Rodolfo Valentino: Cuando una estrella se apaga

Rodolfo Valentino: Cuando una estrella se apaga
Fecha de publicación: 
19 Marzo 2023
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El cine mudo tuvo el más seductor de los actores y un perfecto amante. Rodolfo Valentino vivió sus últimos años escapando de sí mismo y al final comprendió que estaba desnudo de sueños.

Ahora, no era más que un náufrago de la soledad, que en el postrer momento buscaba el sentido de la vida y aún de la muerte. Las palabras escaparon incomprensibles, llenas de la más amarga verdad: “No soy más que un campesino que se ha extraviado... Fue un error”.

Desde hace varios días, es un hervidero el Policlínico de Nueva York donde él lucha contra la repentina enfermedad. En la calle, el público ansioso espera. La expectación crece minuto a minuto; hay desmayos, lágrimas, rostros inconsolables: ¿logrará escapar Valentino de tan terrible situación?

Más el 23 de agosto de 1926 los ojos más apasionados de la pantalla silente se cierran para siempre. Norteamérica se conmueve con la noticia. En las cuatro esquinas del globo, las emisoras interrumpen sus programas habituales para lanzar el ¡flash! con la novedad que a muchos se les antoja absurda. Tal vez porque pensaban que este mortal era inmortal. La muerte de Alfonso Guglielmi di Valentina, conocido en el mundo artístico por Rodolfo Valentino, trae este día loco al mundo. Estados Unidos ha hecho de él un ídolo romántico...

Sin mayores dotes de actor, héroe de películas a su medida, el italiano era el modelo que Norteamérica proponía a la juventud en ese periodo convulso después de la Primera Guerra Mundial.

LA VIDA, SÍ LA VIDA...

Nacido en Castellaneta, Italia, en 1895, de joven entró en el Colegio Militar de Tarento, mas todo se confabulaba contra él: la falta de medios económicos; el rostro donde la mirada era demasiado caída y la insuficiencia torácica. No hubo batallas, ni gloria militar, y las puertas de la institución se cerraron para él; luego, matriculó en la Escuela Técnica Agraria de Génova, que contrariado abandonaría. El italianito decidió salir de su país a probar fortuna y ya nada ni nadie lo detendrían.

Viaja a París que se le antoja una capital fascinante y allí quema sus últimas monedas en los casinos. Regresaría nuevamente a Italia y después se establece en Nueva York, donde realiza distintos oficios: jardinero, mesero, lavaplatos. En otros momentos ejerció como gigoló. Volvería a frecuentar los cabarets para iniciar la carrera de bailarín. Primero junto a la estelar Bonny Glass a la que seguiría Jean Acker. Broadway no vacila en rendirse a los encantos del italiano.

En el cine, en 1914, interviene en papeles sin importancia en los que a veces hace de apache. Fugaz fue su casamiento con la actriz Jean Acker convertido en escándalo publicitario. El matrimonio nunca se consumó. Durante esa etapa Mary Pickford se interesó por él y lo utilizó en Un buen diablillo, donde el latino precisamente baila endiabladamente un vals popular. Sin embargo, el triunfo le llegó con Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez. Otro éxito, El Jeque. Colocado de pronto en la cima de la fama, perseguido por la prensa sensacionalista, con frecuentes problemas matrimoniales que ya lo agobiaban, la vida de Valentino fue entrando en un caos. La infelicidad lo rondaba.

Sus amigos podían verlo triste en un rincón de su lujosa mansión en una colina, tal vez añoraba los días de su niñez junto a sus hermanos, cuando alegres recorrían los campos de Castellaneta. Pero ahora…

El seductor, el latin lover, como lo llamaron se había casado en segundas nupcias con Natacha Rambova brillante diseñadora, quien, además, conocía de actuación. Ella fue la que más luchó por encumbrarlo. Celosa, autoritaria, se dedicó a perfilar la carrera de Valentino, a forjar el gran mito que fue. Al principio se amaron con avasalladora pasión, pero tiempo después cuando él comprendió que solo era una marioneta a su lado ya nada resultó como en los inicios. Ella llegó incluso a abreviar escenas de una de sus películas, a discutir con las compañías que lo contrataron. Significativamente, el artista llevaría siempre en uno de sus brazos, la pulsera de platino que la esposa le regalara. Con su relación matrimonial deteriorada, agotado del cine, Valentino hizo un paréntesis y viajó con un circo por Europa.

ADIÓS AL ÍDOLO

Esta mañana de agosto el calor parece invencible. Una nube de periodistas se reúne en Nueva York. Pronto llegará el bienamado de su gira. La escena tiene lugar en el Hotel Ambassador, en Mahattan.

¡Mírenlo, mírenlo; ¡Es él, él…! Valentino viste elegantemente, tiene los ojos maquillados, sus gestos son estudiados. Saluda... y de pronto todo se nubla a su alrededor, la palidez lo invade y ante los presentes cae sin fuerzas al suelo. Lo llevan con urgencia al hospital. Todos creen que es un malestar pasajero. Los médicos diagnostican un ataque de apendicitis. “Pronto se repondrán”, anuncian confiados… Días más tarde no piensan así. Al artista se le ha declarado una peritonitis. Lo operan y la recaída fue fatal. Tenía 31 años cuando falleció.

Lo velaron en la funeraria Campbell, de Broadway, donde se dispuso la capilla ardiente. Antes del amanecer más de diez mil personas pasaron por allí. Al paso del tiempo la multitud fue creciendo.

Se volvió a montar el aparato publicitario. Las pompas fúnebres tenían previsto que 100 personas por minutos desfilaran ante el féretro, durante los días en que el ataúd  estuviera expuesto. Era tal la idolatría que en distintos sitios se reportaron suicidios de mujeres. Cientos de policías fueron movilizados para cuidar la sala mortuoria. Fue en vano, perdieron el control. Varios actores alquilados hicieron una guardia de honor vestidos como si fueran Camisas Negras del dictador italiano Benito Mussolini.

El funeral se realizó el 30 de agosto en la iglesia de San Malaquías. Hubo otro segundo funeral en la iglesia católica del Buen Pastor, en Beverly Hills. Cuando el cortejo fúnebre se dirigía desde ese templo al cementerio, un biplano fue lanzando pétalos de rosas.

Se sabe que Valentino había  cambiado su testamento. Su fortuna se dividió  entre  sus hermanos María Guglielmi y Alberto Guglielmi. En la adjudicación estaba también  Teresa Werner, entrañable amiga de Rudy, y por cierto tía de Natacha Rambova. Para sorpresa de muchos la exesposa  solo tenía derecho a recibir un dólar.

La filmografía de italiano incluye entre otras películas: El jeque, Los cuatro jinetes del apocalipsis, La dama de las camelias, El hijo del jeque, El águila, Cobra. Se estima que el filme Sangre y arena, donde asumió el papel de Juan Gallardo no solo fue muy aplaudido por el público y la crítica, sino que es uno de los más taquilleros del silente.

Símbolo sexual de la década de 1920, Rodolfo Valentino está considerado como la primera estrella de Hollywood y por tanto del star system.

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