Lenguajes para enamorar: el abanico

Lenguajes para enamorar: el abanico
Fecha de publicación: 
14 Febrero 2024
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Es 14 de febrero, el amor está en el aire, como las flechas del mítico Cupido y en un mundo que va cada vez más directo al grano, confío en que aún quede espacio para el romance, distinto y, al mismo tiempo, igual que siempre.

Cuando las damas del siglo diecinueve y principios del veinte iban a los bailes, eran acompañadas por su madre o por una señorita de compañía, entonces, ahí estaba el lenguaje del abanico para ayudarlas a sortear la vigilancia y disfrutar la magia del enamoramiento.

Según una de las interpretaciones, elevar el abanico cerrado y colgado de la mano derecha significaba que se buscaba prometido, mientras que si lo tomaban en la izquierda dejaban claro que ya tenían compromiso. Cerrarlo apresuradamente era señal de celos y llevarlo junto al corazón indicaba que se sufría por amor.

Otra de las versiones establece códigos más directos: Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro decía: sígame. Mantenerlo en la oreja izquierda: quiero que me dejes en paz. Moverlo con la mano zurda alertaba: nos observan y con la mano derecha aclaraba: quiero a otro. Arrojarlo quería decir: te odio. Deslizarlo sobre la mejilla: te quiero, y presentarlo cerrado: ¿me quieres? Apoyarlo en la mejilla derecha era un sí; sobre la mejilla izquierda, un no. Mantenerlo abierto, tapando la boca: estoy sola y apoyarlo en los labios era casi una orden: bésame.

Tan zalameras siempre, las cubanas aprendieron rápido el lenguaje del abanico y escondían los ojos tras él para decir te quiero, incluso tenían la osadía de lanzar miradas seductoras al enamorado, cubriendo la boca con este accesorio para enviarle besos.

El abanico se instaló en la isla con el auge de la burguesía criolla a mediados del siglo diecinueve y se convirtió en una prenda muy popular entre las damas. Desde entonces, pasó a formar parte del atuendo, incluso, de algunos caballeros. La preferencia por los abanicos generó una competencia entre los importados de Europa y los fabricados en casa por artesanos y decoradores. Finalmente salieron ganando los que no poseían decoración alguna en la parte posterior, pues permitían ser pintados a mano, bordados y hasta utilizados para un autógrafo.

Nuestro baile nacional, el danzón, incluye el abanico como un accesorio casi imprescindible para las damas. Hasta hoy, en los salones donde se realiza esta danza, se exigen códigos de elegancia como faldas largas y el sensual accesorio, que es parte imprescindible de la indumentaria danzonera. De hecho, los buenos bailadores conocían perfectamente cómo romancear durante la danza a través del lenguaje del abanico. Más de una cubana dejó caer su abanico mientras sonaba Almendra y no solo encontró pareja de baile, también esposo…

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