Un rato, esa medida cubana de tiempo

Un rato, esa medida cubana de tiempo
Fecha de publicación: 
13 Diciembre 2018
0
Imagen principal: 

Por estos días se elige al nuevo presidente de la Real Academia de la Lengua, pero, aunque le distingan innegables méritos, apuesto a que no podría definir qué significa «un rato» para los cubanos.

Es que andábamos debatiendo en casa, a los efectos de un trabajo periodístico en preparación, sobre cómo ubicar en el tiempo un suceso ocurrido en la mañana, y la sugerencia fue: pon que pasó hace un rato.

¿Un rato?... Resultaba algo ambiguo; lo mismo podía remitir al día de ayer que a unos minutos atrás.

En medio de las dudas, llegó el vecino y le solté la pregunta: A ver, ¿qué es para ti un rato?

Al principio, no entendí la picardía en su sonrisa, el gesto de «está clarísimo, pero me lo estás poniendo difícil». Solo cuando explicó, las razones se pusieron cada una en su sitio:

«Un rato es... Mira, cuando vas con tu pareja a alquilar un cuarto, te preguntan por cuánto tiempo y tú contestas: un rato. A los que rentan les queda claro que la cosa es por tres horas.

«Pero hay que pensar despacio —retomó el tema después de tomarse el café—, eso del rato puede ser relativo. Porque si una vez alquilados, “la cosa” no quiere salir bien, entonces tú no puedes decirle a la muchacha que se espere un rato. O, si se lo dices, ese rato sí que no puede ser de tres horas; cuanto menos, unos minuticos, no más».

Está claro que el rato, aunque tenga equivalencia a tres horas en asuntos de alquiler, puede resultar una unidad de tiempo resbalante, como el aceite de soya o la mantequilla, esa perdida.

Si en la puerta de un establecimiento comercial anuncian a los que esperan su apertura: «tienen que esperar un rato porque estamos cuadrando», entonces ese rato puede volverse una sustancia elástica, desesperante, difusa. Lo mismo pasa cuando una voz del otro lado del teléfono recomienda: «cuelgue y espere un rato».

A veces, «el rato» se vuelve sinónimo de lo eterno. Los filósofos deberían abundar en el asunto. Ocurre, por ejemplo, si alguien decide quejarse porque dejaron un hueco abierto en medio de la calle o por el salidero de agua, y la respuesta llega como salida de un molde de escayola: «Se está trabajando en eso. Hay que esperar un rato».

Por suerte, nuevas dinámicas institucionales ya se atisban y parecen indicar que tales «ratos» empiezan a acortarse.

Portarse elegante

Antes, para los abuelos y bisabuelos, portarse elegante era asumir portes y conductas acordes a las normas de educación, a la etiqueta, a la cortesía.

Cuando un joven ayudaba a su muchacha separando la silla de la mesa para que se sentara o cediéndole el paso, eso era portarse elegante (ahora, para algunos, es cheo o fula).

Si alguien pagaba a tiempo sus deudas o dejaba una propina abundante, se le calificaba, respectivamente, de cumplidor o de dadivoso, espléndido.

Ayer, un chofer de almendrón le comentaba a otro: «Fulano me dejó tres cocos (cuc), ese es un tipo que se porta elegante».

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.