OPINIÓN: El fiasco de la Copa América
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Realmente no recuerdo ningún torneo internacional que se haya suspendido por falta de presupuesto, a menos de una semana de iniciarse.
Leyó bien, dije ninguno, ni siquiera los menos serios que recuerde, y no son pocas las suspensiones de última hora, pero cuando no es por fuerza mayor (desastre natural o pandemia), es por un boicot de algún equipo participante o hasta de la afición, como ocurrió en la pasada Vuelta a España, pero por problemas económicos jamás, eso no existe.
Y no debe existir porque para eso hay un Comité Organizador que desde meses antes tiene que evaluar con seriedad la viabilidad del evento, y sobre todo, porque tiene que haber una organización internacional que le dé seguimiento a los preparativos para poder tomar cartas en el asunto, si es necesario.
Esto último fue clave en la suspensión de la I Copa América de béisbol, una lid que nació enferma cuando ya una de sus sedes originales (Venezuela) dio el paso atrás, precisamente por problemas de logística, y aunque ahora se habla de posposición y no de suspensión, todo pinta a que no se va a celebrar.
La mayor cuota de responsabilidad es de los organizadores panameños y de la Confederación de Béisbol de América, pero la Internacional no puede lavarse las manos. Es como si el Mundial de fútbol 2026 se suspendiera y la FIFA dijera que la responsabilidad es de Concacaf. Sencillamente, no puede ser; no a esta hora.
Como ente mundial, hay que realizar un chequeo periódico de los preparativos para ver si los plazos se están cumpliendo, y aquí todo parece indicar que hubo total abandono de esa responsabilidad, porque la WSBC hubiera al menos amenazado con quitarle la sede a Panamá, si hubiera hecho su trabajo como se debe.
El prestigio de esta entidad desgraciadamente está por los suelos, porque fracasa una y otra vez en el intento de devolver al béisbol a los Juegos Olímpicos, y apenas es una figura decorativa en el principal certamen de la disciplina, los Clásicos Mundiales.
En este caso, se echa por tierra también el trabajo de los colectivos técnicos de los países involucrados y, sobre todo, de los peloteros, muchos de los cuales en estos momentos ni siquiera están jugando porque las principales Ligas acaban de concluir.
Los que estaban listos reforzaron sus entrenamientos, algunos abandonaron a sus clubes en sus respectivas Ligas invernales para reunirse como plantel nacional, y todo fue en vano porque la Copa se evaporó, víctima de la improvisación.
No era un torneo cualquiera, porque se suponía que daba plazas para los venideros Juegos Centroamericanos y Panamericanos, pero el estudio de factibilidad es insoslayable, y si a nadie le da negocio, es por gusto. Hoy por hoy, prácticamente todo se mide con la vara de inversión-ingresos y no es tan fácil organizar eventos deportivos.
Sin embargo, lo más grave en este caso es que quien debió velar porque estuviera todo en regla lo dejó todo en manos de la divina providencia, y esa, como dice el refrán, solo ayuda a quien madruga.












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