¿Washington aplicará multas a exportadores de torturas?

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¿Washington aplicará multas a exportadores de torturas?
Fecha de publicación: 
16 Julio 2012
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El gobierno de Estados Unidos acaba de sancionar duramente a una de sus empresas, la Great Western Malting Co., porque según dice, entre 2006 y 2009 permitió la venta de un producto alimenticio a Cuba.

La Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro (OFAC, por sus siglas en inglés) la obligó a pagar un millón 347 750 dólares por violar regulaciones del bloqueo a la isla.

Durante esos años, de acuerdo al pretexto, Western Malting, a través de una filial extranjera, admitió el suministro a Cuba de malta de cebada, que facilita la nutrición a niños, jóvenes y adultos.

No se trata del primer castigo de ese tipo que ejecutan invocando normas establecidas por la Casa Blanca desde hace medio siglo, cuando establecieron la política que llaman «embargo».

Tan fiero rigor desentona en mucho con el público hecho de que empresas de Estados Unidos fabriquen y exporten tranquilamente instrumentos para torturar.

El 26 de febrero de 2001, la agencia noticiosa AP divulgó un informe de Amnistía Internacional titulado «Parar el negocio de la tortura», donde señalaba que cerca de 80 empresas estadounidenses exportan elementos de tortura, tales como sofisticados aparatos de descargas eléctricas, grilletes para las piernas y argollas dentadas que desgarran la piel para amarrar los pulgares.

Un periódico argentino, Clarín, recordó entonces que el referido informe se dio a conocer casi al mismo tiempo que el Departamento de Estado emitía su unilateral reporte anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo.

Amnistía Internacional dedicó un capítulo a la gran potencia del Norte, y en este condena la venta hacia el exterior de armas y otros equipos especializados en torturas que realiza una parte de sus negocios.

«Ninguna empresa estadounidense debería lucrar con la tortura», declaró William F. Shultz, quien condujo la redacción de este capítulo.

Su texto agregaba que, aun cuando en Estados Unidos es ilegal poseer alguno de esos equipos, «el Departamento de Comercio otorgó licencias de exportación para estos elementos por 97 millones de dólares desde 1997», bajo la categoría de «equipos para el control del delito».

Shultz, además, planteó que «mientras el Departamento de Estado promueve los derechos humanos, el Departamento de Comercio aprueba licencias de exportación a países que nuestro propio Gobierno documenta como torturadores».

El 27 de abril de 2010, un despacho cablegráfico de la agencia IPS reveló que, por primera vez, Washington admitió que exportó a Europa equipos diseñados para infringir dolor a prisioneros.

Añadió que desde 2006 la Unión Europea prohibió el comercio de instrumentos de tortura, entre ellos el sistema  Band-It, que adherido a las piernas o brazos del detenido, puede administrar choques eléctricos de 50 000 voltios.

Su fabricante, la corporación Stinger Systems, con sede en la Florida, «reconoció haber realizado envíos a Europa, no obstante la prohibición».

El presidente de esa empresa, Bob Gruder, declaró a IPS: «nuestros productos se venden en todo el mundo», y la agencia recordó que ellos tienen distribuidores en varias de las 27 naciones de la Unión Europea.

Agregó que el principal producto de Stinger Systems es la pistola paralizante S-200, presentada como un arma «inteligente», dotada para incapacitar a una persona que la policía considere peligrosa.

Ese panorama tiene hoy un seguimiento, como lo demuestran entre muchos casos, el multiplicado uso del peligroso gas pimienta lanzado al rostro de manifestantes, y el empleo de ruidos ensordecedores montados en medio de las crecientes protestas en Estados Unidos.

Cuánto contraste entre la sostenida persecución a quienes acusan de violar regulaciones del bloqueo a Cuba y la sosegada venta de instrumentos de tortura hacia el exterior que llevan a cabo multimillonarios hombres de negocio.

Ello parece mucho menos peligroso en aquel país que –según dicen- facilitar años atrás la venta de un producto tan noble como la cebada con destino a la nutrición de niños, jóvenes y adultos cubanos.
 

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