La casa del humorismo gráfico cubano

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La casa del humorismo gráfico cubano
Fecha de publicación: 
24 Marzo 2017
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   El Museo, único de su tipo en Cuba, conserva su estructura de cantería y madera dura, con techos de tejas españolas,  pisos de mármol, grandes ventanas enrejadas en hierro y un patio interior cuidadosamente decorado, que hacen del lugar una verdadera obra patrimonial.

   Cuentan que en esta localidad, cuna de grandes caricaturistas como Eduardo Abela, uno de los principales vanguardistas de 1927, y René de la Nuez, Premio Nacional de Artes Plásticas (2007); el humorismo desde los diversos géneros gráficos, se convirtió en un arma de activismo social contra la censura, el deshonor y la injusticia de la tiranía gobernante, antes del triunfo revolucionario de 1959.

   Dicen que Eduardo Abela, quien nació el tres de julio de 1889, antes de ser un excelente creador de las artes plásticas, era tabaquero, oficio que aprendió con destreza a la corta edad de 12 años, y como otros de su pueblo, también partió a Tampa, tras la Primera Guerra Mundial, cuando el trabajo en Cuba se dificultó para ese gremio.

   En los talleres de torcido, sin apartar sus responsabilidades, hacía caricaturas a sus compañeros, quienes en ocasiones se quejaban por la exageración de los rasgos personales trazados por la ocurrente punta de su lápiz.

   No fue sin embargo hasta una noche,  no precisada, de 1915, cuando se produce el gran descubrimiento de este artista. Cuentan que reunidos en el Teatro Martí de su pueblo natal, el joven aprendiz de tabaquero, tímidamente, llama al camarero, le entrega un papel y le pide llevarlo al grupo donde sus compañeros, de manera alborotada, cubren el espacio.
   Manuel Alfonso, con dotados conocimientos de las artes plásticas y uno de los que más animaba el encuentro, toma la hoja, los demás fijan su atención y brota una unánime carcajada: era la figura de Alfonso terriblemente satirizada por Abela. La obra pasó de mano en mano y el burlador, quedó ante el joven aprendiz, burlado.

   Alfonso arrebató la caricatura a quien la tenía y marchó a pasos agigantados hacia el solitario joven, se abalanzó a él, lo arrastró a la otra mesa y  dijo en alta voz: “Señores, tengo el gusto de presentarles a un artista, Eduardo Abela”.
   El Bobo, personaje emblemático de Abela, nace en 1926, bajo el ropaje de un tipo formidable tanto por el trazado de su figura como por su penetración sociológica, representativa del pueblo cubano.

   Se presenta como el metiche molesto, pícaro, insinuante, que todo lo dice con la ingenuidad del gesto, que busca respuestas a las interrogantes generadas de la situación política de la isla agudizada en la década del 30.

   Conocidos en la materia ubican a Eduardo Abela, en una de las puntas que conforman el triángulo de honor para personajes caricaturescos cubanos, los extremos restantes pertenecen a Torriente y a René de la Nuez, este último creador en 1957 de El Loquito, obra que se convirtió en ícono de la crítica frente a la dictadura de Fulgencio Batista.

   Fallecido en 2015, de la Nuez es recordado por otros personajes que hicieron historia en la prensa diaria, entre ellos,  “Mogollón”, “Negativo Compañero” y “Blandengo”, todos diseñados bajo un humor duro y directo que se acercaba a los aciertos y desaciertos de la vida cotidiana.

   Fue de la Nuez quien habló por vez primera de la posibilidad de crear en Cuba un  centro que atesorara las obras del humorismo gráfico, tal como había presenciado en Gabrovo, Bulgaria, donde se había celebrado en 1973 la primera Bienal Internacional del Humor.

   La idea comienza a fraguarse y el 17 de marzo de 1979 abre sus puertas el Museo del Humor de San Antonio de los Baños, sede de las bienales internacionales del humorismo gráfico, y Monumento Local desde 1980, en reconocimiento  a sus valores históricos y arquitectónicos.

   Los fondos de la instalación, ubicada a 37 kilómetros de la capital cubana, superan la cifra de las 10 mil obras, concebidas por creadores de unos 40 países.

   Cuenta, además, con una sala permanente y seis transitorias en las que se exponen las creaciones que llegan a las bienales y a los salones que alternan con esta, como, por ejemplo, el nacional de Caricatura Personal Juan David, el de Humorismo y Sátira y la Humoranga Ariguanabense.

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