Trump y sus generales

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Trump y sus generales
Fecha de publicación: 
1 Octubre 2025
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Foto: The New York Times

El jefe Trump recién clausuró un evento con el estamento militar de su país calificado de inusual, un antes y un después, según algunos analistas entusiastas de la retórica trumpista. 

Le acompañaron Pete Hegseth, el titular de la Guerra, el jefe del Departamento de Guerra como renombraron al otrora Departamento de Defensa, tal vez en un acto de sinceridad respecto a lo que ese ministerio atiende en realidad. También el vice JD Vance y curiosamente no estaba Mr. Rubio, quien minutos después salió a apoyar los dichos de Trump, para poder cobrar su salario de este día; bueno no hay que sorprenderse por la ausencia de Mr. Rubio, es solo otra muestra de su secundario papel en la administración.

Como espectadores, cualquier cantidad de generales de varias denominaciones y especialidades, provenientes de los más recónditos lugares donde el Imperio tiene desplegadas tropas y medios, desde Asia, África, América y Europa, así como de algún que otro rincón del universo. En primera fila los super generales desde el Presidente (Jefe) del Estado Mayor Conjunto, hasta los jefes ramales de la aviación, el ejército, la armada y el mandamás de los marines, cuya base principal, Marine Corps Base Quantico,  fue la sede del evento.

Principal mensaje de los oradores, incluido en primer lugar Trump: La política exterior/militar de este gobierno se basa en la llamada doctrina de “paz mediante la fuerza”, en inglés, “peace through strength”. Establece que se requiere una “inversión masiva en defensa”, despliegue militar “preventivo” y empleo de la fuerza como “herramienta diplomática”, procurando con ello “disuadir a eventuales enemigos”. Algo así como la retórica de amenazar con alza de aranceles, solo que blandiendo misiles y fusiles. 

Conviene aclarar que estos conceptos ya fueron usados por mandatarios guerreristas como Reagan y W. Bush, y han servido para justificar pingues ganancias para el complejo militar industrial, es decir, para los dueños, los que mandan realmente en EEUU, claro, pagadas con los impuestos de los contribuyentes estadounidenses. 

A tono con el enfoque de “paz mediante la fuerza” arriba descrito, ahora Trump espera recibir el presupuesto del 2026 para el Pentágono de un billón de USD, con b de burro, superior a los 892 mil millones de USD que ahora tienen asignados.

De modo que la reunión en Marine Corps Base Quantico fue en la práctica una puesta en escena para presentar en sociedad tan descomunal gasto, a pasar de que propiamente dicho EEUU no está en guerra con nadie, aunque auspicie y apoye varias al unísono.

Al mejor estilo Trump, recuérdese que es un hombre de la TV, del espectáculo, en su intervención insistió en sus esfuerzos paralelos para alcanzar la paz en más de 7 conflictos, algo que no ocurrió en la realidad real, y aludió a su anhelo de recibir el premio Nobel de la paz, dando por descontado que eso no ocurrirá sino que será otorgado a alguien que no hace nada, según su leal parecer.

Así las cosas, estos planteos aparentemente contradictorios, es decir, justificar contextualmente hablando un super hiper millonario presupuesto y en paralelo “exigir la paz para el resto del mundo” se solventan con la maestría histriónica de Trump, quien explica la cuadratura del círculo: garantiza contentar al poder real y en paralelo a su base MAGA, a quien prometieron acabar con el despilfarro del gobierno, que conlleva no meter al país en ningún nuevo conflicto externo.

Desde luego, algo que no podía faltar en la reunión fueron los eslóganes y prejuicios fundamentalistas; allí el ministro de la Guerra, el ex presentador de TV Pete Hegseth, desplegó su visión de las mujeres en el alto mando del ejército, del paradigma del macho alfa blanco como representativo del militar ejemplar, hasta se animó a criticar a los generales pasados de peso. Los barrigones van para afuera, también los gay (que ya habían sido expulsados) y cualquier otro “espécimen conceptual del mundo woke”, desalojados del actual  discurso oficial. 

Y para evitar cualquier confusión, tanto Trump como el propio Hegseth advirtieron en sus intervenciones: “Si las palabras que estoy pronunciando hoy están haciendo que sus corazones se hundan, entonces deberían hacer lo honorable y renunciar”, exclamó el ministro de la Guerra, rematando el Jefe Trump con: "Si no te gusta lo que digo, puedes salir de la habitación porque ahí se va tu rango, ahí se va tu futuro." En otras palabras, subordinación ideológica, no solo institucional, sino búsquese otro trabajo.

Impresionante puede decirse, imaginen a cualquier general de los presentes, que no la tuvo tan fácil para tener su o sus estrellas y que venga un político, sin importar de donde salió y  lo maltrate de esa manera. Bueno, en cualquier país de Nuestra América semejante ofensa se hubiera dirimido con un golpe cuartelarío; aunque aquí probablemente no ocurra porque, como bien se sabe, en EEUU no hay golpes militares porque no hay embajada de EEUU.

En última instancia, las consideraciones de Hegseth no tienen únicamente una motivación estética. Tampoco va a reconocerlo pero es evidente que el desfile de las fuerzas armadas chinas, en ocasión del 80 aniversario de la victoria en la segunda guerra mundial, probablemente impactó en el liderazgo estadounidense, bueno, para eso son esas demostraciones de fuerza. 

Los que vieron la parada militar organizada en Beijing seguro recuerdan la sorprendente marcialidad, uniformidad y disciplina; probablemente Hegseth tiene conciencia de que sus militares están lejos de esa perfección. Y deben tener claro otro asunto más estratégico: como van las cosas, la República Popular China es en la práctica inderrotable, no la pueden parar.

Plan de paz para Gaza made in USA

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Trump y Netanyahu, este lunes en la Casa Blanca.Foto: JIM LO SCALZO (EFE) |

En este contexto de sables, amenazas a diestra y siniestra y también danza de los millones, el día anterior Trump recibió al jefe del gobierno sionistas y proclamó o proclamaron para todo el que quiera escuchar, que ya existe una propuesta “definitiva” de paz para Gaza. 

Aún es temprano para exponer una consideración acabada de esta propuesta, sin embargo a simple vista parece más bien una exigencia de capitulación a la llamada resistencia palestina. Y si no le conviene, el genocida sionista vociferó que seguirá con su macabro plan guerrerista apoyado por EEUU, según confirmó el propio Trump. 

El Plan como tal tiene 20 puntos, algunas aparentes zanahorias para desunir a los palestinos, porque admite que dicho pueblo no sea expulsado ni de Cisjordania ni de la franja de Gaza, así como una vaga esperanza de que algún día reconocerán, un estado palestino. A cambio de esto, la disolución del grupo Hamas. 

La propuesta de Trump remata con otro de sus insólitas ideas; que la paz sea garantizada por un grupo internacional, denominado “Junta de Paz”, presidido, claro por quien más que por el propio Trump, que espera que capitales estadounidenses y otros convidados, incluido los suyos tal vez, conviertan a una Gaza pacificada en un paraíso inmobiliario. Y aunque el Plan no lo dice, que también se les garantice a las transnacionales estadounidenses explotar la fabulosa reserva de gas y petróleo al norte de la franja, patrimonio de Palestina por cierto.

Que Netanyahu haya aceptado el Plan sin mucha vuelta, merece en sí mismo una lectura. Por una parte porque no se habían cerrado los micrófonos en Washington, en donde se anunció esta propuesta, para que fuera rechazado por uno de los extremistas que integran el gabinete israelita. Hoy tiene probablemente un lío.

Pero también porque es una salida a la aplastante, abrumadora e inocultable realidad el rechazo masivo, universal que tiene el genocidio sionista en el resto del mundo. Más de 60 mil asesinados, más de 20 mil infantes masacrados, parecen haber convencido a una buena parte del mundo, ¡finalmente!, lo inaceptable de la limpieza étnica, del crimen de lesa humanidad implementado en Gaza.

Así es como el repudio a Israel, en el segmento de alto nivel de la reunión anual de la Asamblea General de las NNUU se convierte en la norma, allí donde 159 países, el 80% del total de miembros, ya reconocen el estado palestino, impensable hace un año.  

Hacia Gaza va  la Global Sumud Flotilla (Flotilla Global Sumud) que podría inscribir páginas heroicas. En paralelo, se multiplican las multitudinarias protestas en el espacio físico europeo, asiático, en Oceanía y en Nuestra América, y la condena generalizada en las redes sociales, que ha generado más de una sorpresa fingida del liderazgo israelí. 

Por tanto y en pocas palabras, algo había que hacer porque este rechazo mundial va acorralando al sionismo y a sus protectores estadounidenses, con un añadido probablemente novedoso, el sesgo clasista de esta rebeldía popular es cada vez más evidente y claro, y ya esto son otros 5 pesos.
 
La coyuntura internacional no siempre muestra con claridad la pérdida de hegemonía del imperio, su decadencia también en el orden militar, una de las pocas fortalezas que aún puede exhibir con cierto éxito. 

Precisamente estos dos episodios, la reunión con los generales y el anuncio de Plan de paz, en apariencias no conectados apuntan en perspectiva a lo mismo: preservar esa hegemonía, diariamente degradada cuando a pesar de lanzar 10 veces más explosivos, bombas y misiles en Gaza, que en cualquier otra guerra precedente, lejos de hacer desaparecer a Palestina, convirtió al resto del mundo en una suerte de Palestina.

Sacudir el encumbrado bosque bélico estadounidense, regañar a los altos jefes y generales en público, y luego amenazar al mundo que tienen o fabricaran con hipermillonarias partidas, novedosas armas de exterminio que ni siquiera podrían usar, es no solo patético y predecible sino la mejor prueba de esa decadencia y del pánico a perder esa hegemonía. 

Al menos al Imperio les queda el show man Trump, con ínfulas de emperador, sin embargo más parecido a Rómulo Augústulos, el último que detentó esa categoría en un derrotado imperio romano, que al famoso y victorioso Julio Cesar, considerado “dictador perpetuo” con poderes casi monárquicos. La historia tiene la última palabra. 
 

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