Corazón de la desigualdad: New York, New York

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Corazón de la desigualdad: New York, New York
Fecha de publicación: 
6 Marzo 2022
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Sede del más famoso club de béisbol, la primera en el mayor número de rascacielos, alabada por excelentes poetas y cantantes, como Sinatra (“New York, New York”), la ciudad de Nueva York es el símbolo más representativo del Imperio, por mostrar la opulencia de un sistema, como ejemplo de cultura, desarrollo y libertad, aunque sólo sea esto último por la gran estatua que Francia erigió allí.

Pero la realidad -esa verdad verdadera- hace sucumbir a esa opulencia, y es porque hoy como ayer, y a pesar de los avances de la nación más desarrollada del planeta, se suicidan los infelices a racimo, miles de personas no tienen hogar, los albergues se ven atestados, y eso no ocurre por estos tiempos de pandemia del nuevo coronavirus, sino porque la extrema desigualdad se ve más clara donde no puede disfrazarse lo más siniestro de un sistema de por sí injusto.

“En las plazas públicas se anda por la noche sobre hombres acostados. Hornos encendidos de pútridas bocas parecen en la sombra enormes casas de vecindad donde viven, a seis por cuarto, los obreros. Las mujeres de los pobres, exasperadas y sedientas, se están hasta la madrugada en los portales, con sus niños sobre las piernas, moribundos. Los niños, de pronto, exhalan un grito que se recuerda después como un remordimiento, y mueren… Un extraño (referencia autobiográfica), que cuando sabe tristezas de su patria no quiera ver la luz, pasea, como huyendo, el puente vasto”. (José Martí, Correspondencia particular del Partido Liberal, junio 30 de 1887, Tomo 26, Obras Completa, Edición Crítica, páginas 44 y 45).

Electoralmente se dice que la población neoyorquina vota demócrata, porque considera a este partido más afín a sus intereses que el Republicano, pero todo resulta igual, independientemente de ciertas libertades que a veces derivan en liberalismo o anarquismo, a conveniencia de la extensa mafia existente, manejada por quienes se aprovechan del poder en todas las ramificaciones posibles.

No se dan a conocer los más recientes números sobre estos graves problemas de la urbe, pero fuentes de confianza revelan que por lo menos uno de cada 150 neoyorquinos duerme en albergue, más de 52 000 personas no pueden hacerlo bajo un techo, porque están sin hogar en la ciudad más rica del mundo, en tanto miles de desamparados se refugian en el metro y las bibliotecas públicas, mientras suman 20 000 los niños que dependen de la ayuda humanitaria.

El periodista español Manuel Romero constató que la población de 'homeless', personas sin hogar y carentes de los mínimos recursos, que vaga por los barrios de Nueva York, equivale al total de habitantes de Cuenca, Segovia o Huesca: “Durante el día, decenas de miles de indigentes piden limosna en las calles o buscan abrigo en distintos rincones urbanos. Y por las noches abarrotan los refugios para indigentes. Aunque su número va en aumento, nadie repara en ellos y su presencia parece formar parte del paisaje de la ciudad más rica del mundo”.

The New York Times comentó que tanto los neoyorkinos como los turistas que invaden Manhattan se han acostumbrado a pasar cada día junto a centenares de 'homeless' sin prestarles atención, como si fueran invisibles.
Uno de los escenarios principales de la especulación inmobiliaria en la Gran Manzana es el viejo barrio de Bowery. Tras sufrir un profundo deterioro años atrás, se ha transformado en lugar de moda, donde se han levantado algunos de los edificios de apartamentos más costosos de la ciudad. Pero los promotores inmobiliarios no han conseguido erradicar la presencia de indigentes de sus principales avenidas.

Allí, unas interminables procesiones de desheredados acuden cada día a la Bowery Mission, organización religiosa que desde 1879 presta ayuda a los desheredados del sur de Manhattan. En su sede, junto al moderno Museo de Arte y rodeada de nuevas viviendas de lujo, varias comunidades cristianas pertenecientes a distintas iglesias colaboran en un esfuerzo común para mantener unas actividades asistenciales imprescindibles para la supervivencia de miles de personas desamparadas. Y durante las noches más frías su capilla permanece abierta para que puedan dormir sobre sus bancos de madera quienes carecen de hogar o refugio.

CERRAR LOS OJOS

"Parece mentira que la gente cierre los ojos ante una realidad tan dramática como ésta. Y que nadie se escandalice de que cada día los ricos se hagan más ricos y los pobres sean más pobres", se queja el pastor James Maculan.

Para él 'resulta evidente que el número de personas sin hogar es más elevado de lo que reflejan las cifras oficiales”. La misma opinión es compartida por las principales organizaciones de ayuda a los desamparados, como la Coalition for the homeless, que reparte comida en distintos puntos de Nueva York. Pero las autoridades de la ciudad tienen interés en minimizar el problema de la pobreza, por la mala imagen que ofrece de una urbe convertida en centro neurálgico mundial de negocios y en uno de los principales atractivos turísticos de Estados Unidos.

No sé si continuara vigente, pero hasta hace algún tiempo la entrada de periodistas está rigurosamente vetada en los refugios municipales. Las autorizaciones para visitarlos se administran con cuentagotas, porque cada vez que se conceden producen reportajes descorazonadores, que dejan en mal lugar a las políticas sociales de la ciudad. Pero basta con acercarse al mayor refugio masculino de la ciudad, en el gigantesco edificio de ladrillo rojo que años atrás ocupó el hospital mental de Bellevue, en el extremo este de la calle 29 junto a la Primera Avenida. En sus proximidades siempre se encuentran decenas de desamparados deseosos de contar las condiciones en que viven.

"Nos tratan como si fuésemos animales", explica un 'homeless' latino llamado Eugenio. "La comida es infame. Pero lo peor son los dormitorios, que a veces tenemos que compartir 20 hombres. Los baños están muy sucios. Las ratas son una plaga insoportable, además de cucarachas y chinches. Y rara es la noche en que no entra la policía para identificar y llevarse a alguien..."

Robert Goletas, escritor y guionista de Hollywood -quien trabajó en series de éxito como 'Miami Vice'- conoce bien el albergue de Bellevue y los demás refugios de Nueva York, después de haber pasado por casi todos fingiendo ser un 'homeless' durante largos meses. "El trato que se da a los desamparados es infame", asegura, "totalmente despiadado e impropio de una sociedad moderna".

El ya mencionado periodista español Manuel Romero pudo entrar con su hermano Vicente, camarógrafo, en la enorme biblioteca municipal en el cruce de la calle 41 con la Quinta Avenida, que se ha convertido involuntariamente en un lugar de refugio diurno para centenares de personas sin hogar. Ninguno de los usuarios que llena el salón de lectura de su cuarta planta tenía un libro en las manos. Muchos navegaban por Internet en los ordenadores públicos. Otros simplemente dormitaban, recostados en los asientos o apoyados sobre las mesas. Su aspecto delataba su condición de 'homeless', mal vestidos, desaliñados y arrastrando bultos con sus escasas pertenencias personales. Los filmaron discretamente, hasta que los vigilantes los expulsaron.

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