¡Yo quiero una Pandoraaa!

¡Yo quiero una Pandoraaa!
Fecha de publicación: 
10 Junio 2019
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La sobrinita de mi amiga se desvivía, boqueaba casi, por una pandora. La pidió como regalo de cumpleaños y su familia se apretó los cinturones para complacerla con aquel pulso de 35 cuc.

En definitiva, le va bien en sus estudios de Medicina y no es de las que da «dolores de cabeza» con los novios.

Ese fue el razonamiento de los padres y otros parientes que juntaron ahorros para premiar a la cumpleañera. Pero no juntaron raciocinios para detenerse a pensar sobre aquella casi obsesión de la muchacha, que había convertido en eje de su vida el tener la dichosa pulserita, tan de moda hoy en el mundo y por tanto también en esta Antilla Mayor.

No voy a abundar ahora en si está carísima ni en cómo la gente se las arregla –o desarregla- para comprarla. La anécdota sobre la pandora da inicio a este texto porque sirve para ilustrar aspiraciones, móviles y resortes de una generación.

Por supuesto que es imposible generalizar, pero sí existen tendencias ante las que no puede hacerse como el avestruz.

Tampoco vale pasarse con ficha ante los tantos comentarios derivados del trabajo «OJO: Se busca la sensibilidad humana», publicado en CubaSí. La totalidad de los mismos condena el hecho sobre el que trata el texto.

Millennials en la diana

A propósito del lamentable hecho descrito, donde se critica el haber grabado y subido a Facebook el suicidio de una persona desde el puente de Calabazar, llama a la reflexión que una parte de los comentaristas pone en el centro de la diana a los jóvenes como principales responsables de tales conductas insensibles, y otra parte responsabiliza a las nuevas tecnologías.

Entre los comentaristas que achacan la insensibilidad sobre todo a las jóvenes generaciones abundan aquellos que contrastan credos y aptitudes de los nacidos antes de los 90 con los llamados Millennials.

Los primeros, luego de subrayar la felicidad vivida a pesar de no tener contacto con las nuevas tecnologías, parecen identificarse con sentencias como «Somos una generación única y más comprensiva, porque somos la última generación que escuchó a sus padres...Y también la primera que tuvo que escuchar a sus hijos. ¡Somos una edición LIMITADA! Disfrútanos y atesóranos, aprende de nosotros».

La internauta YMC acota que «antes éramos pobres y no gozábamos de tanta tecnología y de tanta internet pero muy ricos en principios y en valores, y gracias a eso creo que somos mejores personas y compartimos lo mucho y lo poco que hoy tenemos».

Entre esos hijos y nietos criticados se apunta la joven obsesionada por tener una Pandora que da inicio a este texto, así como todo un ejército de seguidoras y seguidores que coinciden con ella en hacer de «las cosas» el eje de sus vidas.

Pero habría que precisar algunos puntos en ese sentido: tener un interés XL por poseer cosas no es necesariamente sinónimo de insensibilidad ante el dolor ajeno.

Además, ellos no son los totales responsables de esa inclinación desmedida por los objetos; son también el resultado de una formación, de un contexto, de un tiempo, de condiciones micro y macrosociales que los han modelado, incluyendo una globalización de la que nadie queda exento.

No obstante, vale precisar que no todos son los obsesionados con Pandoras y sus similares. Una comentarista que se hace llamar Susana lo resume: «... como dice RONY9 no son todos los de esta nueva generación que se dedican a esto, yo tengo 25 años, nacida en la época de los 90, pero tengo unos padres q siempre me han enseñado lo mejor, no solo somos 'los jóvenes' los que dedicamos tiempo para esto, los he visto no tan jóvenes negándose a darle auxilio a algún accidentado, y cuando le preguntamos que por qué no lo hizo la respuesta fue que en su muy limpia camioneta no iba a montar a nadie».

La culpa no es de las TIC

«La sociedad anda idiotizada y desalmada debido al uso de los móviles y a la interacción con las redes sociales», apuntaba un internauta.

No creo que las nuevas tecnologías sean de por sí responsables de oscuridades o de claridades de ningún tipo. Y tampoco que «la llegada tarde a nuestro país del Internet ve ese salvajismo como novedoso», al decir de una de las comentaristas.

El cibernauta carlosvaradero le ponía el cascabel al gato de modo muy resumido: «No se trata de 'adaptarnos' a las nuevas tecnologías, y mucho menos negarlas, de lo que se trata es de usarlas correctamente».

Por su parte, quien se hace llamar Mimisma, deja caer una parte de la responsabilidad no en las TIC sino en el Período Especial: «el PE sacó a relucir lo peor del ser humano que lleva el morbo que tenemos dentro. Unos, que, desgraciadamente, andan entre nosotros y les llegó su momento de gloria, su momento de soltar esa bestia que llevan por dentro. Creo que con este trabajo ya vamos por el quinto que apela al humanismo del cubano, al que hemos inculcado de la ayuda al prójimo aunque no tengamos ni para nosotros, pero unos se han vuelto copiadores por excelencia (...) Se debían implementar leyes que no lleven tanta arenga y spot».

En tanto se dictan esas leyes, cada vez más necesarias, valdría la pena abogar no por una Pandora sino por proteger la mitológica Caja de Pandora, de la que ya escaparon muchos esperpentos y desgracias, pero en la que permanece la Esperanza, ese bichito verde tan leal a los cubanos.

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