Sabotear el voto, táctica de Trump y republicanos
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El presidente Donald Trump en mitin de campaña, ayer en Arizona. Foto Afp
Los demócratas son favoritos para ganar la Casa Blanca, posiblemente tomar control del Senado y ampliar su mayoría en la Cámara de Representantes, según los principales expertos electorales, y ante ello Donald Trump y los republicanos entienden que su mejor respuesta es suprimir el voto en una democracia que gobiernan sin gozar del apoyo de una mayoría.
Con las actividades electorales acercándose a su término, ésta no es una contienda “normal” entre los candidatos de los dos partidos nacionales, sino un referendo sobre el ocupante de la Casa Blanca, o como repite el senador Bernie Sanders, “es una elección entre la democracia y Trump”.
También es la elección federal (presidencia y legislatura) más cara en la historia del país, con un gasto total de un aproximado de 14 mil millones de dólares, dos veces más que la anterior, en 2016, calcula el Center for Responsive Politics.
Por ahora, a menos de una semana de la elección que oficialmente culminará el 3 de noviembre –pero que nadie sabe cuándo concluirá–, el consenso de los principales expertos y sus modelos es que Joe Biden y los demócratas son favoritos para ganar la Casa Blanca, ampliar su ventaja mayoritaria en la cámara baja (las 435 curules están en juego) y con buena probabilidad de reconquistar el control del Senado (35 curules, poco más de un tercio, están en juego).
Además de mantener durante semanas una amplia ventaja en los sondeos nacionales, los demócratas incluso contemplan ampliar el número de estados claves que, bajo el sistema del Colegio Electoral, es donde se determina al ganador de la elección presidencial. De pronto Texas ha sido colocado como un estado que está plenamente en juego, después de décadas de ser bastión republicano en el mapa electoral.
Por ello, junto con Florida, Georgia y Arizona (donde ayer Trump asistió a mítines), el voto diverso de los latinos –el sector minoritario más grande del país– cobra gran importancia (aunque vale recordar que Trump ganó casi 30 por ciento de este voto en 2016).
Trampas
Trump y los republicanos tienen claro que su triunfo depende de reducir el sufragio popular. Sólo un presidente republicano ha ganado el voto popular desde 1988; Trump ganó con 46 por ciento en 2016 y nunca ha logrado obtener 50 por ciento de apoyo durante su gestión.
Al saber que no cuentan con el respaldo de la mayoría del electorado, los republicanos se dedican a suprimir el voto, sobre todo en los estados claves dentro del sistema de voto indirecto conocido como Colegio Electoral, el cual determina quién gana la presidencia.
Por eso hay un multimillonario esfuerzo masivo para reducir el voto tanto a través de maniobras legales como extralegales. Por el lado legal, los republicanos han dedicado más de 20 millones de dólares a promover por lo menos 300 disputas judiciales con la finalidad de obstaculizar el voto este año, reporta el Center for Public Integrity. Más aún, hay demandas legales constantes para frenar o limitar el conteo de votos que llegan tarde por correo o eliminar medidas diseñadas para facilitar el voto.
Todas estas disputas, incluida cualquiera sobre el resultado final de la elección, tienen como árbitro final a la Suprema Corte (no existen tribunales electorales), donde Trump y los republicanos acaban de consolidar su control al imponer una mayoría conservadora de seis a tres.
Por la vía extralegal hay diversos intentos de intimidación, que incluye colocar gente armada cerca de casillas de voto adelantado y el día de las elecciones, videograbar a votantes que proceden hacia casillas y buscar confundir a los ciudadanos con información falsa. También hay investigaciones de preparación de “milicias” en varios estados que buscarán provocar violencia relacionada con las elecciones.
El voto de las minorías, o de algunos sectores de las mismas, es sistemáticamente suprimido en este país –hay una larga historia de lucha por el derecho pleno de ejercer el voto– y este año las fuerzas de Trump han redoblado esfuerzos para buscar cómo obstaculizar este voto que suele favorecer a los demócratas.
Pese a esto, todo indica una participación electoral sin precedente en décadas, con más de 74 millones de votos ya emitidos de manera anticipada, algo que en principio debería favorecer a los demócratas.
Algunos expertos advierten que con milicias y otros grupos armados de ultraderecha preparándose para frenar el proceso electoral y rechazar el resultado, con el apoyo casi explícito del presidente –quien además emplea la retórica de guerra fría sobre la supuesta amenaza de que “la izquierda radical” está por tomar el poder en este país– hay cada vez más probabilidades de violencia. Y alertan que esa violencia podría detonar un ciclo peligroso no sólo provocando enfrentamientos civiles, sino la intervención de fuerzas de seguridad locales y federales.
Mientras, los temas que giran alrededor de esta elección continúan azotando al país, desde un rebrote de la pandemia que llegan a un promedio récord de 74 mil casos nuevos cada día durante la última semana, hasta nuevas protestas por otra muerte de un afroestadunidense, Walter Wallace, a manos de la policía, esta vez en Filadelfia, donde las autoridades impusieron un toque de queda luego de dos noches de protesta y furia, mientras nutridas por el cambio climático que rehúsa reconocer el presidente, California evacuó a decenas de miles de personas ante nuevos incendios forestales descontrolados y un nuevo huracán estaba por llegar a Luisiana.
Las bolsas de valores se desplomaron 3 por ciento, dañando parte del mensaje de Trump de que el auge en Wall Street era prueba de su gran manejo económico.
Anonymous se identifica
Miles Taylor, ex jefe de equipo del Departamento de Seguridad Interna, se identificó ayer como el autor anónimo de un artículo de opinión publicado en el New York Times en 2018 y después un libro en 2019 en el cual describió a Trump como un líder sin ética e “indisciplinado” y también “inefectivo” cuyo abuso del poder amenazaba la democracia estadunidense. Su obra provocó ira en la Casa Blanca –Trump preguntó si era “un traicionero” de la nación– y fue otro más en el juego favorito de Washington de adivinar quiénes son las fuentes anónimas que revelen secretos y chismes del gobierno, sobre todo de los líderes.
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