Haití: Sin salida
especiales

FOTO DE ARCHIVO: Una mujer pasa junto a una barricada en llamas colocada durante una protesta contra la inseguridad, en el barrio de Petion-Ville de Puerto Príncipe, Haití, 2 de abril de 2025. Reuters / Ralph Tedy Erol
No hay una solución a ojos vistas para el grave problema que embarga a Haití, con tensiones sociales, persistencia y aumento de la violencia de las pandillas y la inestabilidad política.
Haití, una tierra de contrastes y paradojas, está lidiando con décadas de inestabilidad política y corrupción generalizada. El resurgimiento de la violencia de las pandillas, que controla gran parte de la capital, Puerto Príncipe, y otras del país demuestra la urgencia de restablecer la seguridad e implementar reformas profundas para sacar al país de la espiral de violencia.
La misión del Consejo Presidencial de Transición, cuyo objetivo es organizar elecciones libres y transparentes, ha sido un fracaso al no saber enfrentar importantes obstáculos. La necesidad de restablecer la confianza del pueblo haitiano en sus instituciones y garantizar un proceso electoral democrático y justo es crucial para el futuro.
La precaria situación humanitaria requiere medidas inmediatas para satisfacer las necesidades urgentes de la población. El futuro de Haití depende de la capacidad de los líderes para superar las divisiones políticas y trabajar juntos por un futuro mejor, pero hasta ahora no hay nada alentador.
Sacudido por la violencia, Haití se hunde cada vez más en el caos. Miles de personas han tenido que salir de Puerto Príncipe hacia las provincias, convirtiéndose en refugiados en su propio país. El Estado hace tiempo que ha perdido el monopolio de la violencia y las pandillas dominan el espacio público, sobre todo en la capital y su área metropolitana, donde tienen el control de más del 80 % del territorio.
Según la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (Binuh), entre el 1 de enero y el 31 de marzo de este 2025, al menos 1 617 personas murieron y 580 resultaron heridas en actos de violencia.
El informe de la Binuh recoge que al menos 802 personas murieron durante operativos de las fuerzas de seguridad, se registraron 65 casos de ejecuciones sumarias, presuntamente a manos de elementos de la policía, y se identificaron 333 supervivientes de violencia sexual. Del 1 de octubre del 2024 al 31 de marzo del 2025, se han producido una media de 18 muertes violentas al día.
El país atraviesa desde hace años una crisis multidimensional. A la violencia brutal que se ha extendido, principalmente en la capital, se une una corrupción política generalizada. De hecho, si finalmente tienen lugar, las de noviembre serán las primeras elecciones en Haití en casi una década.
Además, se trata de un país con muy pocos efectivos policiales para hacer frente al crimen organizado y las bandas. Tiene casi 12 millones de habitantes, pero cuenta con unos 13 000 agentes, a pesar de los esfuerzos de reclutamiento realizados por las autoridades.
Se estima que podría haber más de medio millón de armas de guerra en manos de las pandillas, un flujo de armamento y munición que proviene principalmente del estado estadounidense de Florida, que demuestra la hipocresía de los denominados esfuerzos de paz al respecto por la anterior y actual administración norteamericana.
Al mismo tiempo, la situación humanitaria en Haití es alarmante, con cientos de miles de personas obligadas a huir de sus hogares debido a la violencia de las pandillas y las condiciones de vida precarias. Los niveles de hambre y desnutrición continúan empeorando, poniendo en riesgo la salud y la seguridad de las poblaciones más vulnerables.
Ante estos colosales desafíos, es imperativo que las autoridades haitianas, la comunidad internacional y la sociedad civil unan fuerzas para responder a las necesidades urgentes de la población, fortalecer el Estado de derecho y promover una cultura de respeto a los derechos humanos. Pero hasta ahora todo queda en palabras y no hechos.
VISITANTES INEFECTIVOS
Por gestiones de la anterior administración estadounidense, además de armas y dinero, llegaron los primeros efectivos keniatas de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS) en Haití, liderada por el país africano para intentar poner freno a la violencia desatada por las pandillas. Llegaron hace un año, pero las cifras récord de asesinatos, heridos y secuestros no paran, lo cual demuestra que las intervenciones extranjeras no tienen buenos resultados en Haití.
Aunque se trató de hacer creer que este desembarco fue obra de las débiles autoridades haitianas y la complaciente Kenia, en el jugó mucho el aporte monetario de Estados Unidos y su interés de hacer regresar a exiliados haitianos, algo que ahora es más urgente para la política racista de Trump.
Kenia se ofreció a liderar la fuerza multinacional para enfrentar la ola de violencia en Haití. Desde el desembarco de los primeros efectivos, del total de los 2 500 prometidos no ha llegado ni la mitad.
Se esperaba que las tropas keniatas desplegaran en el terreno su experiencia en gestión de disturbios y operaciones de mantenimiento de la paz. Además, contaban con otros países que se sumaron a esta fuerza, como Benín, Bangladesh e incluso Chad, además del apoyo logístico y financiero de EE.UU., que se comprometió a entregar más de 300 millones de dólares para la misión y 60 millones adicionales para asistencia logística.
En paralelo, organizaciones defensoras de los derechos humanos han mostrado su preocupación debido al historial de brutalidad policial en Kenia, que causó la muerte a 60 personas en el 2024 por el uso excesivo de la fuerza, al reprimir protestas contra iniciativas gubernamentales.
El recelo de estas organizaciones es que se esté exportando a Haití una cultura de represión policial, que puede caldear aún más la grave crisis que atraviesa la nación desde la espiral de violencia agravada tras el magnicidio de Jovenel Moïse, en julio del 2021.
La policía keniata, que llegó al país caribeño el 25 de junio de 2024, ha tenido que enfrentarse a la desconfianza que despierta en un país atravesado por media docena de operaciones similares de la ONU, desde principios de los años 90.
La mayoría de ellas han estado bañadas en diversos tipos de escándalos, relacionados principalmente con el uso desmesurado de la violencia, la propagación de enfermedades y los abusos sexuales sistemáticos.
En medio de la incertidumbre, la propuesta de un amplio despliegue militar sigue latente. De hecho, Benín se comprometió a aportar otros 2 000 soldados, lo que convertiría al país africano en la mayor fuerza individual de la misión (y la única de habla francesa, idioma oficial en Haití). Pese a ello, ninguno de esos uniformados ha llegado a la nación caribeña, en medio de una crisis donde no se observa salida alguna.
Añadir nuevo comentario