individual (ya sea garaje, ampliación, terraza…). Lo cual atenta contra el reglamento de este tipo de inmuebles, que establece que esas áreas se deben mantener públicas para todos los que convivan en el edificio. A pesar de ello, muchos afectados concuerdan en que a veces resulta infructuoso declarar estas violaciones.

Las autoridades correspondientes hacen caso omiso y todo indica que un velo de corrupción nubla las infracciones. Sobre esta inquietud de la población, la Subdirectora de Urbanismo expone que frecuentemente tienen conocimiento sobre quejas que manifiestan casos de corrupción en eslabones del sistema y permiten ilegalidades. Ante estos casos la especialista recomienda que la denuncia se haga directamente en el Departamento de Atención a la Población del insituto, donde se dará continuidad al reclamo y se tomarán las medidas correspondientes.

Es evidente que no podemos pretender solucionar de inmediato todos los obstáculos relacionados con la arquitectura y el paisaje urbano. No existe proporción equitativa entre los problemas y las vías para enmendarlos. Mientras los primeros crecen a ritmo vertiginoso, los recursos disponibles para su solución no logran darle alcance.

Cuando la arquitectura no sea concebida solamente como un objeto utilitario, y le sea devuelto su valor artístico; cuando la falta de operatividad que se observa en las instituciones relacionadas, se redireccione; entonces, solo entonces, la arquitectura volverá a pensarse como el patrimonio material más valioso de la nación. Lo que es.

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