Los inútiles

Los inútiles
Fecha de publicación: 
19 Noviembre 2023
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Desde hace poco más de un mes la Franja de Gaza vive asediada por fuerzas israelíes. De manera general el pueblo de Palestina es acorralado entre fuerzas extremistas y ejércitos poderosos que han matado a miles de personas, sobre todo población civil. Se trata de un conflicto de más de setenta años que tiene su base en distintas áreas e intereses, pero que no ha sabido encontrar solución pacífica a pesar de ser un contexto estudiado, y denunciado constantemente en todos los espacios. Fotografía tomada de https://www.nationalgeographic.com

Un poco agresivo el título, pero ¿cómo decirle de otro modo a tanto organismo mundial o regional que se comporta pasivo ante la masacre que ocurre, por ejemplo, en la Franja de Gaza? ¿Para qué nos sirve si no interviene en el ordenamiento global? ¿No es que tienen prestigio y poder para influir en el curso de los acontecimientos? ¿O será que tanta fanfarria es solo eso, bla bla bla? ¡Muchas veces así lo creo!

Los más radicales siempre han dudado de la eficiencia de entidades como la Organización de Naciones Unidas (ONU) y sus dependencias, en su postura de observador, o poca capacidad para resolver problemas reales, importantes y definitivos como esta guerra histórica entre Israel y Palestina —y otras situaciones— por todos los motivos que conocemos e intuimos.

Ese conflicto armado que ya sobrepasa el mes de duración resucita el debate de si es competente, necesario, fructífero; si es sano guardar confianza en que podrá cumplir su objetivo primario de paz y seguridad después de cuantiosas demostraciones de inoperancia, favoritismo en sus demandas, oídos sordos para quienes reclaman con base y muestran evidencia de lo caótico que les sucede.

La ONU siempre ha abogado por la unión, sin embargo sus políticas parecen ambiguas porque aunque allí está representada gran parte de las naciones del mundo, no posee realmente jurisdicción fuera del cónclave. Sus figuras sí se comportan con la proyección de una entidad rimbombante, pero en la práctica no tienen autoridad para decidir, solo de presión limitada. Si no, pensemos en qué ha alcanzado esta entidad en los casi 80 años que lleva de fundada, ¿qué conflicto ha conseguido evitar o reivindicar?

Me atrevo a decir que hasta ahora no han logrado tomar cartas en ningún asunto más que para la denuncia, sobre todo en cuanto a situación bélica, pues en otros temas han mostrado actitudes menos quietas. No obstante, como se supone que su misión es salvaguardar la paz mundial, muchas veces pareciera todo demasiado poético, solo para impactar emociones, más que hechos. Y mientras el mundo deposita en ella esperanzas de resolución, al final no es más que una tribuna donde ni siquiera se garantiza que llegue a todos las voces que allí se alzan; y esto es así porque el mundo tiene una magistral manera de silenciar lo que no le interesa que se escuche.

Estoy recordando tantas tragedias que han tenido vocero en ese podio rodeado de mármol oscuro, tanta votación para levantar bloqueos y guerras que se quedan solo en estadística de la pizarra informativa.

La humanidad adolece de todas las formas posibles, sobre todo por el abandono de la sensibilidad, de los sentimientos de solidaridad, de saber lo que está bien y mal. Por eso, ¿no debería existir en realidad una manera global de instigar, de imponer respeto, de llamar a la conciencia y obligarnos a la compostura? Digo, ya que naturalmente no podemos, y necesitamos que otros velen por nuestra propia seguridad. ¿O será que no nos conviene?

África está llena de ejemplos que demuestran la parcialidad de la ONU, América también. Lo contradictorio entre lo que fomentan y lo que permiten es en realidad la carta de presentación de esta entidad que se dice en contra de la injusticia, el sufrimiento, pero que no puede, por desperfecto en su propia estructura, disuadir, ni negociar de verdad en favor de las causas urgentes que amenazan la estabilidad mundial.

Observamos doble moral, y no hace falta tener muchos elementos sino hacer cálculos simples para comprobar que entre lío y lío importan mucho los intereses económicos. En ocho décadas el planeta ha vivido conflictos de todo tipo, el hambre y la ignorancia continúan, los genocidios también, y todo ocurre bajo la mirada, el silencio cómplice y los discursos blandos que, lamentablemente, nada aportan a este ajedrez de vida y muerte en el que los pobres solo pataleamos.

Se requiere más que voluntad para mantener relaciones internacionales armónicas.

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