¿Bloqueo a debate?. Carlson vs Díaz-Balart

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¿Bloqueo a debate?. Carlson vs Díaz-Balart
Fecha de publicación: 
24 Julio 2025
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El representante por la Florida, Mario Díaz-Balart, junto al presidente Trump y su compinche anticubano Marco Rubio.

Después de la aprobación del último memorándum pensado para destruir a Cuba, firmado por el mandatario estadounidense el pasado 30 de junio, han aflorado opiniones y movidas políticas en EEUU, que develan eventuales contradicciones sobre la mejor política para aplicar, en la ya eterna guerra sin cuartel de la oligarquía estadounidense contra la Revolución cubana.

Estas supuestas contradicciones son una verdadera sorpresa, para cualquier observador desprevenido, porque tanto a nivel discursivo como en términos concretos y prácticos, si algo caracteriza la gestión gubernamental de Trump es su descarnada confrontación contra Cuba. Así fue en su primer mandato, calificado como el más hostil; por demás es el enfoque del mencionado memorándum.

Pero ya se sabe el afán con que Trump, en su segunda temporada, trata de trasmitir sus intenciones de cambiar lo que el manido estado profundo le ha hecho al pueblo estadounidense; para eso le eligieron, se ufanan en reiterar, para que gobernara distinto a como lo hizo la casta, usando el término pintoresco de la ultra derecha bonaerense.  

Algunos de los ideólogos del trumpismo, se han tomado en serio estas intenciones de cambio. Es el caso del periodista Tucker Carlson, quien en una conferencia ante el Turning Point USA (TPUSA), afirmó con sus palabras que el bloqueo y la guerra económica contra Cuba, impuesta y mantenida en los últimos 60 años, no sirvió para nada; agregó que ya era hora de modificar esa política, si realmente se quiere cambiar el “régimen” cubano.

Este discurso no fue dicho ante un grupo de progresistas o solidarios admiradores del Che Guevara; no, el TPUSA es una institución marcadamente reaccionaria, dígase que trumpista de pies a cabeza. Fundado en el 2012, tiene como propósitos propalar los “valores” conservadores especialmente entre los jóvenes, obviamente es ultra sionista y anti comunista visceral.

Por tanto los dichos de Carlson no tienen nada que ver con alguna simpatía ideológica o política hacia la Revolución cubana, sino que es esencialmente pragmática y probablemente tan perversa como la otra postura, de guerra arrasada, es decir, destruir ese proceso genuinamente popular y concebido justamente para defender la soberanía y la independencia de Cuba.

El asunto se vuelve más interesante. A partir de las opiniones de Carlson, trascendió en un medio que cubre temas cubanos, con sede en Miami o Madrid, que en efecto, en el seno de la administración Trump alguien o algunos estaban analizando un cambio en la política de sanciones anti cubanas, a tono con el afamado periodista. 

Convenientemente el artículo advierte que está a nivel de debate interno, no público, y que de entrada cuenta con una cerrada oposición del secretario de estado Mr. Rubio. 

Posterior a esta historia, que algunas opiniones de foristas en redes sociales tildaron de falsa o balón de ensayo, para ver cómo reacciona la opinión pública estadounidense y de paso la latinoamericana, se conoció un proyecto legislativo de uno de los sospechosos habituales, el representante por la Florida, Mario Díaz-Balart.

Desde luego que el bodrio de Díaz-Balart es el otro extremo contrario, de lo que gentilmente Carlson trasladó a los asistentes al evento de TPUSA.

Apoyándose en lo establecido en el memorándum mencionado, que bien fue calificado de plataforma política para legalizar cualquier fechoría contra Cuba, el representante establece el paquete de medidas concretas, y como gestionar su aplicación en el presupuesto federal del 2026, así como la cifra que deberá usarse para financiar la guerra mediática contra la Isla.

En este último asunto vale la pena detenerse, porque el representante evidentemente va contra la marea y el viento, que azotan el cielo del ejecutivo trumpista, que hacha en mano, corta aquí y allá, con cifras que superan los 9 mil millones de usd en estos 6 meses de gestión, solo en programas de ayuda, algunas de naturaleza humanista.

Desde luego en los recortes están afectados el grupo de medios digitales de apellido cubano, que viven del presupuesto federal y que su trabajo es traducir al lenguaje isleño las líneas de mensaje del gobierno estadounidense contra la Revolución.

Pues resulta que el despistado de Díaz-Balart solicita una suma que ronda los 75 millones usd, para contribuir al cambio de régimen en Cuba, tal y como puede leerse en su "Proyecto de Ley de Asignaciones para el Año Fiscal 2026" (Fiscal Year 2026 Appropriations Bill).

De esos millones, no menos de 40 millones son para la inútil radio/tv Martí. Lo irrelevante de esta plataforma es sobrado explicarlo, pero viene al caso la mencionada cifra dado que en su momento ya se evidenció como excesiva.

La historia porfiadamente demuestra lo arriba apuntado. Resulta que cuando el proyecto de la mal llamada emisora radio Martí comenzó a operar, contaba con los auxilios de un avión, primero del tipo EC-130 y posteriormente un Gulfstream G-1, también conocido como “Aero Martí”. Estas naves debían amplificar la señal de radio, pero no tuvieron éxito. Y alguien en Washington sacó la cuenta que con suerte, la emisora era escuchada por el 1% de los cubanos de la Isla. En resumen, Aero Martí fue cancelado, al comprobarse que habían gastado por gusto alrededor de 40 millones de usd en 7 años. 

Para entonces, el presupuesto de radio tv Martí ha caído en picada año con año, llegándose incluso a congelar con el actual gobierno; en este momento no está claro cómo terminará el asunto, y que sucederá con el manifiesto despilfarro implícito en la existencia de Martí Noticias, su actual nombre. 

Los otros 35 millones, de los 75 mencionados y solicitados por Díaz-Balart, son para financiar otras plataformas y medios digitales anti cubanos, es decir los mismos que quedaron en banda con la desaparición de la USAID; aunque después Mr. Rubio les consiguió algún dinerito, el futuro de este clúster propagandístico es realmente incierto. 
Cuál de las dos supuestas posturas se impondrán, pudiera ser una natural interrogante. Y como siempre es recomendable tomar partido, lo más sensato, lo históricamente demostrado hasta ahora, es que Díaz-Balart se salga con la suya, con esta versión de ley o algo parecido.

El universo Trump en todo caso es así, contradictorio, donde se mezcla la lógica de que el show debe continuar, en modo reality TV, condimentado con amenazas arancelarias que a última hora se posponen, modifican o se amplifican, según los humores del nuevo rey, al decir de los críticos de Trump.  Como siniestro juego de póker, las apuestas varían según el jugador y nada o casi nada está claro.

Mientras, Cuba, contempla preparada el sainete washingtoniano, sin esperar nada del enemigo, no importa en qué variante venga el ataque, solapado, como parece sugerir Carlson, o más despiadado como el del fracasado Díaz-Balart. Recuerden que ya nos conocemos. 
 

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