ZONA CRÍTICA: Arte y tradiciones del campo cubano
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Un baile tradicional campesino en la Jornada Cucalambeana de Las Tunas. Foto: Tomada del periódico 26.
Más allá de la discusión sobre si debemos rescatar, revitalizar o salvaguardar las tradiciones culturales del campo cubano (hay un debate actual sobre cuál sería el acercamiento más efectivo a ese legado), lo esencial es comprender su peso decisivo en la construcción de la identidad nacional. Estas prácticas, herederas de una rica matriz cultural con influencias hispánicas, africanas y caribeñas, son parte del patrimonio vivo del país y necesitan apoyo consciente para garantizar su vigencia en los contextos contemporáneos. Lo importante no es tanto el verbo que se elija, sino la voluntad de proteger y socializar expresiones fundacionales, que distinguen en buena medida a la nación.
La globalización cultural ha alcanzado también a los entornos rurales, y aunque sus impactos no son necesariamente negativos, sí pueden amenazar con desplazar tradiciones auténticas. Incluso la décima, en todas sus formas, que sigue siendo un baluarte, no está exenta de vulnerabilidades. De ahí la necesidad de que las instituciones culturales acompañen estos procesos, no desde una lógica paternalista ni como ejercicio de preservación museográfico, sino en diálogo estrecho con las comunidades, reconociendo que toda cultura cambia y evoluciona.
Eventos como la Jornada Cucalambeana en Las Tunas son vitales como plataforma de visibilidad y reafirmación cultural, incluso en tiempos de carencias. Pero deberían evitar erigirse en puestas en escena desconectadas de la vida real del campesino. Más que la forma, debe prevalecer el fondo: ese movimiento cultural auténtico que late en lo cotidiano, en la práctica viva de las tradiciones y en el compromiso de quienes las sostienen desde sus territorios.
Preservar la cultura campesina no es tarea exclusiva de especialistas o instituciones; es una responsabilidad colectiva que involucra a promotores, artistas y, sobre todo, a las propias comunidades. Porque lo campesino no es solo del campo: trasciende el espacio geográfico y se reconoce también en la ciudad, donde estas expresiones encuentran públicos y nuevos sentidos. Defenderlas es blindar una parte esencial de la cultura cubana.












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