Y el miedo va goteando de los Valientes

Y el miedo va goteando de los Valientes
Fecha de publicación: 
8 Noviembre 2022
0
Imagen principal: 

El arte suele erigirse desde los sentimientos más profundos y las circunstancias más adversas. Tomar un trozo de nuestra realidad para convertirla en ficción, representa un compromiso con la sociedad de la que formamos parte. No son tiempos de evasiones ni olvidos. Es tiempo de mirar de frente al dolor y combatirlo con valentía.

Consciente de la importancia sociocultural e histórica de la que el tiempo dotará a lo vivido en pandemia por parte de nuestro pueblo, la guionista Lil Romero capturó las vivencias, los estados emocionales y los miedos descritos en una singular bitácora, escrita desde el alma. A los relatos del joven periodista Mario Almeida, la experimentada escritora fue llevándolos con delicadeza a los terrenos de la dramaturgia audiovisual. La bitácora se convirtió en Valientes, una serie juvenil escrita y realizada también desde el alma.

Sobre cómo seis jóvenes universitarios dieron el paso al frente en un momento decisivo del país, se intentó discursar en los catorce capítulos que conforman la serie. Heiking Hernández, fue la directora escogida para interpretar visualmente los guiones de la Romero, posiblemente por sus resultados anteriores en series como Zoológico o la telenovela Vidas Cruzadas; pero, sobre todo, por su gusto a la hora de captar con el lente, cotidianidades. Esa sensibilidad femenina que irremediablemente la realizadora imprime a la puesta, va construyendo una atmósfera romántica, aventurera, que mucho tiene que ver con el género, aunque el público le pida a la serie más compromiso con la realidad.

La fidelidad al material original del que parte el argumento es innegable. Lil Romero se apoya en la primera persona para singularizar cada capítulo. Todas las subtramas pasan por el filtro narrativo de Sergio, el periodista, que convierte sus propios miedos e incertidumbres, en la de los personajes restantes. La escritora no se apresura en soltar las peripecias; las administra con inteligencia, y espera el momento indicado para potenciar las subtramas.

Hay belleza literaria en la construcción de los diálogos; tal vez una belleza excesiva, que en ocasiones obstruye la verosimilitud en el decir de los actores. Pero respetar ese preciosismo en el lenguaje era imprescindible para acercarnos al espíritu de la bitácora original.

La puesta en escena de Heiking Hernández, es por momentos conservadora, pero efectiva. No hay descuidos graves en los rubros técnicos, aunque se extraña un poco esa vocación cinematográfica en el tratamiento de los planos.

La fotografía de Bryan González es todo lo que se espera de una serie juvenil: luminosa, colorida, cálida. Tal vez le falte contraste al recrear ambientes más ásperos, menos idílicos, pero claramente no hay tales intenciones desde la dirección.

Juan C. Tavío se ocupa de la dirección de arte, una especialidad controversial en los dramatizados contemporáneos, pues no siempre se sabe bien qué hacer con ella. Y es que el hecho de que una obra recree la realidad inmediata, no significa prescindir de cuidado en los detalles e interrelación con las diferentes disciplinas, que es exactamente lo que ha logrado Tavío. Cada ambiente, decorado, elementos en el vestuario y demás, están perfectamente cavilados por el especialista, que no renuncia a los guiños e influencias culturales de todo tipo.

José A. López, entiende el ritmo del guion y lo acompaña con la edición de una manera reposada, sutil, elegante. No hay cortes bruscos que violenten el relato; todo se da de manera orgánica. Cada efecto dramatúrgico cae por su propio peso, y eso en parte es gracias a la edición.

La música de Alejandro Falcón es de los rubros más acertados de la obra. El joven músico sabe coquetear con la dramaturgia desde su composición, sin ser demasiado enfático ni meloso. Falcón es un compositor consciente del lugar que ocupa su trabajo dentro de una obra de ficción. Aquí la música es una compañera, una traductora de emociones desde el idioma más universal que se pueda tener.

El casting de Valientes es uno de los más acertados de los últimos tiempos. Los seis protagonistas son interpretados por jóvenes con edades cercanas a sus personajes, lo cual permite una identificación inmediata con el público. Hay también en esa selección de actores, una diversidad de fisionomías, etnias y calidades histriónicas sumamente interesantes.

Muy atinado fue por parte de la realizadora, otorgarle a Ángel Luis Montaner Capey, el personaje de Sergio, el periodista. Es Capey un actor correcto, que entiende las exigencias del guion y las cumple a cabalidad. Su buen decir permite que los extensos textos en off del personaje calen en la gente y sean el registro sonoro de aquella Bitácora del Alma, tan oportuna en los comienzos de la enfermedad.

https://www.tvcubana.icrt.cu/images/2022-11/valientes2.jpg
Ángel Luis Montaner Capey interpreta a Sergio en Valientes (Foto: Cubavisión).

Roberto Romero le da vida a Greg, el matemático, imprimiéndole frescura, naturalidad y mucha cubanía. Su interpretación está concebida desde los silencios, las pausas y las cadenas de acciones que él mismo propone. Romero tiene la gran cualidad de naturalizar los textos, que en otro actor hubiesen sonado rimbombantes.

Daliana González es una actriz dulce, delicada, y esos mismos atributos los entregó a su personaje, Adriana, la filóloga. Hay en su interpretación, mucha alegría, ligereza juvenil y a su vez madurez. La química que establece con sus compañeros de escena, en especial con Romero, le permite explotar al máximo el mundo interior de Adriana, una joven estudiante de letras que por momentos se siente subvalorada por sus compañeros de “ciencias duras”.

Lorena Gispert se estrena en una serie de televisión con un personaje hermoso, tridimensional, quizás el más contradictorio de todos. Mariam, la química, es una joven entretenida, por momentos displicente, pero que su paso por el centro de aislamiento redefinirá su actitud ante la vida. La actriz le agrega manías y muecas que hablan de una niña malcriada e irreverente, con muchas lecciones por aprender.

Franklyn López interpreta a Carlos, el biólogo. Con una evidente vis cómica, el actor viene a refrescar con su participación la carga dramática de muchas situaciones y subtramas. Carlos es el típico personaje que funciona como compinche de los protagonistas; una suerte de Sancho Panza moderno comprometido con su realidad.

Nuevamente en una serie juvenil, Ernesto Codner nos regala su innegable talento para la interpretación. En esta ocasión le ha tocado asumir la antítesis de Orestes, el personaje de Calendario. Jonás, el físico, es un chico integral, dispuesto, demasiado riguroso con los demás y con él mismo. Con este rol, Codner tiene la segunda oportunidad de explotar todas las posibilidades de su cuerpo. Su expresión corporal es algo impresionante, que raya en lo sobrenatural. La preparación tan integral de este joven intérprete nos advierte que hemos de verlo con mucha más frecuencia en los medios.


El casting de Valientes es uno de los más acertados de los últimos tiempos en la TVC. (Foto: Cubavisión)

Otros actores más experimentados, en participaciones especiales, también cumplen su cometido satisfactoriamente. Tanto los que componen el team médico, como los familiares de los muchachos o los pacientes, entienden la magnitud del proyecto y lo asumen con inteligencia y profesionalidad.

Valientes es un proyecto ambicioso, a nivel productivo, escritural y sociocultural. Sus pretensiones van más allá de entregar un producto estéticamente correcto y entretenido: hay en él la clara intención de ser un documento histórico de fatídicos momentos que ningún cubano olvidará.

“Y el miedo va goteando de los valientes, antes que los sudores y que la sangre”, pues de eso se trata el valor: de toparnos cara a cara con nuestros más profundos temores.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.