Frank Fernández: Fidel es un hecho cultural (+ VIDEO)
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Conocer la noticia de que el maestro Frank Fernández ofrecería un concierto en homenaje al Comandante en Jefe, en el marco del segundo aniversario de su desaparición física, provocó esta entrevista.
Se realizó al concluir su presentación en el Memorial José Martí. Un año antes, ya había descubierto en persona la admiración que el reconocido músico sentía por Fidel, una amistad entrañable que tiene como principal testigo a la música.
Durante el concierto, usted realizó una serie de anécdotas que evidencian una estrecha relación con el Comandante en Jefe. ¿Qué representa para usted esa amistad?
La relación personal tiene un valor indescriptible, no lo puedo valorar. La personalidad de Fidel también es casi imposible de enmarcar. Porque él era tan talentoso, tan prodigio... Yo he conocido algunas personas importantes, me refiero a personas talentosas, a personas con condiciones físicas y psíquicas superiores. Esas personas importantes que yo he conocido siempre tienen algo que es muy complicado de explicar.
De Fidel, las características más conocidas: el gran guerrillero, el visionario y el intuitivo. El hombre enérgico, fuerte, duro en ocasiones, pero yo no conozco ninguna obra humana de fuerza que no haya tenido que enfrentar ciertas críticas de dureza.
Una de las cosas que más me deslumbraban de Fidel era su capacidad de poder estar en cinco situaciones simultáneamente y tener en cuenta cada detalle. Te puedo poner un pequeño ejemplo:
Aquí vino un importante funcionario de otro país y fuimos invitados a la recepción en el Palacio. Generalmente, los invitados debíamos saludar al mandatario que era recibido y para eso se hacía una cola. Había un grupo, entre los que me encontraba yo, que nos íbamos por el lado y no entrábamos en la fila. En esa ocasión, Fidel pidió que todos hiciéramos la cola, entonces yo caí al lado de otra persona. Cuando llegamos, el Comandante le dijo al invitado: “Mire, dos grandes músicos de nuestro país”. En esa presentación yo no me sentí bien, yo no hubiese querido llegar acompañado a saludar a esa personalidad extranjera. Pero yo no dije nada, saludé extendiendo mi mano y dije “mucho gusto”. Me acuerdo de que Fidel hace alusión a Oda a la Patria y dice: “Frank resumió, en 25 minutos, 40 años de la Revolución”. Yo no moví una ceja, no hice ningún gesto, todavía no sé lo que él vio que rectificó y dijo: “No, 25 no, menos, 17 o 15 minutos”. Yo tampoco moví la boca, ni los ojos, pero él se dio cuenta de que yo estaba pensando que ese no era el tiempo; y entonces me pregunta: “Frank, dime: ¿cuánto es que dura la obra?”. “Diez minutos, Comandante”, respondí. Rápidamente, Fidel dice: “¿Usted se imagina?, 40 años de Revolución en 10 minutos”. Con esto lo que quiero transmitir es esa velocidad, esa agilidad mental, esa capacidad que a mí me impresionaba muchísimo.
Ese día las sorpresas no pararon. Cuando culminó la recepción, llegó un secretario de Fidel y me comenta: “Frank, dice el Comandante que lo excuses”. “¿Que excuse al Comandante?, ¿de qué?”, pregunté con asombro. La respuesta fue: “Que al Comandante le ha parecido haber estado un poco jocoso y bromista”. La verdad era que Fidel estaba feliz, estaba atendiendo a sus invitados. Y tuvo la delicadeza, el buen gusto y la generosidad de enviar a una persona de su equipo de trabajo a pedirme disculpas. Todavía me pregunto de dónde sacó la información de que no me había sido cómodo llegar a saludarlo acompañado.
El comentario anterior es uno de los pequeños detalles que componen la gran personalidad de Fidel y que no son tan conocidos como las hazañas del mundo de la épica: “Ya somos doce, ahora sí ganamos la guerra”, que demuestran que es un genio, con una mirada muy larga, un carácter muy noble, muy fuerte; hay que tenerlos bien puestos no solo para pensar que eso sea posible, sino para arriesgarse a decirlo públicamente.
Desde su percepción, ¿cuánto le debe la cultura cubana a Fidel Castro?
Nadie en Cuba ha hecho tanto por la cultura como Fidel. Si algo grande le dio la Revolución a la cultura fue el pensamiento de Fidel, porque él es una persona —digo es porque para mí sigue estando— que ni siquiera es musical. Él me contó que cuando niño quiso entrar en un coro y no fue aprobado. Él no estaba feliz de que eso hubiese sucedido. Y yo no sé qué pasaría si, además de todo, Fidel hubiese sido también musical y pudiera haber estado en más de mis conciertos, porque tuve el honor de que asistiera a varios de mis conciertos.
Cuando el 40 aniversario de la Revolución, el General de Ejército Raúl Castro me pide que ayudara a que fuera breve el concierto, por eso fui el único artista, y toqué Oda a la Patria. Algo increíble fue que mientras yo tocaba, Fidel se quedó de pie. Eso es muy grande para mi corazón y para mi cerebro, porque ese hombre respetaba la cultura y eso nos ayudaba muchísimo. Fidel en sí mismo es un hecho cultural.
Otra anécdota que da una dimensión de lo que significaba para él la cultura artística y que permite conocer la dimensión política que para él tenía se resume en su frase “Salvemos la cultura”, durante el Período Especial.
Cuando se cumplían 100 años del natalicio de Ernesto Lecuona, yo quería rescatar su obra, pero no había en Cuba un buen piano, lo que me impulsó a buscar dinero para comprar uno. Había que ir a Hamburgo, porque la otra opción era Nueva York y el bloqueo impedía esa posibilidad. Cuando tenía gran parte del dinero, conversé con el Comandante y le expliqué la idea; él rápidamente me comprendió y me apoyó. A los pocos días nos volvemos a encontrar y él me dice que estuvo averiguando los precios de los pianos y que eran muy caros; también me preguntó: “¿Tú no sabes que estamos en un período muy complicado?”. “Sí, Comandante, yo estoy convencido de que vamos a pasar hambre incluso, pero, por lo menos, que haya buena música”. Se compraron pianos para los estudios Abdala, para la Oficina del Historiador de la ciudad y, especialmente, se trajo uno con el que se celebró el centenario de Lecuona, para que, si se iba a pasar hambre, tuviéramos la oportunidad de tener buena música. Fidel era un hombre preocupado por la cultura y con una sensibilidad muy grande que siempre estaba ligada a la humanidad, siempre estaba ligada a los demás, a la utilidad y al beneficio de las mayorías.
Usted tiene una vocación solidaria, ¿la relación con Fidel tuvo algo que ver con esto?
Mi familia era muy humilde y desde pequeño me enseñaron a que si podemos, ayudamos al vecino; que nadie es mejor por los zapatos o la ropa que tenga; eso me lo inculcó mi madre desde un punto de vista cristiano, al igual que mi padre, que también era cristiano, aunque nunca iba a misa. Yo tengo esa educación familiar de generosidad y de pensar no solo en uno mismo, pero la Revolución me lo subraya, y me ha dado mucha alegría ayudar a los demás; siempre recibo más de lo que doy.
En una ocasión yo estuve muy enfermo y Fidel fue a verme un 7 de diciembre, entró al cuarto y se sentó. Yo estaba en un estado depresivo bastante delicado, había regresado de la Unión Soviética y me asustó que pudiera pasar en Cuba algo similar a lo que había visto allá. Aquella visita me halagó y comenzó la conversación; él tomó un libro que Silvio Rodríguez me había enviado, La oración de la rana, y se interesó por él. Por tal motivo, yo le dije que se lo llevara y la respuesta fue: “No, Frank, porque estoy leyendo cinco libros y no puedo dormir, y necesito dormir porque después el cuerpo se lo siente en el trabajo”. Por ser cortés le pregunté cuáles libros leía y él me comentó que en el 2050 la población del mundo... Cuando ese hombre me comienza a hablar de que estaba preocupado por la humanidad, por la cantidad de seres humanos que habitarán el planeta en el 2050 y que él está tratando de ver de qué manera se puede producir alimentos para ellos o para los animales para que no se mueran de hambre, demuestra el tamaño de un hombre que sabe que no va a estar vivo en el 2050 y se está quitando sus horas de sueño para ver qué puede hacer para que no se muera de hambre la población de ese momento.
Con respecto a su legado, puedo decir que yo fui a la tumba de él y me quedé allí 45 minutos, solo. La verdad es que estaba triste, pero cuando me voy a ir, giro hacia la derecha y veo la pirámide con el Concepto de Revolución y cuando lo leí, primero, me sentí más fuerte, y después me di cuenta que si hiciéramos de verdad lo que él dijo, estuviéramos mucho mejor. Lamentablemente, si no hacemos todo lo que él dice ahí, lo vamos a pagar muy caro, y yo digo que él aclaró muy bien que si la Revolución se destruye algún día, no le echemos la culpa ni a la perestroika, ni a los americanos; la culpa va a ser nuestra. Y en el campo de la cultura hemos perdido muchísimo, el enemigo nos lleva unos pasos delante y ojalá podamos recuperarlos.
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