ESTRENOS DE DANZA: Cristal
especiales

Se ha dicho muchas veces que buena parte de la danza que se hace en Cuba es muy física, que muchos coreógrafos nacionales tienden a la uniformidad, al trazado unísono. Se dice que el calado metafórico suele ser algo superficial, que la dimensión simbólica, conceptual, queda en un segundo plano ante la vocación lúdica, la espectacularidad del movimiento. Puede ser, aunque no es bueno generalizar. El panorama de la danza cubana es amplio y hay coreógrafos que tienen caminos bien definidos, maneras perfectamente reconocibles. Y otros siguen experimentando, asumen cada coreografía como un nuevo reto, como una aventura creativa.
Julio César Iglesias, por ejemplo. Danza Contemporánea de Cuba estrenó este fin de semana su obra Cristal. Los que han seguido la trayectoria de este artista, podrán reconocer algunas constantes: cierta densidad en los presupuestos; rejuego en la dramaturgia; "contaminación" de la línea de la danza; teatralidad ardua, desafiante, hasta cierto punto transgresora… Pero hay también aquí una concreción muy física, un dinamismo acentuado, un evidente sentido del humor.
No se trata de una propuesta diáfana: las posibles significaciones se agolpan, se superponen. La danza deviene lucha, encontronazo, diálogo beligerante… Se recrean situaciones de conflicto que se complican y se resuelven en un proceso continuo, pletórico de encadenamientos. Mientras, "se cuelan" elementos de la cotidianidad, de las rutinas habituales y fragmentos del entramado cultural. La coreografía funciona como una pieza clásica: termina como comienza, pero en el transcurso los protagonistas experimentan sacudidas ejemplares.
Cristal no tiene puntos muertos. Julio César Iglesias consigue articular un mecanismo de tensiones permanentes, que opera en dimensiones paralelas. En una misma escena, los bailarines pasan de ser cuerpo danzante a espectadores de la propia danza. Y al final se descubren como elementos de un juego mayor, que los integra: el juego de la representación.
Es una coreografía muy interesante, que probablemente haya dejado a más de uno estupefacto, pero que mantiene el interés. Falta hablar de los intérpretes, pero ya sería llover sobre lo mojado. El elenco de Danza Contemporánea de Cuba se entrega sobre el escenario con un entusiasmo y una capacidad admirables. Lo mejor es verlos desenvolverse en obras disímiles, pues en esta temporada bailaron además "Sombrisa", creación del israelí Itzik Galili, estrenada hace dos años, que va por otros caminos.
El programa se completó con el solo Flux, de Russell Maliphant, interpretado por el bailarín invitado Alexander Varona. Una coreografía fluida, de interesantes búsquedas en la expresión corporal… Con estas presentaciones, Danza Contemporánea saludó su aniversario 55, que celebrará en septiembre.
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