REFLEXIONES: Ser y estar
especiales

Lo peor de los buenos sueños es despertar, y lo mejor de los malos sueños es, también, despertar. Soñé que había olvidado el cumpleaños de una buena amiga, y en el sueño me invadió la angustia tremenda de haber estado ausente en un momento importante de su vida. Por suerte, cuando desperté, descubrí que todavía no era su cumpleaños, que me quedaba tiempo para felicitarla, para llamarla, para visitarla…
La paradoja es que, cuando llegó el día, casi lo olvido. Me enredé en las prisas cotidianas, las tareas urgentes, los compromisos laborales... y al final, lo único que logré fue llamarla por teléfono. Y la culpa mordiendo...
He pensado (y sobrepensado) en cómo en estos tiempos agitados y complejos uno puede correr el riesgo de ausentarse de la vida de las personas que quiere de verdad. Nos convencemos de que más adelante habrá tiempo, de que la amistad es sólida y sabrá resistir, de que una llamada postergada no es gran cosa.
Y uno comienza por faltar a pequeños encuentros, por aplazar esas llamadas, por confiar en que, si el otro necesita algo, nos buscará… Sin darnos cuenta, las relaciones comienzan a enfriarse, a diluirse en la vorágine de los días.
Ahí está el miedo a no estar cuando nos necesitan, el miedo a ser solo un nombre en la agenda o un saludo puntual en las redes sociales. No se trata de falta de cariño, sino de falta de tiempo... o de no saber priorizar.
Me he sorprendido (y, otra vez, me he angustiado) recordando demasiado tarde que alguien importante para mí celebraba algo especial, o atravesaba un momento difícil. No siempre basta con decir "te quiero" o "te tengo presente". Hay que estar.
Hay que tomarse un tiempo, es preciso consagrarles espacios reales a la familia, a los amigos, a la gente que nos importa. La amistad no siempre persiste como la hierba en campo abierto. Hace falta cuidar el jardín.
Me encantaría decir que lo tengo bien aprendido, pero sigo siendo el que olvida los cumpleaños, el que se promete llamar mañana y deja que el mañana se alargue. Y aunque mis amigos lo saben, y aunque algunos lo entienden mejor que otros, no dejo de reprochármelo.
Lo esencial es que ellos sepan que los tengo presentes, pero también es esencial que yo haga el esfuerzo consciente de testimoniarlo. Estar no es un acto simbólico, es un compromiso real. Y esa vida que tantas veces nos atropella no puede ser una excusa. No quiero seguir soñando que estoy ausente. Quiero estar.












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